La propiedad
privada
Ramón Díaz-Marzo / CubaNet
LA HABANA, septiembre - Si de un modo rápido o lento los gobiernos y
naciones abolieran la Propiedad Privada, sería como serruchar de un solo
tajo las cuatro patas de la mesa que sostiene al mundo. En poco tiempo comenzarían
las guerras al estilo de la Edad Media, y la Humanidad destruida, si acaso
algunos sobreviven, volvería a transitar el largo camino de el hombre de
las cavernas.
La única revolución que ha triunfado realmente ha sido la
revolución burguesa de 1789, en Francia. Las demás revoluciones no
han sido revoluciones, sino guerras de independencia. La clase social burguesa aún
detenta el poder hasta tanto el proletariado no esté listo para librar la
última batalla del primer capítulo en la historia humana (si es
que para entonces aún existe el proletariado tal y como lo entendemos en
la actualidad). Pero eso ocurrirá cuando la conciencia humana alcance un
estado superior de modo natural, no impuesto a través de la demagogia y
el terrorismo de estado.
Lo que actualmente se conoce como conciencia humana no está lista
para crear un nuevo orden económico mundial. El hombre es un ángel
y una bestia, y en las cuestiones de este mundo la bestia prevalece. La parte
angelical sólo existe en las artes, la filosofía, y los demagogos
que viven de las utopías. La REALIDAD no es una novela. Donde quiera que
la propiedad privada ha sido abolida la sociedad ha colapsado y el remedio ha
sido peor que la enfermedad.
El desarrollo de las ciencias tiene una finalidad: liberar cada vez más
al hombre-angelical del hombre-bestia. Por supuesto, este camino hacia la
plenitud humana no puede ser logrado por ninguna persona solitaria en una sola
vida. El material humano (en este caso el proletariado) necesitará más
tiempo que el que proponen los libros de "caballería política".
Y para que las cosas salgan bien no hay otro camino más rápido que
lo natural. Lo contrario sería renunciar a la poca libertad individual
que hemos conquistado y entregarle a una sola persona el poder del mundo.
Entonces la humanidad se sumergiría en el pozo tenebroso de una
inhumanidad como jamás la Historia lo ha registrado.
Los Estados Unidos del Norte es la brújula salvadora de nuestra
civilización. Ello no significa que a ratos cometan grandes errores. Pero
son los que hasta el presente han demostrado mejor cabalgar sin caídas
irreparables sobre el caballo de la libertad y la organización. Cualquier
nación no puede ser la proa del barco de nuestro mundo.
Entregarle a cualquier estado nuestro derecho a la propiedad privada es
retroceder en la Historia. Pues, ¿qué es en realidad un Estado que
no acepta la propiedad privada, y con ello crea condiciones legales para
controlar la vida privada de las gentes? Si el Estado fuera una computadora quizás
no habría problemas. Pero no nos engañemos. En semejantes
condiciones el Estado sería una sola persona que, por encima de la Ley
realizaría y ejecutaría su soberana voluntad.
Entregarle la propiedad privada a un estado sería regresar a una época
peor que el feudalismo; sería entregarle a la oscuridad nuestra luz y
borrar toda la historia que nos ha costado llegar hasta nuestros días.
¿Que en la actualidad la propiedad privada esté creando crisis
sociales? Nada en este mundo jamás ha sido totalmente perfecto. Lo único
que podemos hacer es un llamado de conciencia a los grandes poseedores o
detentadores de la propiedad privada para que se solidaricen con los pobres de
la tierra y en un esfuerzo mancomunado borren el hambre y las enfermedades que
padecen los países pobres.
Todas las generaciones humanas han cometido el mismo pecado: creerse que son
más importantes que las generaciones anteriores y las porvenir. Nuestra
actual generación no escapa a este pecado. Nos creemos más
importantes que nuestros antepasados y los que por ahora solo son un proyecto de
nuestra imaginación. Creemos que, por disponer de las historias y
pensamientos de los que ya no están entre nosotros, podemos hacer las
cosas mejor. Y creemos que los que aun no han nacido, no las podrán hacer
mejor que nosotros.
Es posible que un día la propiedad privada desaparezca sin guerras;
al igual que las diferencias religiosas; porque el ser humano habrá
llegado de un modo natural (no impuesto) a un alto grado de conciencia a través
de poderes mentales que poseemos y por alguna razón desconocida
permanecen dormidos. O puede que no. Que la profesía del Apocalipsis se
cumpla.
A veces he pensado que para que nuestro mundo llegue a la Unión,
necesita un enemigo. Un enemigo que tendría que existir en algún
punto del Espacio Profundo. Y a veces he pensado que todos terminaremos destruyéndonos
precisamente por estar viviendo durante tanto tiempo en la misma casa (nuestro
planeta) sin posibilidades de salir, como no sean esos cortos paseos por el jardín
(nuestro sistema solar).
Pero volviendo a la propiedad privada. Cuando Rusia se declaró
comunista sólo se convirtió en un inmenso feudo (peor que el de
los zares) dirigido por un solo hombre: Jose Visarionovich Chugachvili, llamado
Stalin. La Humanidad, entonces, no dio un salto hacia el futuro, sino una caída
hacia el pasado. Y con Adolfo Hitler, que para el rearmen alemán respetó
la propiedad privada, si se hubiera apoderado del mundo durante la Segunda
Guerra Mundial, finalmente la habría abolido y se habría declarado
Emperador del Mundo.
No seamos ilusos. La propiedad privada a mayor o menor escala la puede
detentar Pedro Pérez o José Pérez. Pero un propietario de
nuestros días siempre será mucho mejor que un señor feudal
que, aunque en su momento cumpliera su rol histórico, ahora sería
un anacronismo. Pues con el desarrollo de las ciencias, que han hecho al hombre
más libre de sí mismo en relación con los demás, un
señor feudal, para existir en nuestro mundo, tendría que estar
constantemente violando su propia Ley; es decir, lo que él dictaría
como Ley a sus siervos.
De manera que, aunque el mundo dista mucho de ser lo que quisiéramos
que fuera, cada vez son menos los individuos que pueden vivir por encima del
Imperio de la Ley. Y aunque la justicia social se demore un poco, llegará
por igual a todas partes, especialmente en esos países donde los hombres
de Estado y Gobierno roban el erario publico de sus pueblos y cometen los mas
horrendos crímenes de lesa humanidad en nombre de ideas filosóficas
o religiosas.
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