Lindas
cubanas
Tania Díaz Castro, UPECI / CubaNet
LA HABANA, septiembre - No se trata de una crónica lacrimosa para
enternecer los lectores. Se trata, ni más ni menos, que de nuestra cruda
realidad. Les contaré. Yisleydis era una niña ejemplar en su
escuela, según me cuentan algunos vecinos. Como se llevaba bien con
todos, todos la querían. Entre otras cuestiones, es por eso que la
recuerdan con cariño y hasta con pena los vecinos de la intersección
de 27 y M, en el Vedado habanero.
El día que cumplió sus quince años Yisleydis le presentó
su novio a sus padres, empleados de una tienda dolarizada en Centro Habana. El
joven fue bien acogido, a pesar de ser hijo de un matrimonio de piel oscura
condenado a diez años de cárcel por el delito de malversación.
Todos recuerdan a la pareja de jóvenes en la cuadra. Me dicen que
fueron novios más de tres años y que se preparaban para casarse.
Sin embargo, el final de este lindo amor y de esta linda cubana fue todo lo
contrario. Su novio, junto a otros muchachos, huyó del país por
las costas de Cojímar y pereció en la travesía antes de
llegar a "las entrañas del monstruo". Yisleydis, al cabo de
doce meses, contrajo matrimonio con un español de cuarenta y dos años.
Ahora ella ayuda económicamente a sus padres desde España.
Me cuenta un vecino que antes de casarse Yisleydis la gente comentaba de sus
actividades como "jinetera", a pesar de ser buena estudiante e hija única.
El matrimonio se realizó en las oficinas del Ministerio de Justicia,
situadas en la planta baja de un edificio del Vedado.
Dicen que luego de efectuarse la ceremonia, el feliz español exclamó:
"Me llevo a la cubana más linda que ojos humanos vieran". Y que
los allí presentes rieron de buena gana.
En esas oficinas, engalanadas elegantemente para bodas entre cubanos y
extranjeros, se realiza a diario un promedio de veinte matrimonios, la mayoría
de los cuales son entre cubanas y hombres de mucha más edad.
Se trata, sin duda, de una no muy vieja estrategia para emigrar de Cuba, y
así poder librarse de la libreta de racionamiento de alimentos, de
salarios que no representan nada en el hogar, de viviendas cuyos edificios
carecen de mantenimiento y atención administrativa y, sobre todo, para
librarse de la policía, que pide el carnet de identidad a todo joven que
va acompañado de extranjeros.
Pero es una estrategia de la que el gobierno de Fidel Castro extrae una
buena tajada en divisas, pues cobra cerca de mil dólares a cada
extranjero que desea casarse con una cubana.
Pero como todo lo que comienza termina, esperemos que estas lindas niñas
que por estos días inician el nuevo curso escolar en Cuba no se vean
obligadas dentro de algunos años a casarse con extranjeros para mejorar
de vida. Para entonces, es posible que un arcoiris se vea en el firmamento y que
nuestra juventud pueda vivir otra realidad, que una linda cubana no valga un puñado
de dólares, que Cuba pueda ser diferente.
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