A paso de
bastón: Capablanca busca heredero
Manuel David Orrio, CPI / CubaNet
LA HABANA, septiembre - Una casona de los veinte del siglo pasado, ubicada
en el barrio habanero del Vedado, tiene las paredes descascaradas y su iluminación
no satisface los requerimientos de sus destinos actuales, aunque albergue en
muchos de sus visitantes el deseo de heredar al genio ajedrecístico
cubano Raúl Capablanca.
Dos plantas, un intento de jardín y muchos sueños sirven de
sede al Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez de Cuba (ISLA) donde un
grupo de esforzados que cuentan con más o menos apoyo gubernamental
adiestran a más de 200 niños y adolescentes en el dominio del
juego ciencia y aspiran a extender la experiencia a todas las provincias del país.
Resultados, tienen: algunos de quienes pasaron por allí ostentan el título
de Gran Maestro, y uno de ellos, Lázaro Bruzón, está entre
los de mejor ELO del mundo. Su relevo parece asegurado en la persona de un
jovenzuelo de aún acné en las mejillas pero que ya es el benjamín
de los grandes maestros isleños: Lenier Domínguez.
Domínguez, en la tarde pluviosa del 10 de septiembre, recomendó
a un montón de chiquillos que estudiaran mucho, "pues el ajedrez es
sobre todo estudio y pensamiento". Sus palabras inauguraron el curso
escolar del ISLA, en un acto sencillo en el que estuvieron presentes algunas
esperanzas del ajedrez de Cuba... más la bandada de niños que
albergan un sueño.
Cuba sorprende al mundo con sus ajedrecistas, Fidel Castro y lo demás
es aparte. Se ha dicho que es el país de mayor número de grandes
maestros de acuerdo con el volumen de su población, pero la escuela donde
comienza la carrera de los candidatos tiene las paredes descascaradas. Un dato,
sin prejuicio de la entrega de los pedagogos y entrenadores, algunos de los
cuales ni siquiera están en plantilla. Voluntarios llenos de sueños,
gente que ama el ajedrez, allí sobran. Pero cabe preguntar si Capablanca
encontrará heredero, cuando en el ISLA las paredes están
descascaradas.
De apoyos por venir, de reparaciones en proyecto, se habla. Por lo pronto,
el ISLA navega en mares tempestuosos. La institución no es una clásica
escuela deportiva cubana, donde un régimen interno o seminterno brinda
instrucción pública general, más la especializada. Los
alumnos del ISLA asisten a la enseñanza regular y aprenden ajedrez en su
tiempo libre, en medio de las dificultades del llamado período especial.
Uno de esos niños, de apenas 12 años de edad, camina más
de cinco kilómetros tres veces a la semana para alimentar su sueño.
Considerando la accidentalidad de tránsito que padece La Habana, sus
padres le prohíben hacer el trayecto en bicicleta -ni soñar el
transporte público- lo que condujo a un conflicto familiar que concluyó
en la autorización del uso de patines. No exagero: se trata de mi hijo.
Otras dificultades se presentan. Varios de los prospectos concluyeron la
enseñanza primaria, donde las clases son fundamentalmente en la mañana.
Al ingresar en la secundaria, los turnos más importantes pasaron a la
tarde, lo que coincide con la programación principal del ISLA. Por ahora,
para no perderlos, lo inmediato será incorporarlos al curso de un
profesor que enseña por las mañanas, previas coordinaciones con
las escuelas respectivas. Pero eso es paliativo de muy buena voluntad, no solución.
La carga docente de la secundaria no sólo es mayor, sino además
competitiva, por cuanto es el primer paso para intentar el ascenso de la
escalinata universitaria.
No caben dudas de que sobre entrenador y estudiantes caerá mayor
sacrificio y, si bien es cierto que el deporte de alto rendimiento lo incluye,
también lo es que sin infraestructura adecuada "no se llega ni a la
esquina". Son datos, a mi entender, ilustrativos de talentos capaces de
desbordar a los obstáculos -ahí están los resultados- pero
también aviso de hasta dónde se desperdicia energías.
Mientras tanto, el ISLA concluyó la ceremonia con la celebración
de una simultánea entre niños precoces. Por un momento, lo divisé:
entre tableros, vestido de clásico traje oscuro, las manos a los
bolsillos, el fantasma de Capablanca. Buscando heredero.
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