Con el estreno, hoy, de «Los millones de Arlequín», de
Petipa, el Ballet Nacional de Cuba afronta la última semana de su décima
temporada consecutiva de verano en el teatro Albéniz de Madrid. A lo
largo de esta década, según Alicia Alonso, «todos hemos
crecido: la compañía, el público, yo misma. Han sido diez años
muy intensos y extraordinarios».
MADRID. Julio Bravo, ABC.
Septiembre 12, 2001.
Alicia Alonso ha encontrado en el clausurado guardarropa del Albéniz
un perfecto refugio para los entreactos y las esperas entre función y
función. El pequeño cuarto se convierte, en esos momentos, en
lugar de peregrinación tanto de admiradores como de colaboradores. Todo
tiene que pasar por sus manos. En el Ballet Nacional de Cuba, todo depende de
Alicia Alonso.
Han cumplido diez años consecutivos de actuaciones en Madrid, y su
presencia en el escenario de la calle de la Paz se ha convertido ya en una
tradición. «Ha pasado mucho por mi vida en estos diez años
-reconoce Alicia Alonso-; dejé de bailar, presenté coreografías
nuevas... Para la compañía ha sido una etapa de renovación,
y se ha desarrollado un trabajo magnífico en España. Ha sido una década
muy productiva tanto desde el punto de vista artístico como personal. He
hecho amigos de verdad, y eso es lo más lindo que puede pasar».
CUATRO Y CINCO GENERACIONES
Ha sido, dice la directora del BNC, un período de crecimiento. «Ha
sido muy emocionante ver cómo ha ido creciendo el público tanto en
Madrid como en los lugares en los que hemos actuado. Me recordaba mi etapa en el
American Ballet Theatre, en la que el público iba creciendo al mismo
tiempo que nosotros. Y en Madrid se nota. Ya no sólo vienen las personas
mayores al ballet. Hay cuatro y cinco generaciones, aumenta el entusiasmo y el
conocimiento. Ya hay «balletómanos», y es una sensación
extraordinaria».
También, reconoce, ha habido momentos desagradables. «Hemos
tenido que sufrir incomprensiones por parte de algunas instituciones, que no
entienden el papel del ballet dentro de la cultura. Pero no me preocupan, porque
son pocos, y son ellos quienes se están perdiendo algo muy hermoso. Las
artes, y el ballet es una de ellas, son el mayor alimento del ser humano».
Esta última década ha sido testigo también de la
retirada de Alicia Alonso como bailarina. «Echo mucho de menos el
escenario. Pero cuando veo bailar a mis bailarines, yo lo hago con ellos. Me
gustaría dar un brinco y subir al escenario. Pero he encontrado en la
coreografía el cauce donde desarrollarme como artista. Y ahí lo
doy todo». No descansa. «Cuando tenga doscientos años ya tendré
tiempo de descansar -bromea-. La vida hay que vivirla, hay que disfrutar, gozar
y ser útil. Y yo disfruto con tantas cosas. Me fascina la arqueología,
el mundo antiguo, y me fascina la ciencia ficción, la imaginación».
INDIFERENCIA DEL TEATRO REAL
A pesar de encontrarse feliz en el teatro Albéniz, a Alicia Alonso le
queda clavada una espinita, y es la indiferencia con que asegura haber sido
tratada su compañía en el Teatro Real. «El público de
Madrid merece ver al Ballet de Cuba en una gran producción, con todos los
decorados y todos los bailarines en escena. Es al público al que se le
está robando esa posibilidad. Pero hace tiempo que intentamos contactar
con el Real, donde queríamos hacer un «Cascanueces» coproducido
con La Fenice de Venecia, y no tuvimos respuesta. Siempre se nos ha cerrado la
puerta».
Alicia Alonso se siente especialmente orgullosa de haber presentado en
Madrid, junto a su compañía, a varios de los bailarines españoles
que triunfan en el extranjero. «Nosotros les hemos dado la oportunidad de
bailar ballets completos, y ha sido extraordinario. Sólo con la
continuidad los bailarines pueden aprender a respetar el clasicismo, y éste
es la base de todo. Es el cimiento. Con la preparación clásica
dominas el cuerpo, que te permite abordar cualquier repertorio; además,
conoces la historia de la danza y la respetas. Yo no entiendo ese desprecio que
hay en algunos sectores por el ballet clásico. Es como si no se pudiera
leer más literatura que la que se escribe hoy en día, o como si no
pudiéramos oir a Beethoven, a Mozart o a Bach. Nos perdemos mucho que
gozar».
El último título de esta temporada estival es «Los
millones de Arlequín». Se trata de uno de los últimos ballets
creados por Marius Petipa. Se estrenó en San Petersburgo en 1900, y tiene
música de Riccardo Drigo. Apenas se ha repuesto, aunque sí existen
versiones como la realizada por Georges Balanchine, bajo el título de «Harlequinade».
«Ha sido Pedro Consuegra -dice Alicia Alonso-, un enamorado y estudioso de
Petipa, quien ha realizado la reconstrucción, que se va a ver por primera
vez en Europa. Es un ballet ligero, muy alegre y muy colorido, basado en la
commedia dell´arte. Tiene mucha chispa y es muy simpático». |