Se va, sube,
baja, quema... y "no existe"
Manuel David Orrio, CPI / CubaNet
LA HABANA, septiembre - La mañana trajo malas noticias para Rafael,
cantinero de Centro Habana y residente en ese municipio. Alrededor de las diez,
sus vecinos le vieron recorrer el pasillo del edificio donde habita. Su rostro
expresaba ansiedad y desesperanza. Caminaba de un lado a otro, mientras en una
de sus manos sostenía su televisor portátil, víctima de la
oscilación del voltaje del servicio eléctrico. El golpe sorpresivo
descompuso además a dos protectores contra esas oscilaciones -ironía,
ironía- y liquidó para siempre al sistema de ventilación de
un refrigerador doméstico, en tanto que varias lámparas
fluorescentes de apartamentos del mismo lugar humeaban entre amenazas de
estallidos. Dos ancianas de edificios cercanos asistieron al "fallecimiento"
de sus no menos ancianos televisores en blanco y negro, pero una se consoló
con esta frase:
- Bueno, por lo menos ya no veré las mesas redondas.
Por su lado, el entrenador de natación David Manuel recordó
que un ataque anterior, porque son ataques, había semidestruido su
videocasetera, la que permanece en el taller de reparaciones estatales "para
ver qué se puede hacer". David Manuel aceptó un cigarrillo a
su excondiscípulo de la enseñanza secundaria Manuel David -tocayo
al revés- y aconsejó al amigo serenar a Rafael.
- Está a punto de un ataque de histeria. Míralo cómo
camina por el pasillo.
Siete horas después retornó el servicio eléctrico al
barrio de Pueblo Nuevo, se diría que maldecido por apagones y muy
agresivas oscilaciones del voltaje, responsables de vicisitudes como las
narradas. No únicas, no sólo en este barrio: Lucas Garve,
periodista independiente que reside en Mantilla, hubo de pedir prestados
cuarenta dólares -casi el cuádruplo del salario medio mensual-
para reparar su refrigerador doméstico, también caído en el
martirologio. Su colega Aleida Godínez, de Vieja Linda, hace malabares
entre varios equipos telefónicos de mayor o menor tecnología, a
ver cuál de ellos funciona. Todo en tres barriadas bien distantes entre sí.
El verano caliente de una Cuba ya no tanto del picadillo de soya ha traído
a los habaneros la sorpresa de los apagones "que no existen". Desde
meses atrás distintas zonas capitalinas han reportado la presencia
reiterada de los mismos, que parecen presentarse con la recortada regularidad
característica de cuando el gobierno de Fidel Castro admitía una
crisis energética, y planeaba y anunciaba los cortes del servicio eléctrico,
lo que permitía a la población prevenirse de consecuencias, aunque
aún así se estiman en más de 40 mil los equipos de
refrigeración doméstica descompuestos por los asaltos del apagón.
Pero ya no es así, el apagón se presenta sin previo aviso. Más
de una vez acompañado de las temidas oscilaciones del voltaje,
literalmente asesinas de equipos adquiridos con no desdeñables
sacrificios. Y "no existe", aunque llegue sin declaración de
guerra. El discurso oficial le llama "fallas", "interrupciones
por reparaciones o averías" o el diablo colorado. ¡Ay del
periodista o locutor oficioso que pronuncie la palabra prohibida, a juzgar por
lo que se oye y se lee!
Por su parte, los degenerados humoristas del país no tragan. Los
televidentes isleños ya asistieron al retorno de Electricito, personaje
simbólico del funcionario encargado de interrumpir el servicio eléctrico.
Una vez el actor que le encarna casi mata de risa al público del teatro
América, bastión de chistosos criticones. Esa noche, Electricito
se mostraba cual si caminara autoritario por los barrios de La Habana. Su brazo
se alzaba y su voz ordenaba: "¡Tumba catao y pon quinqué!".
El público reía del apagón cada vez más extenso, según
el personaje "arribaba" a Marianao o La Jata, hasta que el humorista
simuló llegar a la zona donde radica el Comité Central del Partido
Comunista de Cuba. Electricito miró a los asistentes, alzó su
brazo, y más autoritario aún ordenó: "¡Vámonos
pa' la Habana Vieja!"
El retorno de Electricito viene de la mano con afirmaciones de economistas,
para quienes la verdadera medida de la economía isleña es si
existen apagones o no, lo que quizás explique la negativa gubernamental a
reconocer el carácter de los que sufre la capital. El apagón
indica, es irrebatible. Más si la prensa oficiosa comunicó durante
el primer semestre del año una visión relativamente optimista de
la situación energética.
Entretanto, el voltaje de las líneas se va, sube, baja, quema... pero
el apagón "no existe".
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