CUBANET .INDEPENDIENTE

11 de septiembre, 2001


Se va, sube, baja, quema... y "no existe"

Manuel David Orrio, CPI / CubaNet

LA HABANA, septiembre - La mañana trajo malas noticias para Rafael, cantinero de Centro Habana y residente en ese municipio. Alrededor de las diez, sus vecinos le vieron recorrer el pasillo del edificio donde habita. Su rostro expresaba ansiedad y desesperanza. Caminaba de un lado a otro, mientras en una de sus manos sostenía su televisor portátil, víctima de la oscilación del voltaje del servicio eléctrico. El golpe sorpresivo descompuso además a dos protectores contra esas oscilaciones -ironía, ironía- y liquidó para siempre al sistema de ventilación de un refrigerador doméstico, en tanto que varias lámparas fluorescentes de apartamentos del mismo lugar humeaban entre amenazas de estallidos. Dos ancianas de edificios cercanos asistieron al "fallecimiento" de sus no menos ancianos televisores en blanco y negro, pero una se consoló con esta frase:

- Bueno, por lo menos ya no veré las mesas redondas.

Por su lado, el entrenador de natación David Manuel recordó que un ataque anterior, porque son ataques, había semidestruido su videocasetera, la que permanece en el taller de reparaciones estatales "para ver qué se puede hacer". David Manuel aceptó un cigarrillo a su excondiscípulo de la enseñanza secundaria Manuel David -tocayo al revés- y aconsejó al amigo serenar a Rafael.

- Está a punto de un ataque de histeria. Míralo cómo camina por el pasillo.

Siete horas después retornó el servicio eléctrico al barrio de Pueblo Nuevo, se diría que maldecido por apagones y muy agresivas oscilaciones del voltaje, responsables de vicisitudes como las narradas. No únicas, no sólo en este barrio: Lucas Garve, periodista independiente que reside en Mantilla, hubo de pedir prestados cuarenta dólares -casi el cuádruplo del salario medio mensual- para reparar su refrigerador doméstico, también caído en el martirologio. Su colega Aleida Godínez, de Vieja Linda, hace malabares entre varios equipos telefónicos de mayor o menor tecnología, a ver cuál de ellos funciona. Todo en tres barriadas bien distantes entre sí.

El verano caliente de una Cuba ya no tanto del picadillo de soya ha traído a los habaneros la sorpresa de los apagones "que no existen". Desde meses atrás distintas zonas capitalinas han reportado la presencia reiterada de los mismos, que parecen presentarse con la recortada regularidad característica de cuando el gobierno de Fidel Castro admitía una crisis energética, y planeaba y anunciaba los cortes del servicio eléctrico, lo que permitía a la población prevenirse de consecuencias, aunque aún así se estiman en más de 40 mil los equipos de refrigeración doméstica descompuestos por los asaltos del apagón.

Pero ya no es así, el apagón se presenta sin previo aviso. Más de una vez acompañado de las temidas oscilaciones del voltaje, literalmente asesinas de equipos adquiridos con no desdeñables sacrificios. Y "no existe", aunque llegue sin declaración de guerra. El discurso oficial le llama "fallas", "interrupciones por reparaciones o averías" o el diablo colorado. ¡Ay del periodista o locutor oficioso que pronuncie la palabra prohibida, a juzgar por lo que se oye y se lee!

Por su parte, los degenerados humoristas del país no tragan. Los televidentes isleños ya asistieron al retorno de Electricito, personaje simbólico del funcionario encargado de interrumpir el servicio eléctrico. Una vez el actor que le encarna casi mata de risa al público del teatro América, bastión de chistosos criticones. Esa noche, Electricito se mostraba cual si caminara autoritario por los barrios de La Habana. Su brazo se alzaba y su voz ordenaba: "¡Tumba catao y pon quinqué!". El público reía del apagón cada vez más extenso, según el personaje "arribaba" a Marianao o La Jata, hasta que el humorista simuló llegar a la zona donde radica el Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Electricito miró a los asistentes, alzó su brazo, y más autoritario aún ordenó: "¡Vámonos pa' la Habana Vieja!"

El retorno de Electricito viene de la mano con afirmaciones de economistas, para quienes la verdadera medida de la economía isleña es si existen apagones o no, lo que quizás explique la negativa gubernamental a reconocer el carácter de los que sufre la capital. El apagón indica, es irrebatible. Más si la prensa oficiosa comunicó durante el primer semestre del año una visión relativamente optimista de la situación energética.

Entretanto, el voltaje de las líneas se va, sube, baja, quema... pero el apagón "no existe".


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