Federico Jiménez Losantos.
El Nuevo Herald. Septiembre 10, 2001.
Madrid -- Alguna vez tendrá que explicar un tal Michael Greene, máximo
responsable de los premios Grammy latinos, por qué decidió súbitamente
llevarse la gala de Miami a Los Angeles, a sólo un mes de su celebración
y cuando las autoridades miamenses habían llegado a un acuerdo con los
grupos anticastristas que, en uso de su derecho a la libertad de expresión,
querían protestar contra los artistas premiados de la isla que viajan
como embajadores de la dictadura. Algunos, como la vieja Omara Portuondo, que
además los retan besuqueando al dictador al cumplir los 75 años, más
de 40 de ellos dedicados a atormentar a su pueblo. Pero por lo visto, a los
exiliados de la Florida no quieren dejarles el derecho al pataleo.
Los organizadores de los premios Grammy para cantantes en lengua española,
con el tal Greene a la cabeza, querían lisa y llanamente impedir que los
cubanos del exilio protestaran contra el castrismo y contra los embajadores
musicales de un régimen abyecto: centenares de presos políticos,
decenas de miles de fusilados, cientos de miles de muertos en el mar huyendo,
casi dos millones de exiliados sobre una población de apenas once
millones. ¡Eso sí que son records, y no los musicales!
Pero Cuba, aparte de la música y de sus tres grandes empresas
mundialmente reconocidas --la represión, la subversión y la
prostitución-- es una verdadera potencia de la manipulación
informativa, para la que siempre halla sicarios o voluntarios.
Había ya un primer acuerdo muy satisfactorio con los anticastristas.
Los alcaldes han estado luchando durante semanas no con los "radicales''
del exilio, sino con el radical mandamás de los Grammy para que la gala
se celebrara en Miami.
Pues bien, ya había acuerdo: los manifestantes se situarían a
una distancia prudencial de donde se entregarían los premios: a 200
metros, el largo de dos campos de fútbol. Pero eso, ay, es muy poco para
las cámaras de televisión, lo único que buscaban los
manifestantes y lo único que trataba de evitar el régimen: 800
millones de espectadores por la CBS. De pronto, Greene dice que se lleva los
premios a Los Angeles porque en Miami no se garantiza la "integridad física
y moral'' de los premiados. ¡"Integridad moral'' de los lacayos de una
dictadura! Lo malo es que ese apaño entre bambalinas de los Grammy, la
CBS y el castrismo conseguirá que los exiliados acaben siendo los malos
de la película, para variar.
Sucede siempre con las víctimas del terrorismo: lo que molesta a la
gente vil no es el crimen, sino que haya supervivientes y que se quejen. Pero lo
de los Grammy, la verdad, "canta'' demasiado. Como decía el Herald,
si quieren amordazar a la gente, que se lleven la gala a Cuba. Y que le den
todos los premios a Castro.
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