CUBANET... INTERNACIONAL

Septiembre 10, 2001



Los cubanos negros no apoyan a Fidel

Luis Aguilar León. El Nuevo Herald. Septiembre 10, 2001.

A Josefa Carolina Quintana

Las falsedades y las mentiras que repite una propaganda política suelen ahogar la verdad. La mentira, además, simplifica las cuestiones y barre los complejos argumentos. "El imperialismo es el culpable de todos nuestros males'' grita alguien en Cuba, o en la Argentina y, sin analizar nada, miles de personas corean el grito o repiten lo bien que se educan los niños cubanos.

Lo cual señala una similitud entre la propaganda y el prejuicio racial. El nombre es expresivo; "pre''-"juicio'', es decir, lo anterior al juicio, la conclusión que se acepta sin pensar en ella. La fórmula es tan cerrada que ni el "juicio'' ni la reflexión le hacen mella: "Todos los cubanos son escandalosos y superficiales''; "los negros sólo sirven para el deporte''; "los judíos sólo creen en el dinero'', son pedradas ideológicas.

De ahí que los cubanos negros, y debería bastar decir "cubanos'', resulten afectados por una triple losa: los residuos del prejuicio racial que sobreviven en Cuba y en el exilio; el peso que la revolución castrista ha arrojado sobre sus espaldas; y la repetida rebajante afirmación de que los negros siguen apoyando a Fidel Castro.

Comencemos por recordar que el prejuicio racial que los españoles impusieron a los indios en Cuba, se expandió cuando llegaron los primeros esclavos africanos. A medida que las poblaciones crecían y el número de esclavos aumentaba, las relaciones entre el amo y sus siervos tenían cierta dimensión familiar. En ese plano, la esclavitud en Cuba fue más tolerante que la de otros países. Pero cuando la producción azucarera se convirtió en la fuente de la economía cubana, la esclavitud intensificó su barbarie. El pavor a que en Cuba se repitiera el caso sangriento de Haití incrementó la vigilancia y provocó múltiples castigos.

Cuando se inició la lucha por la independencia la mayor parte de los negros se unieron a los cubanos que aún tenían esclavos. En la guerra de 1895-98, cuando ya Maceo era el más alto blasón de la independencia, el aporte de los negros fue decisivo. Pero ni la ocupación americana ni la joven república reconocieron plenamente ese sacrificio. Faltos de educación y batidos por la pobreza, los negros se sumaron a la nación, y aprovecharon las oportunidades, pero en general vivían en la periferia de la sociedad. Desde esa periferia, sin embargo, lograron crear uno de los más fecundos tesoros musicales del mundo.

En 1959 llegó el comandante y mandó a parar.

Con su usual mendacidad Castro proclamó haber borrado todas las injusticias y todos los prejuicios que había legado el imperialismo. Así fue como la propaganda "limpió'' ficticiamene al prejuicio racial, mientras la realidad del prejuicio sobrevivió a la propaganda. Por eso, todavía, 40 años más tarde, los voceros del régimen insisten en decir, y muchos exiliados en creer, que "todos los negros apoyan a la revolución''. Un tenue análisis basta para invertir esa mentira. En primer lugar es posible que, unidos en un mismo naufragio, y educados fuera de la protección familiar, blancos y negros hayan limado diferencias y abierto el margen de la convivencia. Pero ahí se detiene la leyenda.

Ciertamente, los negros cubanos no eran partidarios de la violencia política, la cual, como había demostrado la mal llamada "guerrita de los negros'' de 1913, podía proporcionarles duras consecuencias. La acción política les había resultado más fecunda que la violencia. En la revolución de 1933, los negros apenas si participaron, pero durante la democracia (1934-52), el avance legislativo y el aflojamiento de las barreras prejuiciadas les facilitó la vida. En 1941, Santiago de Cuba eligió un alcalde negro que cumplió su término sin tensiones raciales.

Más tarde, ni la exagerada "guerra de guerrillas'', ni el Movimiento 26 de Julio recibieron a numerosos grupos "de color''. Cuando se agotó el entusiasmo revolucionario inicial los negros, como todos los cubanos, tuvieron que ajustarse a la dura realidad. ¿Qué les había brindado la revolución? Misiones brutales, como ir a morir o enfermar en Angola o en Etiopía, donde casi todos los oficiales eran blancos y casi toda la tropa era negra. Escuálida pobreza que los aprieta a ellos más que a nadie. ¿Por qué? Porque muy pocos cubanos negros tienen parientes en Miami, y son los parientes de Miami, los señores del dólar, los que mantienen a sus parientes de la isla.

Así, aislados bajo un régimen que los ha olvidado (¿cuántos ministros, generales o políticos negros se distinguen en el gobierno de Castro?); viendo su religión convertida en un espectáculo para turistas; sin tener muchas vías de escape, la población negra ha resistido la tiranía y ha alzado su voz contra ella. Pero la represión que los vigila, la amargura que los envuelve, el prejuicio que todavía los rodea mantiene una situación injusta que puede volar en pedazos apenas se debilite la dictadura.

Lo cual es otra razón para unirnos a ellos y compartir con ellos su sacrificio y su amargura. Sabiendo que se trata de cubanos cuyas hazañas apenas si se cuentan y que se merecen mucho mejor destino que el que les ha tocado vivir.

www.luisaguilarleon.com

© El Nuevo Herald

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