El autor de Cubanía, cultura y política recibió el
proyecto de la Casa de Nuestra América José Martí de manos
de María Teresa Castillo, presidenta del Ateneo de Caracas. Comprometido
con el gobierno de Fidel Castro, afirma, a los 71 años de edad, que la
revolución sí ha dado felicidad a los cubanos
Pablo Villamizar. El
Nacional - Caracas, Viernes 07 de septiembre de 2001.
Paradójicamente, Armando Hart Dávalos, un hombre que ha estado
comprometido hasta el tuétano con la revolución cubana de Fidel
Castro, desciende de ancestros estadounidenses. Hart, como él afirma, es
el apellido de su abuelo, quien emigró de Kentucky, llegó a Cuba,
y engendró hijos bajo el feliz salitre de serenidad que ofrece toda
cercanía con el mar.
Fue, por 21 largos años, ministro de Cultura de Cuba. Sus reflexiones
en torno a política cultural y al tema de la cultura y el desarrollo están
contenidas en textos como Del trabajo cultural, Cultura en revolución y
Cubanía, cultura y política. Hoy tiene 71 años de edad y es
considerado uno de los investigadores más agudos de la vida y obra de José
Martí y de la relación que existe entre el prócer cubano y
el pensamiento de Simón Bolívar.
Ayer recibió, de manos de María Teresa Castillo, presidenta
del Ateneo de Caracas, el proyecto de la Casa José Martí, inmueble
ubicado entre las esquinas de Veroes y Jesuítas de la parroquia
Altagracia que, próximamente, fungirá como espacio para promover
el intercambio mutuo entre las culturas latinoamericanas y caribeñas. La
idea, de acuerdo a Castillo, es consolidar las relaciones de amistad y
solidaridad entre Venezuela y Cuba.
Hart, quien se caracteriza por exhibir una cabellera tan blanca como la
nieve, afirma que la mayor desdicha que experimentaron los movimientos
revolucionarios del siglo XX, en América Latina, fue divorciar la política
de la cultura. "En Cuba explica no ocurrió esto porque
las ideas sociales siempre tuvieron muchos puntos de referencia con el
pensamiento de José Martí. Debemos buscar, en estos tiempos de
caos, una relación entre el movimiento intelectual latinoamericano y
caribeño y las ideas políticas y sociales sin olvidar, por
supuesto, a la cultura".
¿Políticos intelectuales?
¿Después de 1959 la labor de muchos intelectuales cubanos
ha sido defender la revolución? ¿Esa es la misma tarea del
intelectual hoy día? Desde luego. Tenemos la cultura de la
emancipación. Esa es la que hemos defendido desde 1959 hasta hoy y para
mañana. Porque es la que nos da la solución a nuestros problemas
sociales.
¿Y qué significa hoy ser un intelectual en Cuba? Es
todo aquel que trabaja, o debería trabajar, por la inteligencia y la
cultura. Los políticos también somos intelectuales. No hay que ver
al intelectual sólo como al artista o escritor sino también a
todos los que trabajan con la cultura. Martí, por ejemplo, era un
intelectual y un político. Su grandeza está en que materializó
su saber a través de acciones políticas.
¿Triunfó la revolución desde el punto de vista
cultural o aún queda algo por hacer? Siempre queda algo por hacer.
Queda un mundo por hacer. Lo que hay que hacer junto con Venezuela y con Hugo Chávez.
¿Pero esa cultura de la revolución ha hecho felices a los
cubanos? Sí, claro. Sin esa cultura de la revolución
nosotros no podríamos ser cubanos. Cuando me nombraron ministro de
Educación yo tenía 28 años, entonces recorrí el país
y la gente pedía dos cosas: médicos y maestros. Y nosotros le
dimos médicos y maestros al pueblo. Nos ha hecho felices la voluntad de
un propósito universal, aparte de los médicos, la vivienda, los
servicios y la lucha contra la discriminación. Pero no nos sentimos
satisfechos. Tenemos que aspirar a más.
¿Y usted cree que el intelectual cubano puede aportar al proceso
que se lleva adelante en Venezuela? Sí, con una experiencia muy
sencilla que ustedes no tienen necesariamente que copiar: enseñando a
relacionar la cultura con la acción política.
La literatura cubana del siglo XX arrojó grandes obras como
Paradiso de José Lezama Lima, Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera
Infante y Consagración a la primavera de Alejo Carpentier. ¿Qué
obras contemporáneas deberían integrar esta lista? ¡Hay
muchos!, pero me gusta hablar de los inmortales, como Alejo Carpentier, y de las
otras personas también, pero... más de los consagrados. En esa
lista deberían estar Miguel Barnet, Roberto Fernández Retamar,
Cintio Vitier y Fina García Marruz.
Hay quienes señalan que la revolución dividió la
literatura cubana en dos bandos: los escritores afectos a la revolución y
los exiliados. ¿Cuáles de ellos describen con mayor talento y
sinceridad las realidades de la Cuba contemporánea? Los que están
en Cuba. Si los que salen mantienen a Cuba en el corazón, y vuelven de
vez en cuando, pueden escribir mejor. Las más grandes figuras de la
historia de la cultura cubana, en la segunda mitad del siglo XX, permanecieron
leales a la revolución. Sí hay gente que ha salido fuera de la
isla y ha producido arte, y es arte cubano, pero si no se hubieran ido quizá
habrían podido hacer algo importante.
En su libro Antes del anochecer: Autobiografía, el escritor
cubano Reinaldo Arenas (19431990) planteó la brutal supresión
a la producción intelectual fuera de los delineamientos del gobierno
castrista y la violación de los derechos humanos a quienes tienen
preferencias homosexuales. ¿Esto es verdad? El Ministerio de Cultura
nunca se introdujo en un problema que ni la naturaleza ni la sociedad han dado
soluciones: la homosexualidad. Es un problema universal y en Cuba se ha
planteado en una forma revolucionaria. Todos los jóvenes de América
Latina han tenido alguna vez prejuicios con los homosexuales, pero a mí
ese prejuicio me lo quitó la revolución.
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