Sebastián Arcos Cazabón .
El Nuevo Herald, septiembre 4, 2001.
Parodiando al intolerante en jefe, el fiasco de los Grammy latinos me ha
hecho cuestionar hasta qué punto fue conveniente para nuestra comunidad
invitar el evento a Miami. Después de sopesar los pro y los contra, y
como soy un eterno optimista, he decidido que definitivamente sí valió
la pena. Me explico:
No cabe duda de que hemos hecho un papelazo con la retirada de los Grammy
latinos a Los Angeles, después de toda la conmoción causada por la
invitación a celebrar la ceremonia en Miami. Hemos hecho un papelazo no sólo
los que apoyamos la mudada a Miami, sino también los que se le han
opuesto, porque todos, intolerantes o no, somos ciudadanos de esta comunidad, y
es la comunidad entera la que queda mal parada en este asunto.
El asunto del respeto o no a la Primera Enmienda ya ha quedado eclipsado por
la más fácil --y sensacionalista-- noticia que todos bien
conocemos: que los Grammy se fueron de Miami porque los cubanos somos unos tipos
intolerantes y violentos. El dictador de La Habana, y los enemigos del exilio
cubano en todas partes, están
de plácemes.
Cuando deberían estar de luto. La principal razón de invitar a
los Grammy latinos a Miami, al menos para la mayoría de los cubanos o
cubanoamericanos involucrados, era precisamente demostrar al mundo que los
exiliados cubanos somos amantes de la libertad y la tolerancia. Se trataba de
demostrar que somos mejores, de disipar el espejismo castrista de la ``mafia de
Miami'' como única alternativa a su régimen.
La posible presencia en la ceremonia de músicos de la isla,
amaestrados o no, no representaba riesgo alguno para el exilio y sí mucho
para el régimen, eternamente perseguido por el fantasma de una posible
deserción. Pero el peor fantasma del dictador era la imagen --trasmitida
a 800 millones de televidentes-- de cubanos de ambos lados del Estrecho
celebrando juntos sin su permiso. Desafortunadamente no ocurrió.
Y a pesar de todo, creo que todo el asunto de los Grammy fue un ejercicio
saludable y necesario. Hay dos maneras de aprender a ser civilizado y tolerante:
a través de la educación y la práctica; o a la fuerza. En
La Habana, donde gobierna la fuerza, el señor Greene hubiera podido
celebrar un acto impecable sin un solo conato de protesta. Pero en Miami no
podemos, aunque quisiéramos, prohibirle a una minoría que exprese
su punto de vista, por muy irracional que parezca. De manera que la única
manera que nos queda para aprender democracia es practicándola, aunque
nos demos
de cabezazos.
Algo hemos adelantado. La primera vez consideraron a Miami, pero no
vinieron. La segunda vez vinieron y se fueron. Quizás la tercera vez se
queden. Hace veinte años en Miami se ponían bombas. Hace cinco años
a la Fornés la amenazaron con una bomba. Hace dos años a los Van
Van les tiraron huevos. Este año los protestantes mismos organizaron un
comité encargado de expulsar de la manifestación a todo el que se
pusiera violento. Hasta la ACLU, eterno contrincante de los exiliados
intransigentes, se puso esta vez de su lado.
Yesta vez ni siquiera se puede culpar de todo a los intransigentes. Se
rumora que hay razones económicas tras la mudanza a Los Angeles, y que
Greene es un perfeccionista caprichoso que se va con su música a otra
parte cada vez que algo no sale exactamente como él quiere. Hay indicios
de una extraña relación con políticos que simpatizan con
Castro, y hay quien dice que todo esto se planeó para hacernos quedar
mal.
Al final, quiéranlo o no, la palma se la llevan los intransigentes
que organizaban un acto de repudio contra una señora de 70 años
que lo más que ha hecho es cantar aquello de Siempre es 26. La
irracionalidad de este tipo de protesta se hace cada vez más obvia, y el
resultado es que los intransigentes se van aislando del resto de la comunidad. A
la larga --y como resultado natural del ejercicio democrático-- los
intransigentes se hacen cada vez más invisibles.
Pero no irrelevantes. Toda sociedad democrática sana debe respetar la
diversidad de opiniones, que incluye a los extremos. Si creo que es saludable
para nuestra comunidad que eventos como los Grammy latinos se celebren acá,
también creo que es saludable que nos recuerden que el de Cuba es un régimen
totalitario, y los regímenes totalitarios contaminan a todos los sectores
de la sociedad. Si olvidamos eso, corremos el peligro de olvidar cuán
importante es defender las libertades que disfrutamos aquí. El debate es
lo que hace a nuestra comunidad mejor.
Y a los que pretenden una sociedad mansa y sin controversias, que se muden a
Pyongyang. Yo me quedo con Miami. |