CUBANET... INTERNACIONAL

Septiembre 4, 2001



¿Habrá mutis elegante?

Frank Calzón. El Nuevo Herald, septiembre 4, 2001.

¿Está muriéndose Fidel Castro? Su desmayo reciente durante un discurso en el Cotorro ha intensificado esos rumores. Por mucho que su círculo ha tratado de restarle importancia al incidente, alegando que docenas de cubanos también se desmayaron bajo el calor infernal esa misma tarde, el rumor se ha convertido en virtual industria casera entre los observadores del régimen.

Yo me pregunto: ¿las "docenas de personas'' que se desmayaron durante el discurso del supremo también tienen 75 años de edad y padecen, como él, de varias enfermedades serias? ¿Se desmayaron esos cubanos de aburrimiento, o víctimas de la idiotez que les obligó a soportar otro ridículo discurso bajo los asfixiantes calores de julio? ¿Suelen desmayarse los cubanos así como así estando tan acostumbrados, luego de cuarenta años, a cortar caña durante doce horas seguidas bajo el sol? ¿Deben preocuparse los turistas ya entrados en años ante la posibilidad de desplomarse en el calor de Cuba?

El general Raúl Castro, hermano del líder, ha instado a los odiados americanos a que negocien con Fidel "ahora que todavía están a tiempo''. Habría que considerar también si Raúl sería capaz de una fuga prematura, al estilo de Batista, antes o después de la muerte de Fidel.

No es una idea descabellada: el diario madrileño Diario 16 reveló recientemente los enormes depósitos bancarios que la familia Castro mantiene en Suiza. Fulgencio Batista, el dictador anterior, siempre decía que no abandonaría el poder hasta gastar la última bala. No obstante, mientras que Ernesto Che Guevara capturaba la ciudad de Santa Clara, a 160 millas de La Habana, en aquella madrugada del 1ro de enero de 1959, ya el general Batista estaba en Santo Domingo disfrutando de la hospitalidad del generalísimo Trujillo, con el visto bueno de Estados Unidos.

Será una buena o una mala idea, no lo sé, ofrecerle a Fidel incentivos para que se retire antes de tiempo, aunque eso de "antes de tiempo'' para 11 millones de cubanos significa "con 40 años de retraso''. ¿Y qué hay de los tanteos de Raúl ante lo que dijera su hermano hace unos meses: que si alguien fuese a arrestarle, dispararía a matar? Ese es un planteamiento brutal para un hombre ya entrado en

los setenta.

Claro que Castro se refería a las especulaciones de un posible arresto al estilo de Augusto Pinochet o de Slobodan Milosevic. Fidel no está dispuesto a arriesgar el pellejo ante los tribunales. Ni a arriesgar el pellejo, punto. Castro tiene en su haber una larga historia de bravuconerías frustradas.

En 1948, mientras asistía a un congreso de estudiantes de izquierda en Colombia, sucedieron los motines conocidos como "el Bogotazo'', a los que se unió arengando a los colombianos a dar "la vida por la revolución''. Pero cuando la cosa se puso peligrosa, le suplicó al embajador cubano que lo pusiera en el primer vuelo de carga --de ganado-- que partiera para Cuba.

En julio de 1953, encabezó el histórico ataque al Cuartel Moncada, pero dejaría abandonados a sus compañeros heridos porque "no se dejaría capturar vivo por la policía de Batista''. Habiendo enarbolado la consigna de "victoria o muerte'', Castro buscó protección bajo la sotana de monseñor Pérez Serantes, obispo de Santiago de Cuba. ¡Sálvese quien pueda! Ironías del destino que a su triunfo la Iglesia cubana se viese tan inmisericordemente perseguida.

Y ya consolidado en el poder, Castro ordenó a sus compañeros salir por el mundo a luchar "hasta el último soldado'' en los más remotos lugares. Allá fueron los ejércitos castristas, a las alturas de los Andes y a las selvas de Africa. Y se vio a un Fidel delirante por las victorias y compungido ante las derrotas --pero todo aquél que osó rendirse, como en Granada, fue severamente castigado por el comandante en jefe.

Entonces, ¿a qué debemos atenernos? La salud de la revolución cubana --de lo que queda de ella-- es reflejo de la salud personal de Fidel. Fidel lo sabe. Raúl lo sabe. Casi todos los cubanos lo saben. Fidel no morirá con el fusil en la mano. Y cabe preguntarse si, de hacerlo, cómo rayos lo haría: ¿vestido de combatiente con esos carísimos tenis marca Nike que se le han visto últimamente? ¿Peleando desde la cama de un hospital? ¿Peleando contra quién?

El meollo del asunto es si Castro --y su más íntimo cortejo-- calculan que pueden mantenerse en el poder un tiempo más, suficiente como para que les dé tiempo de morir de muerte natural en La Habana aún con la sartén por el mango. O si, por el contrario, cabe la posibilidad de que opten por jubilarse en tierras extrañas y disfrutar de los años que les quedan con los millones que tienen guardados. Que no nos sorprenda si el último capítulo de este trágico drama resulta ser el más extraño de todos.

Director ejecutivo del Centro para una Cuba Libre.

© El Nuevo Herald

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