Sebastián Arcos Cazabón. Octubre 31, 2001.
El Nuevo Herald
Todavía no se habían extinguido las llamas en el Pentágono
y las torres gemelas y ya un sector de la izquierda había empezado a
justificar la salvajada diciendo que Estados Unidos "se lo había
buscado''. Debo aclarar que no me refiero a la izquierda seria y responsable que
constituye un sector importante de las sociedades democráticas, sino a
esa izquierda radical, amargada y resentida, remanente del marxismo y el
totalitarismo, que se niega a aceptar que el capitalismo democrático
occidental ganó la Guerra Fría.
Curiosamente, esta izquierda resentida coincide con los fundamentalistas islámicos
en su odio irracional hacia Estados Unidos. Ambos grupos coinciden también
en su intolerancia, en su afinidad por un estado centralizado y paternalista, en
su arrogancia disfrazada de compasión por los desposeídos, en su
rechazo a la democracia, la economía de mercado, y la globalización.
Coinciden, en fin, en su rechazo a la modernidad y al progreso.
Y es curioso porque a pesar de las coincidencias, los fundamentalistas islámicos
y la izquierda resentida naturalmente ocupan polos opuestos del espectro político.
Los fundamentalistas islámicos son enemigos acérrimos de muchos de
los principios básicos que esa misma izquierda promueve, tales como la
libertad sexual, la liberación de la mujer, un estado laico con educación
laica, etc. Si los fundamentalistas islámicos derrotaran a Estados Unidos
y dominaran el mundo, la izquierda resentida terminaría bajo el alfanje
de la "policía moral'' de los talibanes. Esta contradicción
demuestra cuán irracional es esta postura de la izquierda resentida.
Pero el odio a Estados Unidos puede más que cualquier contradicción,
y al final los extremos siempre se tocan. El resultado es que, a través
de un interesante proceso de ósmosis filosófica, ambos grupos se
han contaminado mutuamente; la ideología de la izquierda resentida se ha
vuelto un dogma cuasirreligioso, y la religión de los fundamentalistas
islámicos se ha politizado.
El mejor ejemplo de lo que digo son las recientes declaraciones --de una
insensibilidad atroz, rayana en la estupidez-- de la presidente del grupo
argentino Madres de Plaza de Mayo. La señora H. P. de Bonafini se alegró
públicamente de la muerte de 6,000 inocentes, simplemente porque eran
norteamericanos. Al alegrarse por la barbarie contra víctimas
norteamericanas, la señora Bonafini mancha la memoria de su propio hijo,
a su vez víctima de la barbarie. En su afán de culpar a Estados
Unidos, la señora Bonafini prefiere olvidar que su hijo fue asesinado por
militares argentinos, que derrocaron a un gobierno electo por argentinos, que a
su vez era desestabilizado por un movimiento guerrillero de izquierdistas
argentinos. La señora Bonafini --que visitaba a su hija en Cuba el pasado
11 de septiembre-- convenientemente olvida que el régimen cubano ayudó
a precipitar el golpe militar de 1976 con su apoyo a la guerrilla marxista, para
más tarde mantener excelentes relaciones con la junta militar que asesinó
a su hijo, hasta el punto de ayudarla a bloquear los intentos del gobierno de
Estados Unidos de condenar sus violaciones de los derechos humanos. El mismo régimen
cubano que en 1989 apoyó el intento de desestabilizar al gobierno democrático
de Alfonsín en La Tablada.
Yes que la izquierda resentida es también simplista e ignorantona, o
peor aún, se hace. Su visión del mundo está llena de países
ricos conspirando contra países pobres, de buenos y malos, de blanco y
negro. En el mundo de la izquierda resentida, la historia y la realidad se
ignoran sistemáticamente, la objetividad no existe, y Estados Unidos
nunca queda bien. Estados Unidos es malo porque interviene y malo porque no
interviene. Para la señora Bonafini, por ejemplo, Estados Unidos es malo
porque no intervino contra la junta militar argentina que asesinó a su
hijo, pero también es malo porque intervino contra la junta militar de
Noriega que asesinaba panameños. En el Medio Oriente, Estados Unidos es
malo porque interviene en Afganistán, pero también es malo porque
no interviene en Argelia.
El fin de la Guerra Fría ha dejado a esta izquierda al garete y muy
confundida. La alteración de su mundo blanquinegro ha sido tal, que ahora
a la izquierda resentida le es más fácil definir lo que no quiere,
que lo que quiere; de lo que está en contra, que de lo que está a
favor. Es por eso que los vemos manifestándose contra la globalización,
contra la Guerra del Golfo, contra la intervención en Kosovo, contra el
bombardeo a los talibanes, en fin..., contra Estados Unidos.
Y así es como de pronto amanecen en la cama con los fundamentalistas
islámicos.
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