Simple análisis
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad / CubaNet
LA HABANA, octubre - En Cuba, a nivel popular, se comenta que ya se sabe dónde
está Osama Bin Laden. Esas voces aseguran que el terrorista se esconde en
Ciudad de La Habana, debajo de la Mesa Redonda.
De este modo se quiere llamar la atención en cuanto a que el gobierno
de Fidel Castro, o sus medios de prensa (que de hecho es lo mismo porque todos
son propiedad gubernamental), distorsionan la realidad y tratan de beneficiar de
alguna forma a Bin Laden y a los talibanes.
De hecho, toda la prensa -hay que llamarla así aunque son órganos
de propaganda política- gubernamental de Cuba sigue dedicada a tratar de
demostrar que nada más se bombardean objetivos civiles en Afganistán
y a vaticinar que Estados Unidos se empantanará en ese país
centroasiático.
Para ello, alegan que los afganos tienen una experiencia de más de
veinte años de guerra, lo accidentado de la topografía afgana y el
invierno que ya está cerca; al mismo tiempo hablan del empobrecimiento de
ese país y del "cinismo" del presidente George W. Bush que,
junto a las bombas, tira paquetes de alimentos y que quiere que cada niño
estadounidense dé un dólar para cada niño afgano.
La guerra, se sabe perfectamente, tiene crudas realidades, y a veces mueren
personas que ni la desean ni tienen absolutamente nada que ver en ella. La
guerra, desdichadamente, tiene leyes que sólo le pertenecen a ella. Pero
hasta el Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí,
organizó una guerra porque la creyó necesaria.
Los que se encargan de la propaganda contra Estados Unidos en Cuba no
quieren reconocer que al terrorismo hay que combatirlo a como dé lugar,
que el pueblo afgano está a merced de los talibanes y que lo más
civilizado que se puede hacer en esa problemática es ayudar al pueblo
afgano a liberarse de los talibanes.
Los talibanes no tienen la mínima posibilidad de salir airosos en
esta contienda bélica. Lo que tienen delante no es una apariencia de
fuerza aplastante -estrategia ésta a veces usada en la guerra- sino que,
en realidad, es una fuerza aplastante.
El "joven" Napoleón Bonaparte decía que él
tenía una forma simple de saber cuánto podía resistirlo una
nación. La fórmula consistía en conocer de antemano de los
recursos humanos y económicos con que contaba ese país.
Los años de guerra en los que se ha visto envuelto Afganistán
lo único que han servido es para arruinar a ese país, no para
hacer a sus soldados inmunes a las balas, a las bombas, al hambre y al frío.
Pudieron combatir durante diez años contra las tropas soviéticas
porque tenían una inapreciable ayuda del exterior, pero ahora están
totalmente solos. Pero además, si no hubiera existido un Gorbachov, que
sabia y políticamente sacó a los soldados del Kremlin de ese
territorio, es muy probable que todavía las tropas soviéticas -o
rusas- estuvieran como invasoras en Afganistán.
Por mucho que le pese a los enemigos de Estados Unidos de América, o
para hacerlo menos radical, por mucho que no quieran los que no desean que el
gobierno de Bush y la democracia obtengan éxitos, el simple análisis
evidencia que los talibanes, Bin Laden y su organización terrorista
tienen los días contados.
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