CUBANET... INTERNACIONAL

Octubre 29, 2001



Colón y Cuba

El Nuevo Herald. Luis Gómez Amador. Octubre 29, 2001

El 12 de octubre de 1492 Colón topó, literalmente, con un islote en el archipiélago de las Lucayas que bautizó con el nombre de San Salvador. Después de pasar casi dos semanas entre isla e isla, verdadero laberinto marino, se "afincó más y más en su convicción de que estaba en la costa de Asia y no lejos de Cipango'', se fue a descubrir a Cuba --su primer gran descubrimiento-- porque los habitantes de ese islote, que ellos llamaban Guanahaní, le dieron fantásticas noticias sobre ella.

El 23 de octubre anotó en su diario: "Quisiera hoy partir para la isla de Cuba, que creo que debe ser Cipango, según las señas que dan esta gente de la grandeza de ella y riqueza --y no he dado ni doy la vela para Cuba porque no hay viento, salvo calma muerta, y llueve mucho''. El 24 escribe: "Esta noche a media noche levanté las anclas --para ir a la isla de Cuba. adonde oí de esta gente que era muy grande y de gran trato y había en ella oro y naos grandes y mercaderes''.

El sábado 27 de octubre, "antes de la noche vieron tierra. Estuvieron la noche al reparo con mucha lluvia que llovió''. Al día siguiente, domingo 28 de octubre, tiene ante sus ojos su Cipango caribeño: Cuba. "Entró en un río muy hermoso y muy sin peligro --dice el almirante-- que nunca tan hermosa cosa vido, lleno de árboles, todo cercado al río, fermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto, cada uno de su manera. Aves muchas y pajaritos que cantaban muy dulcemente. Había gran cantidad de palmas de otra manera que las de Ginea, de una estatura mediana y los pies sin aquella camisa y las hojas muy grandes, con las cuales cobijan sus casas; la tierra muy llana. Saltó el almirante en la barca y fue a tierra, y llegó a dos casas que creyó ser de pescadores, y que con temor se huyeron, en una de las cuales halló un perro que nunca ladró; y en ambas casas halló redes de hilo de palma y cordeles y anzuelo de cuerno y fisgas de hueso y otros aparejos de pescar y muchos huegos dentro, y creyó que en cada una casa se juntan muchas personas. La hierba era grande como en Andalucía por abril y mayo. Halló verdolagas muchas y bledos. Tornóse a la barca y anduvo por el río arriba un buen rato, y diz que era gran placer ver aquellas verduras y arboledas, y de que las aves que no podía dejallas para se volver. Dice que es aquella isla la más hermosa que ojos hayan visto''. La llamó Juana, en honor del príncipe Juan, heredero del trono.

El 29 embarca y prosigue su exploración, y estando cerca de un poblado "envió dos barcas --las casas diz que eran más hermosas que las que habían visto--. Eran hechas a manera de alfaneques, muy grandes, y parecían tiendas en real, sin concierto de calles, sino una acá y otra acullá y dentro muy barridas y limpias y sus aderezos muy compuestos. Todas son de ramas de palma muy hermosas... Havía perros que jamás ladraron; había avecitas salvajes mansas por sus casas; había maravillosos aderezos de redes y anzuelos y artificios de pescar --aquella isla es muy grande y tan hermosa que no se hartaba de decir bien de ella''. (el almirante se expresaba en la tercera persona).

El 11 de noviembre "le había parecido que fuera bien tomar algunas personas de las de aquel río para llevar a los reyes porque aprendieran nuestra lengua --y que volviendo sean lenguas de los cristianos''. Ese día 11, cinco indígenas cubanos "entraron en la nao (la Santa María), y estos mandé detener e los traigo --y después envié a una casa y trujeron siete cabezas de mujeres entre chicas y grandes y tres niños --esa noche vino a bordo el marido de una de estas mujeres y padre de tres hijos, un macho y dos hembras, y dijo que yo le dejase venir con ellos, y mí me aplogó mucho, y quedan ahora todos consolados con el que deben todos ser parientes y él ya hombre de cuarenta y cinco años''. ¡Qué gesto más conmovedor de amor filial de ese indígena cubano!

Colón buscaba oro ya que no había encontrado especias, el objetivo mayor de su viaje. Le aseguraban los indios que lo había en la parte central de la isla. La palabra "central'' equivalía en su lengua a "nacan''. Cuba central era para ellos Cubanacan. El efecto en la imaginación febril de Colón fue instantáneo: esta isla "no era sino tierra firme; no era Cipango, sino Catayo, la tierra del Gran Can''. Determinó mandarle un mensajero, y escogió a un judío converso llamado Luis Torres que sabía "hebraico y caldeo y aun algo de arábigo''. Lo acompañaba un tal Rodrigo de Jerez. No hallaron al Gran Can ni "la fuente donde nace el oro''. Retornaron el 5 con la noticia de que vieron a mujeres y a hombres "con un tizón en la mano, yerbas para tomar su sahumario que acostumbraban --con el cual adormecen las carnes, y así diz que no sienten cansancio''. ¡Habían descubierto el tabaco, el oro aromático de Cuba!

© El Nuevo Herald

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