Fuegos de
artificio
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro / CubaNet
LA HABANA, octubre - En la fiesta de los gobernantes a perpetuidad no faltan
cada cierto tiempo los fuegos de artificio. Necesitan tener entretenidos a sus
vasallos haciéndolos creer que todo cuanto hacen es en beneficio de
ellos. Hoy develan un monumento, mañana inauguran un memorial, más
tarde maquillan un viejo edificio y le otorgan nuevas funciones, luego
reconstruyen una destartalada escuela y la presentan como una hazaña de
su gobierno, y en cada paso sobran los vítores, las alabanzas, los
aplausos, los discursos.
En los últimos cuatro meses en Cuba se han lanzado decenas de fuegos
artificiales. El antiguo Centro Asturiano, después de muchos años
de abandono, se reabrió como museo; la desmantelada escuela Salvador
Allende, con ciertos retoques y algunos cosméticos, fue reincorporada
como escuela para la formación de maestros emergentes; varias escuelas
remozadas se han reabierto como centros para el adiestramiento de jóvenes
que saldrán a laborar como trabajadores sociales, y en cada inauguración
no ha faltado el enjundioso discurso del gran benefactor.
A falta de la inauguración de verdaderas instalaciones productivas
que contribuyan con el desarrollo económico del país, se despliega
todo un carnaval de celebraciones en las cuales las frases pomposas y
altisonantes, las condecoraciones y los diplomas son la nota sobresaliente.
Exceptuando algún que otro hotel y ciertas infraestructuras para la
explotación del turismo internacional, hace muchos años que en el
país no se celebra la puesta en funciones de una obra verdaderamente
aportadora a la economía nacional.
¿Qué tiempo hace no se inaugura un central azucarero, una fábrica
de cemento, una procesadora de productos lácteos, una empresa textil, un
taller para la fabricación de automóviles, una enlatadora de
frutas y vegetales, un astillero, una fábrica de calzados, una productora
de jabones y perfumes? Los centrales, en su mayoría, son aquellos que nos
legara la República; las procesadoras de productos lácteos siguen
siendo las antiguas Nestle o Nela; la empresa textil sigue siendo la vieja
Ariguanabo; la productora de perfumes, detergentes y jabones la conocida Sabatés.
¿A qué entonces tanta alharaca por una escuelita en Holguín o
un museo en La Habana?
A Cuba le hacen falta termoeléctricas, fábricas de chorizos,
ferrocarriles eficientes, timbiriches de churros, industrias farmacéuticas,
carretillas de frutas en las esquinas, empresas electrónicas, vendedores
de durofrío, y eso no se consigue con discursos y consignas.
Nada hacemos con un gran capital humano, que yo dudo mucho que lo tengamos,
si no tenemos empleo productivo donde usarlo. Nada hacemos con cientos de
trabajadores sociales, si los problemas sociales que enfrentamos los engendra el
propio sistema que gasta más en fuegos de artificio que en verdaderos
festejos de la economía nacional.
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