Los países
no tienen amigos
Manuel David Orrio, CPI / CubaNet
LA HABANA, octubre - Charles de Gaulle acostumbraba a decir que "los países
no tienen amigos, sino intereses". Tales palabras parecen bastante
apropiadas para entender las últimas noticias isleñas, primerísima
de las cuales es la anunciada decisión rusa de cerrar sus bases militares
y de escucha electrónica en Cam Ranh, Vietnam, y la cubana de Lourdes.
Una nota oficial del gobierno de Fidel Castro expresó su desacuerdo
con semejante acto, en el caso de Cuba, en primer lugar con el argumento de que
retirarse de la instalación de Lourdes "era un mensaje y una concesión
al gobierno de Estados Unidos que constituía un grave peligro para la
seguridad de Cuba ...", lo cual pareció avalado desde Moscú
por el general de la inteligencia retirado Nicolai Leonov -vinculado a Raúl
Castro desde antes del triunfo revolucionario de 1959- quien literalmente denostó
contra la decisión del presidente Putin y recordó la historia de "deslealtades"
soviético-rusas hacia un aliado del Caribe que cada vez parece serlo
menos. "Rusia se comporta incorrectamente con aquellos países que
han estado dispuestos a apoyar relaciones de aliados. Esto es lamentable para un
Estado. ¿Quién querrá ser aliado nuestro? Difícilmente
alguien", afirmó Leonov.
Entretanto, La Habana de a pie pulula de comentarios de todo género,
incluidos los originados por la ignorancia absoluta de compatriotas enterados ¡nada
menos que ahora! de la presencia en la isla de una base militar extranjera
distinta a la existente en Guantánamo bajo mando estadounidense, lo cual
mucho avisa sobre el estado de desinformación padecido por el cubano de a
pie, más cuando anteriores reportes de la prensa oficiosa no se han
referido al llamado Centro Radioelectrónico de Lourdes.
La gente habla y provoca anécdotas como la relatada por Adolfo Fernández
Saínz, del opositor Partido Solidaridad Democrática, quien
coincidió en una parada de autobuses con un grupo de estudiantes que
discutían apasionadamente sobre el caso de Lourdes. Diríase
buscando un oráculo, los escolares abordaron a un militar presente y le
preguntaron su opinión. Éste respondió: "Lo que hace
falta ahora es que los afganos resistan".
El relato de Fernández, donde lo hizo, provocó risas de las
buenas. Uno de quienes escuchó dijo que en cualquier momento surgiría
la variante de una conocida consigna guevarista: "Crear dos, tres, muchos
Afgam". De mano en mano, mientras tanto, circulaba la declaración de
la también opositora Corriente Socialista Democrática Cubana, que
no exenta de irónico humor saluda la decisión rusa de retirarse de
Lourdes y observa tres razones para sentir agrado: se desmantela uno de los últimos
valores de la Guerra Fría, se retira una presencia militar extranjera y
se da un paso importante para la retirada de las tropas norteamericanas de la
base naval de Guantánamo.
"Los países no tienen amigos, sino intereses", decía
de Gaulle. Las diversas reacciones aquí narradas parecen avalarlo. La aún
por estudiar compleja historia de las relaciones soviético-ruso-cubanas,
sirve ante todo como lección ejemplar, muy especialmente para Cuba. Sólo
intereses mueven los convites entre naciones. Rusia lo acaba de demostrar, más
en el caso de Fidel Castro que en el de la isla. La nota oficial del gobierno
isleño denuncia un supuesto peligro para Cuba, presente en el Bye bye,
Lourdes, cabe preguntarse cuál peligro.
A menos que la isla o su gobierno se involucren como cómplices o
actores en el ejercicio de las llamadas amenazas globales, parece bien
improbable que Estados Unidos emprenda acciones militares contra la tierra de
José Martí, sobre todo porque de hacerlo sin probar
fehacientemente tal condición amenazadora no gozaría del apoyo
internacional con que ha contado para operaciones como las de Irak, Yugoslavia o
Afganistán. Estados Unidos está totalmente aislado en su política
de sanciones económicas hacia Cuba. ¿Cómo, con qué,
ganaría consenso para avances mayores?
Llama poderosamente la atención que un grupo opositor a Castro como
la Corriente Socialista Democrática Cubana reivindique una suerte de
nacionalismo adversario de la presencia de bases militares extranjeras en el
territorio nacional, mientras el gobierno de Cuba se queja de la liquidación
de una de éstas, sin siquiera apuntar el interesante dato representado
por el hecho de que hasta ahora Estados Unidos tiene menos argumentos para
permanecer en Guantánamo. Paradojas de esta Cuba rumbera. Los acusados de
anexionismo en todas las esquinas -los opositores, tómese nota- devienen
nacionalistas, los nacionalistas a ultranza, incluso contra el ansia de libertad
de los nacionales, ¿a qué se parecen?
Cada día, cada hora, se hace cada vez más evidente que el
verdadero siglo XXI comenzó el 11 de septiembre. Lo inauguró un
crimen salvaje, que junto a sus víctimas sepultó de una vez por
todas a la lógica política de la Guerra Fría, o a lo que
quedaba de ella, quizás con la excepción de los valores museables.
Si apenas meses atrás Moscú y Beijing andaban a la greña
con Washington a propósito de Yugoslavia, hoy van cogiditos de la mano
con Estados Unidos en lo referente a Afganistán. Podrá criticarse
esa creciente unipolaridad, que por cierto se acompaña de un no menor
ascenso de lo alternativo, desde la política a la cultura. Pero lo que no
parece racional es diseñar una política exterior de terca
ignorancia hacia esas realidades mundiales, signadas por una emergencia nunca
antes vista en el ejercicio de los derechos humanos. No por amor al arte
comparte Kofi Annan y Naciones Unidas un Premio Nóbel por la Paz.
"Los países no tienen amigos, sino intereses", es buena
lección para el gobierno de Fidel Castro, más cuando el viejo
aliado es conducido por alguien que parecía "amigo", dada su
condición reciclada de oficial de la KGB. Putin, ahora, se sabe al frente
de un interés nacional de potencia venida a menos, muy consciente de la
locura que para su economía puede representar un presupuesto militar
ubicado un milímetro más allá del concepto de "defensa
suficiente". Rusia quiere paz, gobernabilidad, libertad y dinero. El Centro
Radioelectrónico de Lourdes en nada se relaciona con esas aspiraciones. Más
temprano que tarde iban los rusos a decir adiós.
¿Qué de nuevo representa para Cuba la decisión rusa?
Depende de cómo se mire. Si se parte de la política exterior del
gobierno de Fidel Castro sin perder de vista lo que hace al interior, se perdió
una carta de ¿negociación? geopolítica de valor. Si se mira
desde el punto de vista del interés popular profundo, deseoso de un
acercamiento con Estados Unidos hasta por razones familiares, desaparece un foco
de tensión entre el Potomac y el Almendares, aceptada la improbabilidad
por motivos de coyuntura internacional de una agresión militar
estadounidense a la isla, siempre y cuando ésta no se involucre en jugar
a las amenazas globales. Corresponde a los Estados Unidos tomar nota de la
diminución del llamado peligro cubano, y corresponde al gobierno de Cuba
acabar de entender que su agenda de política exterior ha de abandonar la
lógica de la Guerra Fría, para pasar hacia una diplomacia fundada
ciento por ciento sobre los derechos humanos, lo cual comienza por la valentía
política de suscribir cuanto pacto de Naciones Unidas contribuya al pleno
ejercicio de esos fueros; en primer lugar, los de derechos políticos y
civiles, y de derechos económicos, sociales y culturales.
Por un minuto, sólo por un minuto, pongámonos en el lugar del
gobierno cubano: ¿existe otro camino si en verdad se pretende llevar a Cuba
a un status de primer mundo, aún cuando sea desde una lógica de
preservación de poder? Sí, existe otro: ignorar la realidad y ver
al planeta pasar por delante como una locomotora, bien ocupadas la mayoría
de las naciones en viajar a tono con sus intereses. Bien conscientes, diría
de Gaulle, de que "los países no tienen amigos".
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