La lógica
del sin sentido
Oscar Espinosa Chepe / CubaNet
LA HABANA, octubre - El ministro-presidente del Banco Central de Cuba (BCC),
Francisco Soberón Valdés, expuso recientemente que "Cuba es
el país mejor preparado del mundo para enfrentar los problemas económicos
y financieros derivados de la compleja coyuntura internacional". Este
criterio lo expresó en ocasión del Día del Trabajador
Bancario, el 13 de octubre, según informó el periódico
Trabajadores.
Adicionalmente, el ministro-presidente señaló: "Como
resultado de nuestro sistema socialista, libre de una moneda que pueda emplearse
con fines especulativos en el mundo, así como de los efectos de las
bolsas de valores, los altibajos que hoy padece la economía de mercado
repercuten aquí en menor cuantía..."
De estos criterios se desprende el absurdo que es elemento de estabilidad
tener una moneda nacional desvalorizada, con poder liberatorio interno
extraordinariamente limitado, y que carecer de mecanismos de canalización
del ahorro para potenciar el desarrollo como hacen hasta naciones de economía
centralizada (Vietnam y China) "protege" contra la incidencia negativa
de la desaceleración económica global.
Por esa vía podría inferirse que es suerte para los cubanos
estar inmersos hace más de diez años en la interminable crisis que
los afecta, que el país tenga deuda externa per cápita de las más
altas del planeta, que los salarios que devengan los trabajadores son
insuficientes para vivir, que por cada dólar de bienes exportados se
importen tres, que exista tremenda dependencia respecto al exterior en materia
alimenticia mientras cientos de miles de hectáreas de tierra permanecen
sin cultivar o subcultivadas, que apenas haya acceso al crédito
internacional, que el país no pertenezca a organismos financieros
internacionales que pudieran ayudar con sus préstamos en caso de
apuros... y sería interminable la lista de problemas que afronta
actualmente la economía cubana.
Lejos de ser más independiente y por tanto más protegida de
factores externos adversos, la economía cubana se hizo más
dependiente en los últimos años al efectuarse algunas aperturas en
cuanto al turismo, la recepción de remesas y las inversiones extranjeras,
al tiempo que mantiene bloqueado el desarrollo de las fuerzas productivas
internas.
Las consecuencias de esta política económica están a la
vista. Los efectos del agravamiento de la situación económica
mundial inmediatamente se sintieron en Cuba. Esto se aprecia en la escasez de
algunos productos básicos, en el incremento de los cortes del servicio de
electricidad, en la creciente desvalorización del peso cubano, en el
cierre total o parcial de centros laborales relacionados con el turismo y en la
consiguiente pérdida del trabajo -al menos momentáneamente- para
muchas personas.
Todo esto causa incredulidad de la ciudadanía ante un futuro incierto
e inestable, que augura calamidades y sufrimientos adicionales.
La perspectiva real de que la sociedad cubana empiece a padecer el segundo "período
especial", sin que haya terminado el primero, convierte en lógica
del sin sentido las recientes declaraciones del ministro-presidente del Banco
Central de Cuba.
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