A paso de
bastón: caen bombas y las dudas me asaltan
Manuel David Orrio, CPI / CubaNet
LA HABANA, octubre - Dice el refrán que cuando Washington estornuda
algunos países padecen de gripe y otros de pulmonía. Con este
decir se alude a la enorme influencia de Estados Unidos en el panorama mundial y
al impacto provocado por la nación del Potomac en el devenir del planeta.
Washington no sólo estornudó el 11 de septiembre. Fue objeto
de ofensa terrible, ni siquiera justificada por quienes consideran a Estados
Unidos "imperio del mal". Oriana Fallaci, en su impresionante serie de
tres relatos sobre lo ocurrido ese infausto día, califica de "chicharras
de lujo" a quienes a propósito de la tragedia se atreven a decir que
"les está bien empleado a los norteamericanos". Fallaci, tan
explosiva, tan temperamental, es benévola. Yo les llamo imbéciles.
Guste a quien guste, pese a quien pese, las realidades de la política
y de la economía son hechos tan tercos como los de la guerra. No se les
puede evaluar sin mirar hacia los Estados Unidos. En el caso que nos ocupa, bien
adentro. Al corazón del país que Martí, el mayor de los
cubanos, admiró y criticó. Es de esperar que ante ofensa tan
terrible la nación del Potomac reaccione como lo ha hecho. Aborrezco la
guerra. Opino que provoca más problemas que los que soluciona, pero no
dejo de preguntarme si el Talibán dejó a Estados Unidos otra
alternativa.
Fácil, muy fácil, rememorar a John Lennon para exigir que le
den un chance a la paz. Fácil, muy fácil, hacerlo en las calles y
no en la inmensa soledad del Despacho Oval. Perdónenme, si ofendo. Nadie
mencionó al autor de Imagine cuando el Talibán coronó el
proceso de autodestrucción nacional vivido por Afganistán a lo
largo de tantos años, Bin Laden incluido.
Según observo, al paso de mi bastón, ciertos críticos y
apologistas de hoy parecen ciegos ante esos antiguos "daños
colaterales". Como si no existieran. Entretanto, intento recordar a la bellísima
afgana que estudió medicina en Cuba como condiscípula de mi
primera esposa. Trato de recordarla, pero no puedo imaginarla impedida por el
Talibán de ejercer en su país la noble profesión para la
cual se preparó, casi coleccionando excelentes calificaciones.
Las dudas me asaltan y las bombas caen en Afganistán. Pero un duende
reitera que las realidades de la política y de la economía lo son
tanto como las de la guerra, y Cuba no es ajena.
La amenaza global representada por el terrorismo tiene preocupado a más
de uno en la isla. Tuve oportunidad de conversar en un café con un
oficial de las fuerzas armadas, que se extendió sobre esta posibilidad: a
cualquiera se le puede ocurrir estrellar un avión contra La Raspadura,
como el pueblo llama al monumento a José Martí situado en la plaza
habanera del mismo nombre. Este es dato, simple dato, de hasta cuánto
existe desazón en las estructuras del poder isleño acerca del
terrorismo. Lo cual quizás explique ciertos vaivenes de la política
cubana. Por un lado, la prensa oficiosa sólo destaca los bombardeos
norteamericanos y apenas apunta la diabólica bendición de Bin
Laden a los ejecutores del atentado del 11 de septiembre. Por el otro, el
gobierno de Fidel Castro se apresura a ratificar cuanto pacto antiterrorista se
haya acordado en Naciones Unidas, y bienvenida sea la decisión. Si escuché
bien, torturados los oídos por las interferencias gubernamentales a Radio
Martí, el presidente George W. Bush hizo borrón y cuenta nueva
para aquellos países amigos del terrorismo que a partir de ahora alcen la
espada frente a los terroristas. Bienvenida, también, esa decisión.
Entretanto -política y economía- la calle habanera concentra
inquietudes y rumores en el impacto que la situación actual tendrá
en la economía cubana. Si Washington estornuda... el dólar
comienza a elevar su precio en el mercado informal. Las casas de cambio ya lo
compran a 23 pesos, en algunos municipios habaneros los tratos de la calle lo
mercan a 25, y el pronóstico es que llegará a 30. La evidente
merma del turismo -a tono con las tendencias del planeta- se une a sospechosos
desabastecimientos en las tiendas de recaudación de divisas, al tiempo
que "Malanga y su puesto de viandas" especulan sobre el aumento o
disminución de las remesas familiares por llegar a Cuba. Lo global, lo
local, se dan la mano.
Por primera vez, a mi juicio, el cubano de a pie se ha sentido parte de los
procesos globalizadores. El temblor de alas de mariposa en Tokio provoca
terremoto en San Francisco, y la terrible imagen de la caída de las
torres gemelas eleva el precio del dólar en La Habana, no obstante el
aislamiento significado por el embargo y sus derivados.
¿Qué ocurrirá, qué nuevos escenarios traerá
a la isla la actual situación mundial? Incógnitas, puras incógnitas.
Entretanto, caen bombas y las dudas me asaltan.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|