Piratas y
terroristas
Tania Díaz Castro, UPECI / CubaNet
LA HABANA, octubre - La piratería, tan vieja como la civilización
actual, estuvo compuesta desde sus inicios por bandas de individuos que cometían
actos de terror contra sociedades organizadas. Su propósito era
aterrorizar al mundo. Es el antecedente del terrorismo de nuestros días.
Los corsarios y piratas, aquellos sujetos crueles y despiadados que no se
compadecían de los que trabajaban, que destruían los bienes de
otros, son sustituidos por los Bin Laden de hoy y por regímenes que los
cobijan, como el del Talibán.
Ejemplo reciente: el bárbaro ataque a los edificios del centro
mundial de comercio en New York y al Pentágono en Washington, donde
murieron miles de personas mientras realizaban sus labores diarias.
En el siglo I antes de Cristo los romanos sostuvieron cruenta guerra contra
los piratas que infestaban el Mediterráneo. El general Pompeyo, que se
empeñó en destruirlos, los atacó en sus guaridas y acabó
con todos en menos de noventa días. Sin embargo, a partir del siglo VIII
la piratería estaba representada principalmente por los árabes.
En el año 1400 dos de sus más famosos piratas fueron Horuc y
Kair Ed-Dín, hermanos conocidos por el apodo de "Barbarroja", árabes
acaudalados, dueños de la capital de Argelia. El primero de ellos cayó
en manos de los españoles en 1518 y el segundo tuvo igual suerte varios años
después.
También el Mar de las Antillas fue objeto de la piratería más
feroz. El corsario inglés Francis Drake dirigió numerosas
expediciones de muerte y horror contra las colonias españolas en América.
Por esa época se conoce además que la costa Trucial Omán,
en el Golfo Pérsico, brazo de mar entre Irán y Arabia Saudita,
sirvió de base a numerosos piratas que hicieron grandes estragos al
comercio.
Gracias a la civilización del hombre occidental y a sus adelantos
científicos pudo erradicarse la piratería. Uno de los gobernantes
que se empeñó en lograrlo fue Tomás Jefferson, tercer
presidente de los Estados Unidos.
Durante su mandato, comprendido entre 1801 y 1809, Jefferson fundó el
cuerpo de marines, quienes se enfrentaron a la base pirata situada en la ciudad
libia de Trípoli, donde ahora gobierna Muammar el Khadafi. Allí
rescataron a un grupo de civiles norteamericanos rehenes de los piratas.
Hoy parece que la historia se repite. Esta vez es el presidente de Estados
Unidos George W. Bush quien responde al terrorismo internacional.
Con proporciones mucho más macabras y crueles, los piratas de estos
tiempos hicieron blanco de sus acciones criminales del 11 de septiembre a
trabajadores estadounidenses y de sesenta países. Junto a la ONU y en
alianza con las naciones democráticas del mundo, Estados Unidos toma de
nuevo el camino correcto: iniciar la guerra necesaria para erradicar la red Al
Qaeda y a su tenebroso jefe Osama Bin Laden, terroristas confesos.
Más del 90 por ciento de la población estadounidense apoya a
su presidente, y no se equivocará. Como a los piratas de ayer, capturados
y ahorcados en las plazas públicas, a los terroristas de hoy les llegará
su final pronto.
Hay extrañas coincidencias entre la piratería de siglos
pasados y el actual terrorismo internacional. Como dato curioso debemos señalar
que la isla de Cuba también hizo su aporte con numerosos piratas que
llenaron de terror a hombres y mujeres que navegaban pacíficamente,
aunque fue Diego Grillo quien alcanzó mayor notoriedad. En 1673 los españoles
lo capturaron y fue ahorcado junto a varios de su grupo.
El espíritu positivo que encierra la lucha contra el terrorismo
internacional vencerá como se venció en la lucha contra la piratería,
la esclavitud y otras fuerzas diabólicas, oscuras, que fueron arrasadas
por la luz de la inteligencia, de la civilización humana.
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