CUBANET .INDEPENDIENTE

11 de octubre, 2001


Ganado vacuno: pasos atrás y sin esperanzas

Lázaro Raúl González, CPI / CubaNet

PINAR DEL RIO, octubre - La carestía de leche y de carne de res sigue al orden del día en Cuba. Quien puede revertir esta situación, la masa ganadera, sigue bajo fuego cruzado. De un lado, la pésima administración estatal, propietaria de la mayoría de los rebaños del país. Del otro, la mano del matarife furtivo, ejecutor del ilegal hurto y sacrificio de ganado.

El propietario en jefe de la ganadería cubana, el Estado, poseedor de entre tres y cuatro millones de reses, es el padre del descontrol. Por ejemplo, ahora mismo se calculan en miles las cabezas de ganado mayor faltantes en el CAI arrocero Los Palacios, no obstante que para camuflar las pérdidas los funcionarios disminuyen el número de nacimientos en sus informes.

Por tanto, nadie está en condiciones de declarar con exactitud la cantidad de reses existentes en Cuba. En los papeles hay unas cifras, en la vida real hay otras, y mañana cambiarán. Pero en lo que sí hay consenso es en que la masa de ganado baja, baja, baja y baja, por lo que se dice que cualquiera que sea la cifra exacta de reses en la isla es tres veces menor que la existente hace 42 años.

Cada vez que cualquier entidad del Estado, incluida la prensa, trata de explicar al pueblo la causa por la que no hay carne de res o leche por la libre, como siempre la hubo antes de 1959, los funcionarios caen en el charco de las incongruencias: que si no hay pienso, que si el desvío de recursos (como llaman al robo los burócratas estatales cuando el ladrón es funcionario del Estado), que si el bloqueo (como llaman al embargo), que si esto o lo otro. Al final del asunto, al culpable lo hallan en la masa trabajadora para que nadie pueda cuestionar las bases mismas del sistema.

Sin embargo, la mayoría de los analistas independientes achacan la escasez de carne y leche al régimen de propiedad que el gobierno le impuso a los ganaderos.

Según M. Rodríguez, veterinario y residente de Pinar del Río, "ni la técnica funciona igual cuando no hay dueño".

La fuente agregó: "Cuando al campesino cubano se le enferma una vaca, de inmediato viene a buscarme, pero cuando se trata del animal perteneciente a cualquier granja del Estado me avisan cuando ya puede ser tarde".

De hecho, el gobierno de Fidel Castro admite la situación anómala cuando decidió suministrar algunas cuotas de alimentos adicionales a los niños bajos de peso o de talla para su edad.

En cuanto a la política del gobierno de Castro de controlar la ganadería, tiene un par de resultados: tremendo descontrol y menores desnutridos.

Pero aunque la carne que el Estado le vende a la población es más bien simbólica, algunas onzas per cápita al año, en Cuba hay personas que comen carne eventualmente. Por supuesto, la pagan a altos precios en el mercado ilegal, donde la libra de carne de res ya se cotiza entre 30 y 40 pesos, con tendencia a subir en estos tiempos, por lo que disminuirá el número de los que pueden pagar esa suma.

El segmento que supuestamente no debería ingerir carne de res, el de los dirigentes comunistas, lo hace por lo que, a pesar de las "toallas tiradas", cada vez son más frecuentes los "mayimbes" de cualquier categoría implicados con las mafias dedicadas al hurto y sacrificio de ganado mayor, o que forman parte de ellas.

El hurto y sacrificio de reses puede menguar por épocas, pero no cesa. Estadísticas publicadas recientemente por el gobierno evidencian el incremento de este tipo de actividad en la provincia Pinar del Río, según las cuales hasta agosto se habían robado 33 animales más que en igual período del año 2000, y 434 más en comparación con todas las reses perdidas en 1999.

Si esto es lo reportado, ¿qué será en la vida real?

Entre el despelote de la administración pecuaria estatal y el hambre de la población se encuentra el cuchillo de los matarifes. Ni la fiebre aftosa hubiera podido diezmar a la masa ganadera cubana con tanta eficiencia.

Para Alberto B.., economista vinculado al sector pecuario, ni siquiera la transición hacia la democracia garantizaría el rápido restablecimiento de la masa ganadera.

"Después del cambio de gobierno harían falta entre 15 y 20 años para empezar a obtener resultados, pero lo que nadie puede calcular es cuándo sucederá lo primero", sentenció el economista.

Mientras tanto, el holocausto de reses continúa.


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