Donaría
órganos para ayudar a su familia
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad / CubaNet
LA HABANA, octubre - Supe que hacía varios días él
trataba de hablar conmigo. Nos encontramos este lunes ocho en cierta casa de
Managua, poblado de La Habana. Es persona con tristeza en el rostro.
Comenzó diciéndome, como disculpándose, que lo que iba
a plantear quizás no tuviera ninguna importancia para mí, que tal
vez yo pensaría que su situación carecía de importancia. A
continuación declaró: "Pero como usted es periodista, es
probable que pueda ayudarme a vender mis órganos para poder ayudar a mi
familia".
Sólo atiné a confesarle que nunca antes me habían
planteado semejante asunto. Cuando salí de la sorpresa inicial, y sin
haber coordinado aún los pensamientos, le pregunté por que hablaba
en plural. El me contestó: "Dono todos los órganos si es
necesario, porque lo importante es que los míos puedan salir adelante".
Antonio Esquijarosa Falcón, que es como se llama esta persona, cumplió
37 años, nació en la ciudad de Cárdenas, en la provincia
Matanzas, y actualmente reside en el poblado de Bejucal, en la provincia La
Habana.
Dice que tiene dos hijos, la hembra tiene 18 años y el varón
3, y cinco hermanos. Chapistero de profesión, aunque está
desempleado.
Con lágrimas en los ojos, Esquijarosa reveló que dos de sus
hermanos presentan serios problemas de salud, que no podía comprarle ni
ropa interior a su hija, que su vivienda y la de sus hermanos están en
muy mal estado, por lo que llegó a la conclusión de que para
ayudar a su familia la única oportunidad posible es que alguien en el
extranjero le compre sus órganos vitales.
"Estuve dos años preso, entre 1996 y 1998, por el delito de
lesiones. Me defendí de una provocación y terminé
encarcelado. Como tengo antecedentes penales no puedo conseguir buenos empleos",
aseguró Esquijarosa.
Este hombre, de casi seis pies de estatura, blanco, joven, y al que pudiéramos
calificar de "bien parecido", parece como si lo hubiera perdido todo.
Nos despedimos con la promesa de mi parte de que volveríamos a vernos
pronto. "Hay que mantener la fe", le dije. El sentenció: "Sí,
aunque ya yo la perdí toda".
A veces los periodistas, sin quererlo, servimos de vehículo para que
alguien lance al mercado su propia vida o parte de su vida. Pero el interés
humano de este tipo de historia va más allá de cualquier posible
transacción comercial, sea esta digna o indigna, de acuerdo a la valoración
personal de cada cual.
Al rato de haberse marchado este cubano atenazado por la desesperanza,
recordé que se cumplían 34 años de la muerte del Che
Guevara en Bolivia. Abro el periódico Trabajadores y, en el artículo
del oficialista Renato Recio, leo: "El hombre nuevo, efectivamente, había
estado naciendo, y su imagen inacabada, pero real, mostraba su perfil en
millones de cubanos..."
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