Los pequeños
fugitivos
Miriam Leiva / CubaNet
LA HABANA, octubre - El sentido del humor y la ironía parecen haber
sido siempre los mecanismos de defensa del cubano para enfrentar las más
difíciles situaciones, por lo que no es de extrañar la pregunta
que una vecina hace a la otra: "¿Llegaron 'los pequeños
fugitivos'?" La interrogada, con admiración, le riposta preguntándole:
"¿Te refieres a los actores de la serie infantil de televisión?
No sabía que visitarían el barrio". De pronto, se oyen
carcajadas y la respuesta: "No, los huevos".
El asunto es que la venta de huevos de gallina, el más económico
suministrador de proteínas cubano, actualmente se encuentra más
reducida aún: seis en lugar de los doce pér capita que se podían
comprar en La Habana por la cuota de racionamiento, y en provincias cuatro, y
ocasionalmente hasta dos. Incluso apenas se ve el producto en las tiendas
dolarizadas, donde se forman colas para adquirir las limitadas cantidades a la
venta, que desaparecen en un abrir y cerrar de ojos.
Como suele suceder en este país, donde se publica más lo que
acontece en el extranjero que lo que ocurre en la isla, surgen las bolas o
comentarios callejeros. Algunas bolas atribuyen el problema a que las gallinas
no quieren poner en este tiempo, y otras aseguran que no hay pienso.
Pero hoy, precisamente, compré la revista Bohemia y confirmé
la noticia sobre "los pequeños fugitivos": No hay pienso, no se
augura solución del problema, y como es habitual la culpa la tiene el
bloqueo norteamericano. Los propios articulistas reconocen que es difícil
achacárselo, pero a renglón seguido se esfuerzan por demostrar la
tesis.
En las cinco páginas de alegaciones del escrito en cuestión,
no hay datos que sustenten que la supuesta recuperación económica
luego de diez años de período especial permita a Cuba adquirir los
productos que debe importar de los mercados tradicionales.
El embargo estadounidense, o bloqueo, como le denominan en Cuba, dura ya
cuarenta años pero no se ha sido capaz de sustituir importaciones y
ampliar los rubros de exportación a fin de contar con dinero suficiente
para mantener el suministro estable de los artículos esenciales de la
dieta comprándolos en el resto del mercado internacional.
El cubano está sometido a una dieta impuesta aunque desee variar su
alimentación, porque las opciones propagandizadas por el estado son
vegetales y tubérculos. Indudablemente, muy saludables pero que no
cumplimentan las necesidades nutricionales, ni palatales ni monetarias, de la
mayoría de la población.
Coincidentemente, en el mes de septiembre se anunció al pueblo que se
le rebajaría del racionamiento una libra de azúcar morena por
persona al mes, en cuyo lugar se vendería ocho onzas de aceite
comestible. No se explicó que ese aceite era el mismo que se debía
suministrar habitualmente, pero que pocas veces se cumple.
La situación se complica: menos azúcar para los desayunos de
los niños mayores de siete años, que no reciben cuota de leche, y
para el de sus familiares. Menos huevos al regreso de la escuela y del trabajo.
Nos preguntamos si países cercanos no producen piensos o sus materias
primas a fin de no tener que acudir a mercados lejanos, lo que indudablemente
encarece los costos, como se aduce en el escrito de Bohemia.
En el caso de los huevos se necesitan cereales y harina de soya.
Posiblemente podrían adquirirse en Canadá y Brasil. ¿Acaso no
hay dinero y sólo se inculpa al embargo?
Mientras tanto, la población espera con expectación la llegada
de "los pequeños fugitivos".
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