CUBANET .INDEPENDIENTE

9 de octubre, 2001


Preguntas sobre convenios

Manuel David Orrio, CPI / CubaNet

LA HABANA, octubre - La buena noticia oculta lunares y reticencias. A solicitud del secretario general de Naciones Unidas, previos trámites de rutina y autorización de Fidel Castro, Cuba acaba de ratificar los doce instrumentos jurídicos internacionales que existen para combatir el terrorismo.

Como de paso, el mandatario cubano hizo saber: Nuestro país continuará igualmente sus esfuerzos en favor de la conclusión de un convenio general e integral sobre el terrorismo que defina verdaderamente dicha repudiable práctica y le permita a la comunidad internacional enfrentarla en forma eficaz, duradera y urgente, con pleno apoyo de la opinión pública mundial, sin innecesarias, inútiles y peligrosas guerras que multipliquen la violencia y el odio entre los pueblos".

El acto concreto de adopción de esos doce instrumentos incluyó la ratificación por la Asamblea General del Poder Popular (parlamento) de siete de ellos, un hecho inusual de política exterior isleña, porque mostró el marcado interés del gobierno de Fidel Castro por darle publicidad a la decisión. Cuba es país donde lo diplomático se caracteriza por notoria falta de transparencia. Como birlibirloque, en apenas dos días, el público cubano conoció de la existencia de los convenios antiterroristas, así como que Cuba no los había ratificado. Ya ocurrió, pasó, y vale más felicitarse. Pero no puede ocultarse este dato: nada sabía el cubano de a pie sobre dichas entretelas.

¿Por qué el gobierno de Fidel Castro le enajenó de ese conocimiento como lo hace respecto a los pactos internacionales de derechos Políticos y Civiles y de Derechos Económicos Sociales y Culturales, de los que Cuba no es Estado parte?

Si se analiza la naturaleza de los convenios ratificados por el parlamento aparecerán algunas sorpresas. Cuba esperó ¡31 años! para ratificar el convenio internacional sobre secuestros de aeronaves, siendo país que los ha sufrido. Aguardó 22 años para atenerse al de la toma de rehenes y 13 para adoptar los referidos a los actos ilícitos contra la seguridad marítima o la de las plataformas fijas emplazadas en la plataforma continental, así como necesitó más de 10 años para ratificar el convenio sobre marcación de explosivos plásticos para los fines de detección, cuatro años para hacer suyo el de represión para los atentados terroristas con bombas y dos años para rubricar con carácter de ley interna el de represión para la financiación del terrorismo. Nada de juego lo engavetado.

Si desde la perspectiva gubernamental Cuba es uno de los países más víctimas de terrorismo en el mundo, motivo serio para interrogarse por qué fue necesario el crimen salvaje del 11 de septiembre para que al interior de la isla se desataran aquellas influencias proclives a la ahora tan decidida alineación en contra del terrorismo. Igualmente, pero desde la visión del otro lado del océano, cabe preguntar si con tales elementos no han existido razones de peso para calificar a Cuba como nación de grandes ambigüedades respecto al temido flagelo, tomar nota y proceder en consecuencia.

Si Cuba ha aparecido en alguna que otra lista como país amigo de terroristas, búsquese como primer motivo esa demostrada renuencia a ser parte de pactos como los mencionados, que desde ¡30 años atrás! persiguen hacer del terrorismo vulgar delito internacional. Ya ocurrió, pasó, y vale más felicitarse. Pero por donde primero la comunidad de naciones mide a sus congéneres es por su manera de actuar ante los convenios internacionales.

Pocos en Cuba, absortos en el diferendo con Estados Unidos o en el existente entre compatriotas, tienen conciencia de hasta cuánto política exterior de ambigüedades como la descrita influye sobre los destinos del cubano común. Baste citar este ejemplo, que tan bien viene al caso: la isla aspira a explotar cierta zona marítima de perspectivas en la producción de hidrocarburos ligeros -mucho mejores que los obtenidos actualmente en Cuba- para lo cual se precisa de la inversión extranjera que obliga el empleo de plataformas marítimas de prospección y explotación. La elemental lógica permite deducir que los inversionistas no debieron sentirse muy atraídos al conocer que el gobierno de la isla no había ratificado el convenio internacional sobre la seguridad de esas instalaciones. Claro, siempre tendrá la culpa "el maldito imperialismo".

Ya ocurrió, pasó, y vale más felicitarse. Pero el suceso evidencia un reto para lo alternativo de Cuba, en particular el movimiento cubano por los derechos humanos, en toda su diversidad. Urge ocuparse muy seriamente de seguir la política exterior isleña e identificar aquellos puntos donde el gobierno de Fidel Castro ha practicado el aislacionismo, a mi entender nada beneficioso para el cubano de a pie.

El ejemplo de las plataformas lo demuestra, y el del terrorismo también.


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