CUBANET... INTERNACIONAL

Octubre 5, 2001



¿Cultura para qué?

Belkis Cuza Malé. Octubre 5, 2001. El Nuevo Herald

Hace unos días leí, no sin asco, que "Cuba tiene las mejores posibilidades de liderar la integración cultural de los países latinoamericanos'', según expresó al periódico Juventud Rebelde la colombiana Ana Milena Escobar Araujo, secretaria ejecutiva del Convenio Andrés Bello (CAB). Y abundaban en lo mismo el resto de las declaraciones de la funcionaria, quien "destacó la necesidad de trabajar en una verdadera integración cultural y educativa, donde Cuba funja como jefe coordinador y promotor del resto de los países del convenio''.

No conforme con sus incursiones terroristas en todo el panorama latinoamericano, promoviendo guerrillas, desestabilizando a los países del hemisferio, alentando a las manifestaciones antiglobalización --mientras aplasta al pueblo de Cuba, lo mata de hambre y reprime--, el tirano ha puesto ahora sus ojos en la cultura. Aspira a convertirse en el gran mecenas, dominar también el patrimonio de toda Latinoamérica y de paso el de EUU, si se lo permitieran.

Los que piensan que los intercambios culturales de-allá-para-acá (one way) son necesarios para curar los males del castrismo y abrirles los ojos a esos intelectuales todavía rezagados en academias y pasillos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, harían bien en informarse a qué vienen y a qué van por el mundo estos amanuenses culturales de Fidel Castro. Pues van a eso, a promover al régimen de Castro. Van a lavarles el cerebro a sus colegas latinoamericanos y norteamericanos y a contarles el cuento de la caperucita y el lobo. Ya saben quién es el lobo.

El Convenio Andrés Bello (CAB) parece haber caído bajo el embrujo del comandante en jefe. Tras la visita a La Habana de su secretaria ejecutiva, donde se trataron "proyectos educativos como el de las nuevas escuelas de artes, los logros en la educación especial, el pensamiento martiano, bolivariano y de Fidel acerca de la integración latinoamericana, así como la transferencia de métodos educativos'', según leemos, es evidente que Fidel Castro no cejará en su empeño de dominar al CAB.

Para nadie es un secreto que las escuelas de arte, los teatros, el cine, las bibliotecas y los museos, patrocinados todos por el gobierno, lo mismo que las escuelas especiales donde se entrena a los deportistas, son instituciones al servicio de la propaganda. Hitler hacía lo mismo: intentaba colar la ideología fascista en grandilocuentes expresiones culturales o deportivas, como medio propagandístico para doblegar mentes y almas.

Si el CAB --con 30 años de fundado y la participación de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Panamá, Bolivia, España, Chile, Paraguay, además de Cuba-- pasa por encima de todas las evidencias y no toma en cuenta que en ese país se violan a diario los derechos humanos, debemos conceder que la labor de lavado de cerebro de los funcionarios del régimen durante sus continuas visitas a estos países ha dado resultado.

Es obvio que la actual directiva del Convenio Andrés Bello no quiere enfrentar la verdad, y no parece importarle si los escritores y artistas de la isla que no secundan al régimen son silenciados y hasta encarcelados; ni lo que está ocurriendo con los disidentes, ni las presiones y maltratos a los periodistas independientes, ignorando de paso el movimiento de bibliotecas independientes, que en su intento por promover la lectura de textos no oficiales tiene que enfrentar todo tipo de amenazas, algunas hechas realidad con sanciones de cárcel.

¿Cómo puede el gobierno castrista liderar la cultura en Latinoamérica cuando una gran mayoría de sus intelectuales han muerto en el exilio o sobreviven fuera de la isla? ¿Cómo puede hablarse de preservar el patrimonio cultural desde la niñez en Cuba, cuando lo único que los cubanos oyen y ven en la televisión son los discursos de Castro y las estúpidas "mesas redondas'', concebidas sin duda por cerebros cuadrados?

El exilio cubano es un hervidero genial de artistas e intelectuales, no importa que tengan que pagar sus obras y promoverse, o ver cómo las instituciones oficiales de este país les cierran las puertas; cómo las universidades prefieren invitar a los "académicos de la isla, a los escritores de la isla, a los teatristras de la isla''. Pero una vez que éstos desertan, esas mismas puertas no se volverán a abrir. Sin duda, por obra del brazo largo del castrismo local.

A nombre de una mentira repetida como verdad, el tirano de Cuba --terrorista no menos terrible que sus amiguitos talibanes-- aspira ahora a liderar la cultura en Latinoamérica. Primero tendrán que quitarle el cartelito de gran líder, pero líder del terrorismo en América Latina, compinche de sabrá Dios cuántos Bin Laden.

belkisbell@aol.com

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