A paso de
bastón: madorrio contesta
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, octubre - La tarde habanera del primero de octubre, aunque húmeda,
no se presentó lluviosa. No había temor de enfilar El Engendro
-motocicleta resabiosa, ya domada- rumbo a la oficina postal número seis
para allí comprobar si mi estrenada dirección electrónica (madorrio@islagrande.cu) se comporta
tan on line como se anuncia en los prospectos publicitarios de la Cuba
censurada.
Atestado, el lugar, como para recordar otra sala seis. Pero atribuible a Chéjov.
Tras 67 minutos de espera pude sentarme frente a una de las computadoras
habilitadas para uso público, previo pago de la segunda tarjeta para
tiempo de máquina por tres horas, lo que ya eleva mi cuenta a nueve dólares,
72 por ciento del salario medio mensual declarado por el Ministerio de Economía
al cierre de 2000.
Sorpresa, feliz sorpresa y confirmación. Aguardaban por mí
veinticinco mensajes de e-mail procedentes de Europa, Estados Unidos y América
Latina. Uno más, llegado de España, se incorporó a eso de
las ocho de la noche, hora de Cuba. Mi alegría, notada entre los
numerosos presentes, se mezclaba con cierta dosis de incredulidad observable en
los mensajes. Erik, de Suecia, resumió el sentir con lacónico "¿es
de verdad?"
Sí, Erik, es de verdad. Tan acostumbrados estamos a la censura del
gobierno de Fidel Castro que nos cuesta creer cuando la emergente sociedad civil
isleña, operando en condiciones de globalización, obliga a cambios
al interior de Cuba en una dirección progresista.
Diosmel, desde Miami, comentó ese sentimiento y lo comparó con
el habido cuando los disidentes y periodistas independientes cubanos pudieron
comprar equipos de fax en las tiendas de La Habana e iniciar sus transmisiones
con esos medios. Nadie lo creía, aunque los mensajes circulaban por medio
mundo... y circulan.
Estefanía, también desde Suecia, fue un poco más lejos
que el nórdico Erik, remitió la entrevista que le hizo a Alina
Brouwer y el texto íntegro de A paso de bastón:
madorrio@islagrande.cu.
Ileana Fuentes me preguntó si la leía en Encuentro y me dejó
ver, no obstante la lejanía, su explosivo temperamento de criolla
rellolla.
Comentarios diversos hicieron Vivian Andino, Rafael López, Omar Pérez,
J. Cruz, Angela Rey, Ramón, Jorge González y su tocayo Dalmau,
Severino Kennedy, Gloria de Venezuela y otros, entre ellos una Begoña que
quiere "emiliarse" conmigo, previa promesa de nada hacer para "sacarme
de Cuba" y escena de celos de mi mujer cuando se lo conté. Contesté
algunos mensajes. No todos, porque el tiempo de máquina presiona.
Según mis noticias, se encuentran habilitadas para este tipo de
correspondencia las oficinas postales habaneras cuatro y seis. Está
confirmada la intención de extender el servicio a la mayoría de
las capitalinas, de acuerdo con las disponibilidades de recursos, lo que conduce
a formular la interrogante -una vez más- de por qué no se tiene
hacia el gobierno de Fidel Castro política más abierta y puntual
cuando emprende pasos como éste. Así lo propuse cuando comenzó
a vender libremente equipo de fax, y me hicieron el "caso del perro".
Por ello, insisto en el tema: si la acción correcta al interior no se
estimula desde el exterior con la reacción apropiada, ¿cabe esperar
un avance más rápido?
El gobierno de Fidel Castro no sólo está vendiendo equipos de
fax a casi la mitad del precio con que inició su comercialización,
sino que además ya comenzó a mercar equipos de computación
a quien pueda pagarlos, modems incluidos, y bien vale repetirlo: modems
incluidos. Aunque aún el ciudadano solvente no encontrará venta
legal de impresoras a su alcance... no obstante pueda pagar. Lo mismo ocurre con
la salida internacional directa en materia telefónica.
Guste a quien guste, pese a quien pese, lo cierto es la existencia del
movimiento promotor de la informatización de Cuba, signado por la
preeminencia del Estado. Pero sin dudas movimiento hacia la sociedad, tras el
cual la dualidad monetaria agita el látigo.
Las ventajas de la oficina postal seis también tienen sus
limitaciones, prueba de las contradicciones existentes alrededor de la
informatización a lo Castro. No se puede emplear diskettes para ganar
tiempo de máquina en la remisión de mensajes ni imprimir los
recibidos. Tampoco es posible -como intentó CubaNet- enviar textos que
conduzcan a otros localizados en Internet, por medio del conocido click. El
juego es simple: o pagas la tarjeta, o "nananina tres patines", "nescafé
con leche" o cualquiera de las expresiones del argot que significan NO.
Pero algo es algo, insisto, aunque Daniel Kaggwa haya hecho una de las
preguntas más importantes: "¿Por qué todo en Cuba es tan
caro?" Primero, no se olvide que a través de su política
fiscal el gobierno de Fidel Castro financia desde el modelo de acumulación
ajustado a la economía de preservación del poder, hasta el aparato
represivo que también se está globalizando. Segundo, no se pierda
de vista que los altos precios al consumidor -con elevadísimos impuestos
indirectos incluidos, sobre todo los en dólares- son también
manera sutil de censurar, pero sin el costo de hacerlo "a secas". ¿Quién
dice ahora que no se puede comprar computadoras? ¿Quién afirma que
no se puede sostener correspondencia por e-mail?
Tómese nota del dato importantísimo: la censura cubana está
evolucionando desde ser estrictamente jurídica o prohibitiva per se, a
devenir sutilmente económica, aunque por ahora se trate de algo naciente,
mucho más visible en el mundo dolarizado que en el caso del peso cubano.
Digamos, para describirlo, que el rebaño electrónico de Thomas
Friedman comienza a mugir cada vez más agresivamente... y el gobierno
escucha.
La posibilidad de remitir y recibir mensajes por e-mail en las condiciones
apuntadas plantea, además, otras interrogantes. Si desde la oficina
postal se puede sostener semejante correspondencia, ¿por qué no
desde el hogar de quien pueda pagarlo? ¿Qué hay en contra de
conectarse a red como la habilitada y acceder al mismo e-mail y a la misma
Intranet de la oficina postal número seis?
Tal parece el próximo reto gubernamental, el próximo pelo del
lobo que siempre conduce al lobo, no otro que el del notable abaratamiento de
las comunicaciones para lo alternativo de Cuba, incluido el movimiento cubano
por los derechos humanos. De este modo, parece confirmarse el enunciado: "apertura
para todos, apertura para la disidencia".
Seguir explorando es necesario, sabiendo que lo imperdonable es vendar los
ojos ante nuevas realidades isleñas. Realmente, muy imperdonable.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
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