La corrupción
y sus raíces incurables
Tania Díaz Castro, UPECI
LA HABANA, octubre - Con la instauración en 1993 del dólar en
Cuba aumentaron las manifestaciones de corrupción en las dependencias
estatales. Así lo enfoca cada día la prensa nacional. Sin embargo,
sería mejor ahondar en las raíces que a juicio de muchas personas
son las que realmente propician el fenómeno del delito a nivel nacional.
Por ejemplo, el problema arroja ciertas cifras que harían meditar al
más tonto: el año pasado, sólo el 46 por ciento de las
empresas fiscalizadas de Cuba obtuvieron calificación positiva en los
controles internos, contables y administrativos. ¡Pero en 1998 sólo
fue el 23,2 por ciento, y en 1999 el 33,3!, según informes publicados en
la prensa.
En el año en curso, aún el 54 por ciento de las entidades
auditadas presentan malos o deficientes resultados en el control de sus recursos
y el registro de sus hechos económicos.
¿Dónde está pues la causa de la corrupción en
Cuba? El calidoscopio de las ilegalidades demuestra a las claras la ineficiencia
del sistema económico cubano. Es lógico que el producto interno se
desvíe cuando no está bajo control.
Es por eso que muchos se niegan a creer que pertenecen a un pueblo compuesto
de pillos, fulleros, delincuentes y vampiros. La gama de insultos que usa la
prensa nacional para recriminar a todo aquél que incumple con las leyes y
reglamentaciones del país son muy diversas. Son vampiros, por ejemplo,
los que succionan hidrocarburos en trenes gracias a las irregularidades que
favorecen este robo de combustible y las cuales permiten acceder a los tanques
del producto sin necesidad de romperlos.
Tanto ha sido el aumento de la corrupción que crearon el Ministerio
de Auditoría y Control, como órgano fiscalizador supremo, con el
fin de proteger los recursos del Estado.
Pero, por ejemplo, ¿cómo controlar el mercado negro si éste
no fue inventado por el cubano sino por la escasez?
El modus vivendi impuesto por el régimen de Fidel Castro, jamás
conocido bajo los gobiernos anteriores, ha obligado y obliga a hombres que
siempre fueron honestos a tomar lo que no es suyo para sobrevivir. Así,
las prisiones que antes se abrían a malhechores hoy encierran a
trabajadores o dirigentes de base, acusados de ser débiles ideológicamente.
¿Qué pensar pues de los 770 mil militantes del Partido
Comunista, de los Comités de Defensa de la Revolución, de las
administraciones...? Las miles de ilegalidades que se cometen a diario, ¿no
se efectúan ante sus ojos?
Conclusión: si el delito entraña problema ideológico y éste
aumenta con el paso del tiempo, entonces, ¿de qué masividad
revolucionaria se habla?
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