El "negocio"
del turismo y los "cazadores de extranjeros"
Amarilis Cortina Rey, Cuba-Verdad
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - La frase es muy común
escucharla en cualquier calle habanera, pero principalmente cuando se camina por
Obispo, San Rafael o la Avenida del Puerto: "¡Eh, eh, Yuma! ¿Qué
quieres? Yo tengo de todo".
La mayoría de los que así se expresan son cubanos de la raza
negra, muy bien vestidos para estos tiempos de período especial, quienes
antes de pronunciar la célebre cláusula miran en derredor para
comprobar que no hay policías o algún chivato que pueda oírlos
y echarlos "pa'lante", como ellos mismos dicen cuando alguien los
denuncia.
Llaman Yuma a los turistas, no importa que sean éstos españoles,
italianos o canadienses, porque para los cazadores de extranjeros eso significa
"lo máximo", o sea, alguien que tiene dólares en
abundancia.
Y realmente los cazadores de turistas le brindan a éstos "de
todo" por un precio menor al establecido en los comercios estatales. Entre
las ofertas se encuentra hospedaje, alquiler de autos y hasta los servicios
sexuales de las "esposas" de los cazadores. Todo vale y nada importa
en Cuba a la hora de ganarse unos dólares.
Hay quienes aceptan las propuestas de este tipo de turismo, clandestino, y
se van con sus improvisados guías. También se ve con frecuencia a
extranjeros que prácticamente corren por las calles de la capital
tratando de evadir a los cazadores de la manera más educada posible.
Luego de la caída del bloque socialista y con zafras menores de cinco
millones de toneladas de azúcar, al gobierno de Fidel Castro no le quedó
otra opción que enrolarse en el negocio del turismo para garantizar las
entradas de dólares.
Muchos cubanos, acostumbrados a sujetarse hasta de un clavo ardiente con tal
de sobrevivir, también idearon su fórmula para beneficiarse con
una parte de esos dólares que traen los extranjeros para disfrutar
durante su visita a Cuba con lo que el Estado socialista les niega a los
nacionales.
Como para resistir hay que tener dólares, incluso para cubrir las
necesidades básicas, el negocio del turismo le está dando empleo a
toda la familia.
Por tanto, no es extraño que un anciano o un menor de edad se acerque
al turista para pedirle que le dé algunas monedas con qué
sobrevivir. Otros piden chicles o caramelos, mientras los padres venden tabacos
falsificados, y las hermanas jinetean.
Hace algunos días un oficial de la Seguridad del Estado, con grado de
mayor, dirigiéndose a un grupo de padres cuyos hijos estudian en la
escuela secundaria básica, les comentó: "Ustedes no se
imaginan los problemas que tenemos con los menores de edad, con el asedio al
turismo, con la prostitución, con el proxenetismo, con la droga y con
otros males".
El negocio del turismo evidencia cada vez más nítidamente que
el cuentecito gubernamental de "todos somos iguales" es eso, un
cuento.
Sin embargo, una frase nueva aflora en los labios de quienes cansados de
tanto discurso prefieren vivir al margen de la realidad: "El que pueda
escapar, que escape". Y esto es lo que hacen los cazadores de extranjeros:
tratan de escapar de las miserias nuestras de cada día.
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