A paso de
bastón: El Plátano
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - De una manera u otra me ha acompañado
a lo largo de toda mi vida. Mi primer encuentro con él data de cuando
estudiaba el segundo grado de la escuela primaria; yo por primera vez, él
por séptima. Desde entonces, dada nuestra condición de vecinos,
nuestras vidas comenzaron andares paralelos.
Luis Hernández es un señor que nadie en La Habana conoce. Pero
si usted dice El Plátano, podrá encontrar a cientos de personas
para quienes su desgarbada figura forma parte del paisaje habanero, de esa extraña
poesía que se niega a ser derrotada por las imágenes de los
edificios derrumbados. Hasta Carlos Varela, con ese instinto tremendo con que es
capaz de salvar para la memoria colectiva el alma de la capital, le dedicó
su canción "En blanco y negro", donde el trovador agradece al
amigo la vocación de Caballero de París, ese otro personaje sin el
cual La Habana no es La Habana. "Somos en blanco y negro para él /
así nos va atrapando en su papel / y aunque todos se olviden de su sed / él,
sin embargo / nos va colgando / en su pared", canta Varela.
Uno de estos días de secuelas del huracán Michelle, la imagen
de El Plátano me sorprendió en las páginas del diario
Granma. Su rostro delgado, donde las huellas del llamado período especial
aún permanecen, mostraba a los lectores la mirada más lúcida
de La Habana, si se toma en cuenta que El Plátano es un discapacitado
mental. El reporte se refiere a la apertura de una exposición, dedicada a
las fotografías tomadas por mi amigo a integrantes del Movimiento de la
Nueva Trova de Cuba, cuando ninguno de ellos soñó llegar a lo que
llegó. Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola,
Vicente Feliú, Gerardo Alfonso, Carlos Varela, Sara González, López
Nussa, todos ellos fueron capturados por el lente de la vieja Leica empuñada
por El Plátano. A todos los atrapó cuando la letra de sus
canciones simbolizaba esa utopía, que no fue más que eso: utopía.
Sin embargo, aún no sé qué decir, aún no sé
si los curadores de la exposición de El Plátano quisieron burlarse
de él o si, por el contrario, organizaron la muestra como un medio de
llamar la atención sobre la triste situación de este discapacitado
mental de raro talento como fotógrafo. De inicio, ni soñar con una
galería de las tantas que hay en La Habana, ni siquiera imaginar el
montaje adecuado de las impresiones. Las fotografías de El Plátano,
las imágenes desgastadas de hace treinta, veinte, diez años atrás,
cuelgan de las paredes de las oficinas de la Sociedad General de Autores y
Editores, ubicadas a todo lujo en la Lonja del Comercio, uno de esos antiguos
edificios habaneros ya entrados en la postmodernidad que Eusebio leal impulsa en
el casco histórico de la capital.
Allí están, colgando de hilos y sujetas con las tenazas con
que todos los fotógrafos del mundo ponen a secar las copias en papel,
tras el proceso de impresión y revelado. Así están, como
para decir que El Plátano está en la miseria, que nadie en La
Habana con capacidad de hacerlo ha tenido la delicadeza de impedir que se pierda
esa rareza cubana de un discapacitado mental con tanto talento como fotógrafo.
Porque el talento, el oficio, inundan el espacio y nos muestran el arte de
ese diz que discapacitado, cuyo sentido de la composición y de la luz
delatan al fotógrafo de pura cepa. Yo me pregunto si, tras diez años
de período especial, aún permanecerá lo que El Plátano
logró para sí mismo en tanto que arte fotográfico. Y me lo
pregunto porque, en ese decenio, alguien, algunos, no sé, cometieron el
crimen de dejar el asunto a los desgaires.
Hoy, El Plátano, que tan buenas imágenes logró, y
conserva muchísimo de la lucidez de los locos designados por Dios, anda
por las calles de su barrio revisando los tanques colectores de basura.
Abandonado a su suerte, más o menos con una pensión miserable de
asistenciado social. Esa es la verdad que el diario Granma no cuenta en el
reporte. Es, por lo tanto, lo que no puede dejar de decirse. Para eso están
los amigos.
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