Y de
animales hablando
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Hay libros que en Cuba no se pueden
comprar. Las librerías, los quioscos, los ventorrillos no los expenden.
Sería un buen negocio. La mayoría de las veces se trata de autores
muy reconocidos. Pero como no les caen bien al gobierno, no se venden.
Tal es el caso de "La fiesta del chivo" de Mario Vargas Llosa, a
quien toman de ejemplo en las conferencias de literatura que se televisaron en
el espacio "Universidad para todos", pero que el pueblo no puede leer.
Caquita, niño, ese tipo odia a la Revolución.
Por medio de un amigo cayó en mis manos "La fiesta del chivo".
Y a más de divertirme muchísimo, aunque lo sórdido y lo
grotesco sean jalones que engalanan la historia que cuenta Vargas Llosa sobre
Rafael Leónidas Trujillo, no pude evitar algunas asociaciones.
¿Por qué será que en esta parte del mundo -¿será
mundo esta parte?- llamada Hisponamérica tienen la manía de apodar
a los jefes de gobierno con apelativos de animales? Tiburón, chivo,
camaleón. La historia latinoamericana más bien parece un catálogo
de zoología.
Mas lo que me preocupa no es que a los presidentes le digan gorilas o
dinosaurios sino que siendo Cuba el país más culto del mundo, así
lo ha declarado su primer mandatario, no se permita la publicación y
libre circulación de éste, al parecer, último libro sobre
el tema del tirano en la América Nuestra.
Quizás el tema más socorrido, llevado y traído en la
literatura hispanoamericana sea el del dictador. Desde que a Don Ramón
del Valle Inclán se le ocurriera escribir "Tirano Banderas", el
dichoso tema no ha tenido reposo, se ha vuelto recurrente, indeclinable para los
autores de más renombre. "El señor presidente" trajo
para Miguel Angel Asturias suficientes motivos de regocijo. "Yo, El Supremo",
de Roa Bastos, no fue menos leído. El cartesiano "Recurso del método",
de Alejo Carpentier, no dejó de ser picaresco y divertido. "El otoño
del patriarca", aunque otoñal, monolítico, nostálgico,
de García Márquez, nos legó un cierto amargo lirismo. Hasta
Jorge Zalamea nos tiró su "Gran Burundú Burundá ha
muerto". Y ahora, en el último año del siglo -recuerden que
lo leí con un año de atraso- Mario Vargas Llosa nos regala "La
fiesta del chivo".
No quiero abundar ni hacer hipótesis sobre el libro del gran peruano.
Eso se lo dejo a quienes tienen más tiempo y más acceso a la
información. Por ahora sólo me desvela el hecho de que en Cuba la
cronología de la literatura sobre el tirano no llegue completa a los
estudiantes de Letras de las universidades del país.
Sería tan triste que les faltara "La fiesta del chivo". Yo
creo que las editoriales cubanas debían hacer un esfuercito, en esta gran
campaña por la masificación de la cultura, y publicar, aunque sea
en una edición rústica, no importa, "La fiesta del chivo";
pero es que hay un inconveniente, se me olvidaba: Mario Vargas Llosa no es amigo
de la Revolución, y va y le da por reclamar los derechos de autor, y no sé
si tengamos con qué pagarle; pero lo peor, a los estudiantes va y se les
antoja hacer asociaciones, y eso sí sería un problema, es mejor
que se queden con esa "laguna" en su aprendizaje, total, sólo
se están perdiendo una de las mejores novelas sobre el tema.
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