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noviembre 6, 2001.
SOLIS VIEJO, Cuba (AP) - Encaramado sobre los restos de un delgado techo de
madera, José Ramón Pedrozo intenta rescatar unas pocas tablas.
"Estabamos reconstruyendo la casa'', dijo Pedrozo en voz baja. "Habrá
que empezar de nuevo'', añadió resignado mientras su esposa
Lourdes, desde el piso, atajaba con rostro sereno los restos de madera del
techo.
La pequeña vivienda de los Pedrozo fue una de las decenas que se
estima colapsaron en el país por el paso del huracán Michelle este
domingo. El fenómeno, con sus poderosos vientos que llegaron a ser de 210
kilómetros por hora, también dejó cientos de casas,
comercios, y otros locales, dañados en provincias del occidente y centro
de la isla.
En este pequeño poblado de Solis Palma, en la central provincia de
Matanzas, y a unos 150 kilómetros al sureste de La Habana, la calle
central está tapizada de árboles y ramas destrozadas por los
vientos, hay techos averiados y cables de tendido eléctrico y telefonía.
Panorama similar, agravado en algunas regiones por crecidas de ríos
que han interrumpido el paso por las carreteras, se observa en poblados de
Matanzas y la vecina provincia de Villa Clara.
A lo largo de kilómetros de caminos, los postes de concreto que
sostienen los tendidos eléctricos y de teléfonos duermen ahora o
sobre el pasto o sobre la carretera: cayeron, al igual que árboles, ante
la fuerza del viento. Ya antes de la caída de los postes, el gobierno había
dispuesto el corte del servicio en previsión de accidentes.
Las autoridades han informado que el servicio eléctrico tardará
varios días en ser restituido.
Vastas extensiones de sembradíos de plátano, cítricos y
caña de azúcar fueron dañados por las lluvias y las ráfagas
de viento.
En Santa Clara, capital provincial de Villa Clara, Michelle llegó
pasadas las 21.00 pm (02.00 GMT) con vientos de entre 150 a 160 kilómetros
por hora. Desde una zona costera cercana, las autoridades habían evacuado
temprano a varios grupos de turistas hacia esa capital, entre ellos 30 turistas
ingleses e irlandeses, quien llegaron el lunes para vacaciones dos semanas en
Cuba.
Junto a otros turistas belgas y algunos estadounidenses, haitianos y
franceses, los obligados huéspedes del principal hotel de la ciudad, el
Santa Clara Libre, pasaron la noche y parte de la madrugada en el sótano:
donde regularmente opera la discoteca, y no hay ventanas de vidrios.
Dormidos en los oscuros pasillos del hotel, sin luz desde la tarde del
domingo, los visitantes se acurrucaron con las sábanas en los pisos,
evitando con ellos cualquier accidente, como vidrios volando por el viento.
El huracán Michelle, de categoría 4, no es el primer fenómeno
meteorológico que pasa por Solís Viejo, rodeada de campos, ahora
desmayados, de caña de azúcar. El último huracán que
pasó por este poblado fue Lili, en 1996, y con una categoría 3.
"Se que es la categoría 4, pero nunca ví lo que hacía'',
dijo Pedrozo en voz baja, asegurando que cerca ddel atardecer del sábado
los vientos comenzaron a silvar y de pronto hubo, recordó, un rugido. A
Pedrozo solo le dio tiempo de recoger el televisor y salir de la casa, a
refugiarse en la residencia de un vecino, al otro lado de la calle.
Su esposa Lourdes, de 42 años, estaba en el trabajo: el hogar de
ancianos del poblado. Allí se quedó y solo hasta esta mañana
vio los efectos de Michelle sobre su pequeña residencia. Ahora ambos irán
a vivir con parientes, mientras reparan su casa.
Una parte del techo salió volando y otra se derrumbó sobre el
cuarto y cocina, contaron. Las charolas de cocinar, la cama matrimonial de
madera y su colchón en el cuarto yacen ahora semisepultados entre restos
de madera, hojas y ramas de árboles, empapados por las lluvias.
Pedrozo, de 41 años y técnico de reparación de
televisores, no se desanima. "Logré salvar unas tejas del techo'',
dijo esbozando una sonrisa. |