Crisis de la
familia cubana en el 2001
William Herrera Díaz / CubaNet
LA HABANA, noviembre - Aunque la institución de la familia cubana
actual no tiene nada que ver con la familia sindiásmica de los iroqueses,
descrita por Morgan, ha retrocedido tanto que se le parece.
En este momento, la sociedad cubana se debate en medio de la incertidumbre,
de la desorientación colectiva e individual de sus raíces
culturales, en medio del silenciamiento de las historias particulares de cada
familia para dar paso a la aceptación exclusiva del colectivo impersonal
y ajeno.
Por tradición, la familia cubana es un núcleo unido donde se
comparte la responsabilidad, se apoyan unos a otros los miembros, se ofrece y
exige fidelidad, conviven consanguíneos (como regla esposos e hijos
solteros), se producen relaciones afectivas muy fuertes y administran en común
la economía doméstica, características éstas quizás
más acentuadas en Cuba que en otras naciones de América.
Pero muchos problemas afectan hoy la estabilidad y la propia existencia de
la institución familiar cubana.
El proceso comunista está dirigido contra la familia como núcleo
primario de las relaciones sociales, toda vez que se pretende anteponer los vínculos
de los individuos con la sociedad a la responsabilidad de éstos con la
familia, lo cual mina su función social. Es por ello que el gobierno de
Fidel Castro beca a los niños, los educa en sus doctrinas, y trata de
convertirlos en "hombres nuevos" sin los tradicionales lazos con la
familia.
El viejo dicho de nuestras abuelas "El que se casa, casa quiere",
tuvo que ser abandonado ante la actual crisis de la vivienda, la convivencia de
varios núcleos familiares en el mismo hogar, compartiendo la misma
cocina, el mismo baño y, en ocasiones, hasta el mismo cuarto.
La inestabilidad de las parejas (generada sobre todo por el negativo sentido
de responsabilidad, la falta de cultura familiar y la mentalidad ocasionada por
un conjunto de valores falsos), el desprecio a las costumbres, la pérdida
al respeto debido en la convivencia y a las relaciones humanas, el desarraigo de
los valores y la moral de la familia, lanzan a sus integrantes -cada vez más
solos- al tumulto social donde proliferan y marchan a ritmo ascendente la
ilegalidad, el alcoholismo, la drogadicción, la violencia, la prostitución,
y donde, además, el gobierno manipula con toda vileza el pensamiento, la
información y el actuar, impidiéndose con ello que sea la familia
el puerto seguro donde sus miembros puedan refugiarse.
Por otro lado, la irrupción agresiva de las autoridades policiacas
del poderoso Estado cubano en la búsqueda de sus fines políticos,
y el clima de penurias económicas conforman el contexto propicio para la
destrucción de la familia.
Valores que logró conformar la sociedad cubana y de los que siempre
se enorgulleció, como la hospitalidad, la afectuosidad de la familia y
del hombre mismo como su reflejo, están gravemente amenazados, por lo que
es inminente enfrentar esta situación anómala que ha sido señalada
desde hace mucho tiempo por instituciones religiosas y no gubernamentales.
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