El Gobierno cubano se desata en sus críticas hacia Rusia y dice
que los cambios de chaqueta 'producen asco'
Mauricio Vicent | La Habana.
El País. Lunes, 29 de octubre de
2001.
El 28 de octubre de 1962, los cubanos salían a la calle al grito de
'Nikita, mariquita, lo que se da no se quita'. La conga popular tenía que
ver con la decisión del entonces presidente soviético, Nikita
Jruschov, de retirar, sin consulta previa con Cuba, los cohetes nucleares que la
URSS había instalado en la isla durante la crisis de los misiles.
Paradojas de la vida, ha sido a finales de octubre, pero 39 años después,
cuando se rompió definitivamente el acuerdo entre rusos y cubanos: tras
la reciente decisión de Rusia de cerrar la base de espionaje de Lourdes,
que tenía a las afueras de La Habana, el Gobierno cubano ha manifestado
que le 'producen asco' aquellos que como Moscú 'cambian de casaca' e
intentan ser capitalistas.
'Rusos go home' es el lema que algunos choteadores cubanos repetían
ayer en bares y cabarés. Más serios, con palabras más finas
y ecuánimes, los funcionarios del Gobierno venían a decir lo
mismo, y no digamos el diario comunista Granma, que en sendos editoriales
publicados el viernes y el sábado espetaba: 'Un abismo separa nuestro
pensamiento del oportunismo, el egoísmo y la ausencia de ética que
hoy prevalecen en el campo decadente del sistema imperialista y capitalista, o
de aquellos que aspiran a serlo. Mientras existan, producirán cada vez más
asco'.
Después, utilizando un vocabulario que muchos identifican como salido
directamente de la estilográfica de Castro, Granma sentenció: los
cubanos 'poseemos hoy el privilegio de no cambiar nunca de casaca, ni
traicionar, ni vender un hombre, un país (...), por todo el oro, el
bienestar o la conveniencia del mundo'. Ya en otro comunicado anterior, Cuba
calificó de 'obsequio especial' de Vladímir Putin a George W. Bush
el cierre de la base.
Así están las cosas entre los antiguos aliados. Y el cabreo en
esta ocasión no parece ser coyuntural. Granma, en sus comunicados, se
ocupa de desmontar uno a uno los argumentos económicos esgrimidos por
Moscú para desmantelar la base de Lourdes, por la que pagaba un arriendo
anual de 200 millones de dólares (37.400 millones de pesetas) y de donde
obtenía el 75 % de la información estratégico-militar de EE
UU. Según la parte cubana, este alquiler no era en absoluto desmedido, y
además La Habana siempre estuvo de acuerdo en renegociar sus términos.
El Gobierno de Castro indica también que es falso que Cuba, como
arguye Moscú, haya rechazado sistemáticamente desde 1991 las
ofertas de negocios hechas por empresas rusas para reactivar las gigantescas
obras industriales y proyectos de colaboración que se interrumpieron tras
la desaparición de la URSS. A pesar de haber sufrido 'terribles agravios,
daños y sufrimientos' por parte de Moscú, Cuba, asegura Granma,
estuvo dispuesta siempre a desarrollar lazos económicos con la nueva
Rusia, pero éstos fracasaron ante el 'caos que allá reinó'.
El diario agrega que la visita a la isla del presidente ruso a finales del año
pasado marchó 'excelentemente bien' en los temas políticos, pero
'resultó un desastre' en la esfera económica. 'No se pueden
heredar derechos si no se heredan también deberes', indicó al
referirse al pago de la deuda de La Habana con la ex Unión Soviética.
Las autoridades rusas estiman que el Gobierno de Castro debe abonar 20.848
millones de rublos transferibles por los convenios firmados entre las dos
naciones en su época de hermandad. Sin embargo, Cuba argumenta que el
rublo transferible 'es una ficción que dejó de existir', y que los
'daños y perjuicios' provocados a su economía por 'pérdidas
de capacidad de compras, paralización de objetivos, inversiones e
interrupción de programas de colaboración' ascienden a 36.363
millones de rublos (más de 211.000 millones de pesetas) a Moscú. O
sea, que, puestos a contar, los rusos todavía le deben a Cuba un
titipuchal.
Dicen algunos analistas que el 'rusos go home' que algunos cubanos corean
hoy en las calles deja a La Habana más aislada internacionalmente, a la
vez que le priva de una importante fuente de ingresos, sobre todo cuando
empezaba a recuperarse de la crisis sufrida tras el colapso soviético.
Eso sin contar el empeoramiento de la situación económica como
consecuencia de la coyuntura mundial creada por los ataques terroristas del 11
de septiembre contra Estados Unidos. Castro reconoció públicamente
el miércoles pasado que se avecinan tiempos más difíciles.
'Hay que prepararse, algunos sacrificios vendrán lógicamente, pero
estamos en mejores condiciones que nunca' para afrontarlos, afirmó
Castro. Desde luego, esta vez sin los rusos.
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