De día
no hace falta luz
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, mayo - Un apagón nocturno le retraquetea. El calor
tropical y el ventilador muerto. Las ventanas abiertas y los mosquitos zumbando
junto a la oreja su concierto monótono. La sed atenazando la garganta y
el refrigerador descongelado. El niño del vecino dando una perreta de
altos quilates. La señora deslenguada de los bajos maldiciendo a todos
los santos, diablos, militares y civiles. Los jóvenes apiñados sin
caminos entre la oscuridad. Los peligros agazapados en las sombras. Un objeto
que se estrella contra los cristales de un escaparate de establecimiento público.
Una mano revoltosa que escribe sobre un muro un cartel contra el gobierno. Una
pareja ansiosa que desafía las tinieblas y se manosea a tientas. Un
televisor que da una tregua a tanto aburrimiento de arengas y discursos. Una voz
acongojada y lúgubre que grita: "¿Hasta cuándo, coño,
hasta cuándo?"
Aún resplandece en mi memoria el recuerdo de aquellas noches
penumbrosas de los primeros años de la década del noventa cuando
el petróleo soviético dejó de alumbrarnos la vida. Eran
largas jornadas de silencio y oscuridad. La gente se mudaba a los portales y
terrazas, se acomodaban catres en las azoteas, las madres se pasaban noches
enteras abanicando a sus hijos con pencas y cartones, los ancianos apaciguaban
sus desvelos contando historias de cuando la existencia era luminosa. El robo y
los asaltos menudeaban. En los barrios se armaban trifulcas y voceríos.
Los patrulleros de la policía no intervenían por temor a males
mayores, y los funcionarios no tenían otras explicaciones que llamar a la
crisis Período Especial en Tiempo de Paz. Vaya largura de un período,
especialidad de una emergencia, paz de los pobres.
Han pasado más de diez años y el Período Especial
mantiene más vigencia que el pensamiento martiano. A falta de petróleo
ruso y de divisas suficientes para obtenerlo por otras vías se perforaron
algunos pozos en el territorio nacional y se obtuvo un crudo de alta viscosidad
y contenido de azufre. No obstante, se remodelaron las plantas termoeléctricas
y comenzó a consumirse el combustible nacional. Según datos
oficiales el noventa por ciento del gasto proviene de esa fuente.
Independientemente de la escasez de los derivados que se usan para el
funcionamiento de vehículos de transporte y otros motores de combustión,
el crudo no parece ser suficiente para la demanda del país. En los últimos
meses la población ha vuelto a verse afectada por la falta de fluido eléctrico.
Sólo que esta vez, y habiendo aprendido la lección de los apagones
nocturnos, los cortes se producen de día. Son largas sesiones de apagón
diurno. Las amas de casas se desesperan temiendo que los pocos alimentos se
corrompan en sus refrigeradoras apagadas, que la ropa por planchar se les
acumule, que la turbina no pueda funcionar y el agua falte en la cocina, el baño,
el lavadero, que el tiempo no les alcance luego para su "heroica tarea"
de sostén de la familia.
Mas parece ser, por estos días, que la política oficial es la
de pensar que de día no hace falta luz. Para ver la pobreza y las
penurias del país basta con el sol. Y así, mientras el horario de
verano hace del día una jornada más larga que permita ahorrar
electricidad, con algunos cortecitos de entre cuatro y seis horas en los barrios
más poblados, como Alamar, Centro Habana, Cerro, Diez de Octubre, vamos
paliando la escasez hasta que Hugo Chávez o algún jeque
medio-oriental nos pueda tirar una mano.
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