CUBANET .INDEPENDIENTE

29 de mayo, 2001


La última baba

Ramón Díaz-Marzo

LA HABANA, mayo - Los cubanos siempre enloquecemos cuando anuncian una película del patio. El origen de esta alegría tal vez sea la obsesión nacional de tirarnos fotos. Una película es una foto también, aunque enorme. Y en nuestra obsesión fotográfica tiene que aparecer desde el último que nació, incluyendo tíos y primos, hasta el próximo que morirá. Y los conflictos internos son borrados, momentáneamente, por una hipócrita sonrisa; aunque en algunos ojos siempre habrá una lágrima que querrá aguar la "fiesta". Mas de cualquier manera tenemos la necesidad de que nos acepten en esa cárcel de papel o celuloide que nos hará inmortales.

La película "Miel para Ochún", del gran director que es Humberto Solás, que por primera vez se apoya en soporte digital con la esperanza de que se inicie un despegue en la cinematografía cubana, es otra de las tantas fotos nacionales donde la tragedia de un pueblo es hábilmente escamoteada por un cubaneo tierno donde la risa es inevitable, aunque concientemente nos dejemos manipular por la técnica del llanto.

"Miel para Ochún" es la misma baba de "Guantanamera" y "Fresa y Chocolate": nunca llegan a la raíz del problema. Y con esto último no estoy juzgando a nadie. Todos sabemos que se puede jugar con la cadena sin tocar al mono.

En cuanto a la actuación, hay que felicitar al actor Mario Limonta, quien merecería un artículo aparte. Mario, por naturaleza, posee el carisma tragicómico de nuestra idiosincrasia nacional. Basta que pronuncie un simple bocadillo, y es todo un poema.

En cuanto a Perrugorría no nos regala, esta vez, una espectacular actuación como hizo en "Lista de Espera" que, gracias a Dios lo salvó definitivamente del encasillamiento de "Fresa y Chocolate". Isabel Santos, por su parte, continúa siendo la excelente actriz de siempre, y si no nos entregó más de sí es porque el tiempo rápido de esta película de carretera no lo permitía.

En cuanto al argumento, hay momentos que la trama cojea. Los desenlaces de las escenas son rápidos e inverosímiles. Ejemplo: el robo de la bicicleta y la mochila en un pueblo desierto, y posteriormente unos extras del propio pueblo que no logran un "¡Ataja al ladrón!" con credibilidad. En estas secuencias, inesperadamente, hay una ruptura lógica cuando el cubano-extranjero nada reclama, no aparecen las autoridades por ningún lugar, y la cosa desemboca en la "discusión del parque", que aunque bien escrita, resulta forzada.

De todos modos, un fundamental acierto de "Miel para Ochún" es mostrarnos unas ciudades y unos pueblos, y un país, y una doble moral, y una población desesperada que tiene que robar para comer; todo, en franco deterioro paranoico como nos lo demuestra la hotelera delatora, después de 42 años de triunfalismo estatal.

De cualquier manera "Miel para Ochún" me hizo pasar un buen rato. El propio realizador, Humberto Solás, confesó lo mismo recientemente en una entrevista para la TV cubana.


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