Aristas de
una celebración: 40 años de la ANAP
Lázaro Raúl González, CPI
PINAR DEL RIO, mayo - Según versiones oficiales, el 17 de mayo los
campesinos cubanos celebraron con toda alegría el aniversario 40 de la
Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) cuya
constitución fuera prohijada en 1961 por el mismo gobierno que
actualmente rige en Cuba.
Sin embargo, cualquiera que se acerque a los campesinos podrá
constatar la elevada insatisfacción existente en ese sector social, y las
diferentes aristas de una problemática a duras penas camuflageada por la
propaganda oficialista.
La primera observación de seguro mostrará que no sólo
los valores tradicionales, sino que hasta el término campesino han
desaparecido del panorama socioeconómico de la Isla. Con la sustitución
del latifundismo privado por el del Estado, en los años 60, comenzaron a
forjarse en Cuba una diversidad de categorías de campesinos novedosas en
el país.
Así surgió el próspero campesino socialista. Estos son
exclusivos y minoritarios. Es socialista porque compra una parte de los insumos
y vende una parte de su producción al Estado, por supuesto socialista. De
este tipo de campesino acomodado -aunque sea en pesos, los hay millonarios- se
encuentran algunos en la provincia de La Habana, próximos al gran mercado
de la capital, en Pinar del Río y unos cuantos productores de café
o ganaderos en el centro y el Oriente del país.
En el reverso de la moneda, y campesinos sólo de nombre, miles de
desposeídos trabajadores agrícolas que por salarios miserables
laboran en las propiedades estatales: cooperativas de producción
agropecuaria (CPA), unidades básicas de producción cooperativa
(UBPC), granjas agropecuarias y otras. Si se incluye a estos infelices en el
sector campesino es porque trabajan la tierra, pues en la práctica no son
más que jornaleros que ni siquiera son propietarios de su sombra.
Hasta el presente, el salario de los jornaleros ronda los 25 centavos de dólar
por día. Esto explica por qué sólo en las provincias
orientales hay ahora mismo 6 mil plazas vacantes para laborar en CPA o UBPC y
nadie muestra interés por las mismas.
Pariente caribeño del mujik ruso, el miembro de las cooperativas de
créditos y servicios (CCS) es lo que queda del tradicional campesino
cubano, reservorio de una cultura rural que apenas sobrevive. Su situación
se ubica en el justo medio entre un campesino que trabaja en tierras estatales y
el campesino acomodado, aunque comparado con éste no es otra cosa que un
pobretón.
Los miembros de las CCS son propietarios, unos de pequeñas parcelas
heredadas y otros de terrenos entregados por el gobierno a principios de los 60,
del siglo pasado.
La membresía en las CCS no les da muchos derechos prácticos.
Apenas reciben microscópicas asignaciones de abonos, fungicidas,
combustible y otros suministros. Ser miembro de la ANAP, o anapista como aquí
los llaman, y pertenecer a una CCS equivale a tener que acopiar una considerable
parte de la producción y entregársela al Estado, que paga por ella
precios que ni siquiera sufragan los gastos.
Atenazado por el gobierno omnipresente a través de un enjambre de
inspectores, asesores, instructores, disposiciones, leyes, reuniones,
convocatorias y recomendaciones; constantemente amenazados por bandas de
delincuentes rurales; sin tecnología ni recursos, sólo con su
yunta de bueyes flacos que trabaja por el día y no come por la noche pues
el matarife acecha, el campesino cubano, miembro de las CCS y de la ANAP, apenas
puede producir para mantener a su familia.
Sin embargo, son tan bajos los rendimientos de la agricultura estatal que
con sus modestos excedentes el campesino provee al pueblo cubano alrededor del
70 por ciento de los productos agrícolas que consume.
Aún así, es frecuente que los medios de prensa y los
dirigentes en general culpen al sector privado de los problemas del mercado,
especialmente del desabastecimiento y de los precios altos.
Pero más penoso aún es ver cómo en los congresos,
plenarias o cualquier celebración de la ANAP, los presuntos
representantes del campesinado, en armoniosa conjunción con los intereses
del gobierno, le exigen cada vez más sacrificios al hombre del campo.
Tales posturas, sin embargo, no quedan sin respuesta. A pesar de la coacción
que ejerce el régimen sobre el campesinado, más de 15 mil
tenedores de tierra se las han ingeniado para no afiliarse a la ANAP, lo que es
prácticamente obligatorio en Cuba, mientras que en los últimos 16
meses 5,760 cooperativistas se dieron de baja de esa organización
controlada por el Estado cubano.
El mensaje es claro: el día que la afiliación a la ANAP, a las
CCS, a las UBPC, a las CPA, o a otras entidades agropecuarias del Estado, sea
voluntaria, el día que el campesinado pueda organizarse libremente, ese día,
probablemente, desaparecerán todas esas agrupaciones. Entretanto, ya
agonizan.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|