CUBANET .INDEPENDIENTE

24 de mayo, 2001


Homenaje al Dominó

Pedro Crespo Jiménez, Grupo Decoro

LA HABANA, mayo - Los cubanos, botagordas o matemáticos, somos por unanimidad fanáticos del Dominó, nuestro más espontáneo pasatiempo nacional.

Menos intelectual que el Ajedrez o el Bridge, pero de una intensidad verbal gestual y hasta musical -¿acaso el golpetazo con que se pega el ganador no es un remate sinfónico?- el Dominó es un juego amplio, que no discrimina sexo, edad, religión ni ideología. Tolerancia ejemplar que admite a los sapos-críticos sin merma de la oronda alegría de los vencedores, ni incremento de la tristeza de los derrotados.

Sin embargo, pese al bullicioso ambiente que lo caracteriza, el Dominó es un duelo hasta la última ficha, de un creciente dramatismo que puede ser fatal. ¿Se han fijado que el Dominó no admite tablas? Recordemos la tumba de la Necrópolis de Colón, en La Habana, cuya lápida reproduce la partida que provocó el mortal infarto de una dama justo en el glorioso instante de pegarse con el doble tres. ¡Murió con las fichas puestas!

Aunque se juega por parejas esto no garantiza que los compañeros de yunta se lleven bien, al contrario, perdiendo casi nadie se priva de decirle horrores a su cayuco colega, porque entre nosotros los cubanos siempre el otro es el culpable, cuando no el traidor.

La cuadrada mesa de Dominó es nuestra versión del diván del psiquiatra. Acomodados a su alrededor, los cubanos ventilamos nuestras inhibiciones y descargamos nuestros excesos unos a expensas de otros.

Desde el Boxeo hasta el Tenis, los desafíos competitivos concluyen con el estrechón de manos entre vencedores y vencidos. Esta cortesía algo hipócrita no tiene cabida en el Dominó.

¿Quien puede felicitar a unos "chiriperos" que han ganado de "lechosos" que son? Sin embargo, he advertido que el dominosista de raza es un optimista natural a quien después de un "agua" generosa y resonante, para que la veleta de la suerte gire a su favor, ni por la mente le pasa que la mala racha pueda deberse a su errático plan de juego.

Porque somos capaces de casi cualquier cosa, hazaña o disparate, menos de reconocernos equivocados. ¡Eso nunca! Primero destarrados que arrepentidos.

Yo no he podido ir más allá de ser un "ponefichas" común y corriente pero, reconociéndolo, escribo este homenaje al Dominó y a sus amantes inmortales.


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