Homenaje al
Dominó
Pedro Crespo Jiménez, Grupo Decoro
LA HABANA, mayo - Los cubanos, botagordas o matemáticos, somos por
unanimidad fanáticos del Dominó, nuestro más espontáneo
pasatiempo nacional.
Menos intelectual que el Ajedrez o el Bridge, pero de una intensidad verbal
gestual y hasta musical -¿acaso el golpetazo con que se pega el ganador no
es un remate sinfónico?- el Dominó es un juego amplio, que no
discrimina sexo, edad, religión ni ideología. Tolerancia ejemplar
que admite a los sapos-críticos sin merma de la oronda alegría de
los vencedores, ni incremento de la tristeza de los derrotados.
Sin embargo, pese al bullicioso ambiente que lo caracteriza, el Dominó
es un duelo hasta la última ficha, de un creciente dramatismo que puede
ser fatal. ¿Se han fijado que el Dominó no admite tablas? Recordemos
la tumba de la Necrópolis de Colón, en La Habana, cuya lápida
reproduce la partida que provocó el mortal infarto de una dama justo en
el glorioso instante de pegarse con el doble tres. ¡Murió con las
fichas puestas!
Aunque se juega por parejas esto no garantiza que los compañeros de
yunta se lleven bien, al contrario, perdiendo casi nadie se priva de decirle
horrores a su cayuco colega, porque entre nosotros los cubanos siempre el otro
es el culpable, cuando no el traidor.
La cuadrada mesa de Dominó es nuestra versión del diván
del psiquiatra. Acomodados a su alrededor, los cubanos ventilamos nuestras
inhibiciones y descargamos nuestros excesos unos a expensas de otros.
Desde el Boxeo hasta el Tenis, los desafíos competitivos concluyen
con el estrechón de manos entre vencedores y vencidos. Esta cortesía
algo hipócrita no tiene cabida en el Dominó.
¿Quien puede felicitar a unos "chiriperos" que han ganado de "lechosos"
que son? Sin embargo, he advertido que el dominosista de raza es un optimista
natural a quien después de un "agua" generosa y resonante, para
que la veleta de la suerte gire a su favor, ni por la mente le pasa que la mala
racha pueda deberse a su errático plan de juego.
Porque somos capaces de casi cualquier cosa, hazaña o disparate,
menos de reconocernos equivocados. ¡Eso nunca! Primero destarrados que
arrepentidos.
Yo no he podido ir más allá de ser un "ponefichas"
común y corriente pero, reconociéndolo, escribo este homenaje al
Dominó y a sus amantes inmortales.
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