CUBANET... INTERNACIONAL

Mayo 21, 2001



Ayuda de EE.UU. a disidentes cubanos

Editorial. CONTACTO Magazine (www.contactomagazine.com). Mayo 20, 2001.

El senador Jesse Helms y el representante a la Cámara Lincoln Díaz Balart, ambos republicanos, han anunciado un ambicioso proyecto de ayuda a la oposición interna cubana por un monto de 100 millones de dólares. En la Casa Blanca, durante un acto por el 99 aniversario de la inauguración de la República de Cuba, el presidente George W. Bush dio su respaldo a la iniciativa ante unos 200 cubanos exiliados.

Uno de los más agresivos adversarios del presidente, el senador Joe Lieberman, quien fue candidato a vicepresidente de Estados Unidos por el partido demócrata, también anunció su apoyo al proyecto.

El plan propone la entrega de los 100 millones de dólares en un lapso de cuatro años, en los que se ayudaría a la disidencia con el envío de papelería, libros, máquinas de fax y otros elementos necesarios para su trabajo, así como se concedería apoyo económico a los familiares de los prisioneros políticos cubanos. También se fortalecerían las transmisiones de Radio y TV Martí hacia Cuba.

La noticia sorprendió a Fidel Castro en medio de una gira por el norte de Africa, y desde allá dijo que era "una excelente idea", porque "mientras más errores cometan (los Estados Unidos) mejor".

Dos conocidos disidentes cubanos, Elizardo Sánchez Santacruz, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, y Marta Beatriz Roque, del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna, parecieron simbolizar con sus posiciones la división que habría en el seno de la oposición interna cubana respecto a la medida. El primero se opuso afirmando que no tomaría un centavo, la segunda se pronunció complacida aunque dudosa en cuanto a cómo podría implementarse.

Muchos son los que creen que ese dinero, aunque necesario, pondría en una situación embarazosa a los disidentes cubanos, que de hecho son continuamente acusados por el régimen de Castro de estar al servicio del "imperialismo yanqui".

El plan está inspirado en un proyecto similar que implementó Estados Unidos en la década de los 80 para ayudar al movimiento sindical polaco Solidaridad. Sus simpatizantes creen que si funcionó en Polonia, podría funcionar en Cuba.

El dilema real estaría en cómo hacer llegar esa ayuda a los disidentes, en medio del férreo control que ejerce el gobierno de Castro sobre la sociedad cubana. Ya hubo una ayuda de este tipo a principios de los 90, y las fuerzas de seguridad decomisaron máquinas de fax y computadoras que habían llegado a manos de opositores y periodistas independientes.

A nivel moral, aunque muchos pudiesen criticar el plan, la realidad es que una ayuda de esta naturaleza es absolutamente legítima. ¿Acaso no se valió el propio Castro de armas, entrenamiento, técnicas de represión y una fuerte ayuda económica del desaparecido imperio soviético para consolidar su poder? ¿Acaso no usó Castro parte de esa ayuda para fomentar la violencia en América Latina, con el fallido propósito de imponer allí por la fuerza de las armas su repudiable sistema de gobierno?

La oposición interna cubana que aboga por el establecimiento en Cuba de una sociedad democrática, con libertades y derechos, merece toda la ayuda posible. Quienes aconsejan a Estados Unidos normalizar sus relaciones con la dictadura de Castro, con la idea de que la Coca-Cola y McDonald's podrían fomentar la democracia, debían pensar que en la Cuba de Fulgencio Batista, en la Nicaragua de Anastasio Somoza, en la República Dominicana de Rafael Leónidas Trujillo y en el Chile de Augusto Pinochet, la Coca-Cola y McDonald's terminaron prácticamente de aliados de aquellos regímenes, sin la más mínima influencia en materia de libertades y derechos humanos.

Hay algo de cierto en que la política actual de Estados Unidos hacia Cuba no ha conseguido tampoco la democracia que necesitan los cubanos, pero ¿acaso han conseguido algo diferente las políticas de acercamiento a Castro practicadas por la Unión Europea, México, Japón, Argentina, Colombia y Canadá?

Después de todo, es preferible no andar de la mano con regímenes dictatoriales, especialmente el de Castro, que en enero pasado cumplió 42 años ininterrumpidos en la cúspide del poder. En sólo cinco años más, Castro podría romper el récord mundial de años en el poder, ostentado en la era moderna hasta ahora por el fallecido dictador comunista norcoreano Kim Il Sung, que rigió los destinos de su país durante 47 años. Ningún otro gobernante vivo, con verdadera autoridad, ha estado más años al frente de su país que Castro. Una tarea que no es necesariamente merecedora de un premio.

© CONTACTO Magazine

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