CUBANET .INDEPENDIENTE

10 de mayo, 2001


Artesanos: víctimas de la dolarización

Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro

LA HABANA, mayo - Entre tambores, barcos de vela, collares de cuentas de barro y maracas de un dólar, los artesanos acaparan la atención de cuanto turista merodee en derredor del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, en la Habana Vieja.

No lejos de allí, desesperados tríos de guitarras deambulan para ofrecerle a los visitantes extranjeros las migajas históricas del Che Guevara en la melodía de "Hasta siempre, Comandante" o intentan que alemanes y franceses den salticos al compás del chan chan, estilo Compay Segundo.

Otro grupo, cuatro cantantes bajo el manto de Shangó y Obatalá y la sombra de las ceibas de la Plaza de Armas, acompañados de dos ancianas bailarinas tabaco en boca, sayas de colores, turbantes rojos y descalzas, que implora a cuanta deidad del panteón africano existe para lograr la magia de que caigan unos dólares en el sombrero de guano destinado a las recaudaciones.

El ambiente es propicio para que los mendigos, que huyen continuamente de la policía, aplaquen el hambre de cada día con las limosnas dolarizadas; para que las mulatas, con los glúteos casi al aire, provoquen la lujuria a los extranjeros que buscan sexo y los artesanos ofrezcan sus mercancías o un cuadro de Fidel Castro.

En el siglo XVI los artesanos ya constituían una fuerza vital en el desarrollo socio-económico de la villa de San Cristóbal de La Habana. Carpinteros, herreros, plateros, curtidores de pieles y otros, dejaron su huella indiscutible en cada una de las manifestaciones arquitectónicas y artísticas de lo que hoy se conoce como el casco histórico de la ciudad de La Habana.

Un reconocido artesano cuenta que fue en el año 1978 cuando empezó el trabajo artesanal de manera abierta en la peculiar Plaza de La Catedral. "Allí se vendía de todo", recuerda el hombre.

La cantidad de personas que acudían a ese lugar hacían de él un verdadero hormiguero. Apenas quedaba espacio para caminar. Cada sábado se convertía en una fiesta de la artesanía donde hasta la gente de escasos recursos salía de allí con un títere para su hijo. Aún son recordadas las famosas "cocaletas", sandalias de largas tiras de piel que se amarraban por encima del tobillo y que gozaron de gran aceptación en aquella época.

"Todo se acabó cuando metieron presos a los artesanos y en las cárceles prepararon talleres para que trabajaran para el gobierno", informa la fuente.

Ahora, en la era de la sociedad socialista dolarizada, los artesanos son víctima de altos impuestos. Por ejemplo, los que tallan figuras en madera tienen que pagar 159 dólares al mes, además de soportar el acoso de los inspectores.

Esperemos que algún día la artesanía vuelva a estar al servicio de la población y no, como ahora, sometida a los intereses del gobierno.


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