Sin impacto
para el sentido común
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, mayo - En un editorial aparecido el 4 de mayo en el diario
Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, se informó
jubilosamente sobre la votación adversa a los Estados Unidos efectuada
para cubrir escaños vacantes en la Comisión de Derechos Humanos
(CDH) de la ONU. Como puede apreciarse en el editorial, las autoridades cubanas
consideran los resultados de la votación una clara expresión del
rechazo de la comunidad internacional a las prácticas diplomáticas
norteamericanas.
Esta manifestación oficial contrasta ostensiblemente con la actitud
asumida días atrás, cuando en el 57 Período de Sesiones de
la CDH fue condenado el gobierno cubano por violador de los derechos humanos.
Entonces, los países que apoyaron la resolución pertinente fueron
calificados de títeres y lacayos de "los imperialistas yanquis",
y la propia votación fue motejada de ejercicio manipulado por los
norteamericanos.
Una situación semejante aconteció respecto a la Tercera Cumbre
de Las Américas, celebrada en Quebec, Canadá, a fines de abril,
donde las autoridades de La Habana fueron las únicas ausentes, a causa de
sus credenciales totalitarias. Esto provocó una recia campaña de
improperios y epítetos ofensivos contra todos los participantes, en
especial hacia el gobierno del país anfitrión el que paradójicamente
representa desde hace años uno de los fundamentales socios económicos
y comerciales, y nunca ha aceptado plegarse a las políticas de
aislamiento de la Isla. Un procedimiento similar, aunque más sutil, se
utilizó contra México, olvidándose la posición de
respeto a la soberanía cubana que siempre ha mantenido.
Esta conducta inconsecuente y contradictoria no resulta nueva. Todos los años,
cuando el embargo norteamericano es condenado en la Asamblea General de la ONU,
esta institución es considerada como una fiel representante de los
pueblos del mundo. Sin embargo, cuando en el mismo escenario son ratificadas
periódicamente por significativa mayoría las resoluciones de la
CDH sancionadoras de las tropelías en materia de derechos humanos
cometidas en la Mayor de las Antillas, el buen juicio sobre la ONU queda
transformado en la más absoluta descalificación de este organismo
internacional.
Para la jerarquía enquistada en el poder, aquél que difiera de
sus dogmas y arcaicas concepciones no es más que un agente
norteamericano, y cualquier ejercicio democrático que contradiga sus
intereses constituye una maquinación imperialista. En la lógica
fundamentalista oficial no caben términos medios; mucho menos, espacio
para el sentido común y el razonamiento equilibrado.
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