Ginebra,
cada vez más Waterloo
Lázaro Raúl González, CPI
PINAR DEL RIO, mayo - Cada año con más brío el gobierno
cubano se empeña en evitar que lo condene la Comisión de Derechos
Humanos que sesiona en Ginebra. El cabildeo y los recursos humanos y financieros
que a ello se dedican permanecen ocultos a los ojos del pueblo cubano, pero todo
el mundo se los imagina creciditos.
Sin embargo, nadie debe suponer que es injustificado o desmedido el celo del
oficialismo por eludir la censura ginebrina. Desde que el régimen cubano
ha sido once veces consecutivas sentado en el banquillo de los acusados por
violar los derechos humanos, las cosas han tenido que mejorar en Cuba.
Pero el gobierno no desea avanzar más. Ya bastante le parece que haya
gente fuera de las cárceles que expresan su opinión con alguna
libertad mientras otros, en número creciente, se adhieren a grupos
defensores de los derechos humanos.
Hasta hoy, éste es el grado máximo de permisión del régimen.
Aunque su estrategia parece ser la de evitar a toda costa tener que encarcelar a
más personas por razones políticas o por expresarse libremente.
En cambio, el número de detenciones y de operativos de vigilancia que
sufrieron los activistas pacíficos desde los últimos dos meses del
año pasado hasta la fecha constituye un récord funesto.
De modo que si el gobierno de la Isla insiste en su maquiavélico
rejuego de mucho quitar y dar poco, la comunidad internacional debería
insistir en mantener su vista sobre nuestro doloroso caso. Es la única
garantía ante una intolerancia demasiado irritable y poderosa.
Sin embargo, es evidente que cada año se hace más escabroso
encontrar el número de votos necesarios para mantener al gobierno cubano
bajo el escrutinio público mundial.
Desde acá se aprecia como si fuera una moda desfavorecer cualquier
proyecto que tenga que ver con Cuba, por lo que el trabajo del exilio cubano
debe ser cada vez más inteligente.
Pero no hay por qué aceptar la pelea en el terreno que elija el
adversario. Si todo el mundo sabe que al gobierno cubano le conviene politizar
el asunto, es urgencia del exilio mostrarle al mundo -bien documentadas y caso
por caso- las violaciones de los derechos de los ciudadanos por parte del
gobierno que lleva casi medio siglo en el poder.
Y si el régimen cubano desea evitar su Waterloo, que cese de violar
las normas aceptadas universalmente en materia de derechos humanos.
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