Publicado el 2 de mayo de 2001 en el
El Nuevo Herald
Médicos cubanos en Sudáfrica
Wilfredo Cancio Isla. El Nuevo Herald
El régimen de Fidel Castro ha tratado de implementar en las misiones
médicas en el extranjero el mismo sistema de control absoluto que ejerce
dentro de la isla sobre los ciudadanos, declaró ayer el doctor Roberto
Cowley, quien llegó a Miami tras desertar del grupo de colaboración
de Sudáfrica.
"Lo que las autoridades de la embajada cubana implantaron para la misión
médica de Sudáfrica es un sistema de manipulación política
y control de movimiento como el que existe en Cuba'', comentó Cowley, de
35 años, quien la noche del lunes fue liberado junto a su familia por el
Servicio de Inmigración y Naturalización (INS).
El médico, su esposa, Marilín García, de 35, y la hija
de ambos, Chaveli, de 8, arribaron el pasado viernes al Aeropuerto Internacional
de Miami procedentes de Holanda, donde la familia estaba apelando una petición
de asilo político que las autoridades de ese país habían
rechazado ya en dos ocasiones.
"Si salir de Sudáfrica fue una epopeya, la estancia de año
y medio en Holanda fue frustrante, porque fuimos maltratados por las autoridades
del Ministerio de Justicia'', relató Cowley. "Allí [en
Holanda] no quieren entender que los cubanos no escapan por hambre, sino
buscando libertad''.
Las autoridades del INS declinaron ofrecer información sobre el caso
de los Cowley, que viajaron con documentación falsa.
"Me considero un ciudadano de ley y es duro tener que acceder a vías
inapropiadas para poder sobrevivir y quitarse de encima la tragedia de una
deportación'', comentó el médico, que había escapado
a Holanda en noviembre de 1999.
La llegada de los Cowley a Miami se produce tras una larga historia de
separación familiar, incertidumbre y gestiones de la congresista
cubanoamericana Ileana Ros-Lehtinen.
Cowley y Marilín García se graduaron de la especialidad de
Medicina General Integral en 1989. Trabajaron en un policlínico adjunto
al Hospital Manuel Fajardo, de La Habana, hasta que él fue enviado en "misión
internacionalista'' a Angola y Namibia.
"Trabajé en zonas minadas junto a otros médicos
extranjeros que no podían entender que la remuneración por laborar
en zonas tan peligrosas fuera sólo de $90'', contó Cowley. "Una
humillación... todo lo que reuní en Namibia fue para comprarle un
televisor a mi hija''.
En 1998 fue designado para integrar el contingente de 400 médicos que
prestan servicios en Sudáfrica. No fue hasta 1999 que el Ministerio de
Salud Pública (MINSAP) de Cuba autorizó las reunificaciones de
matrimonios en el exterior. García viajó en febrero, pero no fue
hasta junio de ese año que regresó con Chaveli.
Una vez que toda la familia estaba en Pumalanga --a unos 400 kilómetros
de Johannesburgo-- fue que los Cowley comenzaron a planear la huida.
"Pero para los médicos cubanos, Sudáfrica es como una
prisión'', indicó Cowley. "Hay círculos políticos
todos los meses para discutir los discursos de Fidel [Castro], los viajes
vacacionales de una provincia a otra tienen que ser autorizados por el jefe de
misión, y la embajada cubana recibe información de las autoridades
de inmigración de Sudáfrica si un médico cubano sale fuera
del país''.
A pesar de los controles, Cowley pronostica más deserciones de médicos
cubanos: "Aunque reprimido, uno se siente viviendo como una persona en Sudáfrica,
y nadie quiere regresar a vivir como un perro en Cuba'', dijo.
Ridiculizan a presidentes que votaron contra Cuba en Ginebra
Servicios De El Nuevo Herald. La Habana
Un grupo de presidentes, cuyos países votaron contra Cuba en la
Comisión de Derechos Humanos en Ginebra fueron ridiculizados ayer martes
durante un acto oficial en la Plaza de la Revolución de La Habana,
representados con grandes monigotes carnavalescos.
El mandatario estadounidense George W. Bush, el primer ministro de Canadá,
Jean Chrétien, y los presidentes de Argentina, Fernando de la Rúa,
el uruguayo Jorge Batlle, el checo Vaclav Havel, el guatemalteco Alfonso
Portillo y el costarricense Miguel Angel Rodríguez, bailaron a ritmo de
una conga, mientras varios locutores leyeron textos que los ridiculizaban.
El presidente Fidel Castro observó con una sonrisa la aparición
de siete grandes muñecos con rostros inflados y envueltos en símbolos
estadounidenses, que satirizaban a líderes de naciones que votaron para
censurar a Cuba.
Atrayendo burlas de cientos de miles de personas que participaron en el acto
central por el Primero de Mayo, el "desfile de los pigmeos'' --nombrado así
oficialmente-- se burló primero de los líderes de Argentina, Canadá,
Uruguay, Guatemala, Costa Rica y la República Checa.
Comentarios satíricos emitidos por los altavoces acompañaban a
los personajes. Por ejemplo, el presidente argentino, Fernando de la Rúa,
"se graduó de lamebotas en Ginebra'', y el presidente costarricense,
Miguel Angel Rodríguez, fue calificado como "el más creativo
de los pigmeos por tratar de clonar a Estados Unidos en Costa Rica''. Eran
repeticiones de recientes comentarios de Castro.
La escena se produjo en el acto que por el 1 de mayo se realizó en La
Habana, con la asistencia de decenas de miles de personas.
El pasado 18 de abril, la Comisión de Derechos Humanos aprobó
en Ginebra una resolución condenando a Cuba, con 22 votos a favor, 20 en
contra y 10 abstenciones.
Castro admite que existe prostitución
Servicios De El Nuevo Herald. La Habana
Las prostitutas cubanas pueden ser blanco de una campaña estatal para
impedir el comercio sexual en la isla caribeña, pero al menos pueden
jactarse de altos estándares de educación, dijo el presidente
Fidel Castro.
"Una vez cuando estaba por allá por Brasil y me pregunta un
argentino, '¿es cierto que algunas muchachas graduadas universitarias en
ocasiones ejercen la prostitución?''', dijo Castro el lunes en la noche,
haciendo una rara referencia pública a un tema sumamente sensible para su
gobierno.
"Mi respuesta instantánea, no tuve que pensarla, digo, 'Eso
demuestra que las prostitutas en Cuba tienen nivel universitario''', agregó
riendo al relatar la anécdota durante un extenso discurso con motivo de
la clausura de un congreso de trabajadores cubanos en La Habana.
El comentario subrayó el orgullo de Castro en el muy elogiado sistema
educativo de su gobierno y su preocupación por el resurgimiento del
problema de la prostitución, que él pensó que su sistema
socialista había erradicado hace décadas.
Otrora conocida como "el burdel del Caribe'' por su reputación
como refugio para acaudalados estadounidenses que viajaban a la isla en busca de
sexo, juegos de azar y una exuberante vida nocturna, Cuba depuró drásticamente
su sociedad después del triunfo de la Revolución de 1959.
Pero el problema resurgió a principios de la década de 1990,
con el trasfondo de las crecientes penurias económicas para los isleños
y la apertura al turismo, que hizo volver en masa a los visitantes del
extranjero.
"La situación era muy dura'', dijo Castro, en la que fue sólo
su segunda referencia pública a la prostitución tras un discurso
en enero de 1999, en el que declaró la guerra contra varios vicios
crecientes en la relativamente apacible y estrictamente controlada sociedad
cubana, incluyendo la prostitución, el consumo de drogas y los crímenes
violentos.
"Venían algunas personas con ideas de turismo sexual (...) se
presentaban casos de lo que llamamos 'jineterismo' ", agregó.
"Fuimos tomando medidas adecuadas para ir a combatir estos brotes, de
verdad, cortarlos de una manera adecuada. Y vamos perfeccionando nuestros métodos
acerca de la forma en que hay que trabajar esto'', dijo, agregando que "esperamos
avances''.
Castro no ofreció estadísticas en esta oportunidad, lo que sí
hizo en su discurso anterior.
Ofrece nada nuevo
Pablo Alfonso
El XVIII Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) acaba de
concluir en La Habana sin penas ni glorias. Como es ya habitual en las últimas
cuatro décadas, el máximo evento sindical de los trabajadores
cubanos se celebró bajo el signo del control del gobierno y del Partido
Comunista de Cuba.
No hay sorpresa en la reeleción de Pedro Ross Leal al frente de la
CTC, cargo que ocupa desde 1990, y que le permite mantener su asiento en el Buró
Político del Partido y en el Consejo de Estado.
Lo sorprendente hubiera sido lo contrario: una renovada dirección
sindical y un Congreso que realmente hubiera abordado, con respuestas serias,
los problemas que enfrentan los trabajadores cubanos.
Luego de tres días de sesiones, el Congreso terminó sin
plantear a fondo los grandes temas que son, en esencia, los mismos que aquejan
al conjunto de la sociedad cubana: El problema de la vivienda, el desempleo
particularmente agudo en las provincias orientales, la libre contratación,
la doble circulación monetaria, los bajos salarios, la escasez de
alimentos, los altos precios de los artículos de primera necesidad que no
satisface la libreta de racionamiento y, por supuesto, el derecho al
sindicalismo independiente.
Ciertamente, algunos de estos temas formaron parte de la agenda del
Congreso. Pero todos fueron abordados desde la óptica del Estado
empresarial, siguiendo la vieja coartada leninista de que el castrismo es un
Estado de trabajadores.
El ejemplo más contundente lo ofreció el propio Ross al
referirse a los altos precios de los productos que se ofrecen en los mercados
agropecuarios. Como solución al problema, el reelecto secretario general
propuso una medida propia de un régimen represivo: Eliminar los
intermediarios entre el productor y el vendedor. Para Ross, esa es la causa de
que las viandas y hortalizas estén fuera del alcance del bolsillo de los
trabajadores. La regla elemental del mercado que propone aumentar la producción,
vale decir la oferta, para satisfacer la demanda y por ende abaratar los
precios, escapó a la lógica de Ross.
Esa tarea de producir más y mejor es la quimera inalcanzable tras más
de cuarenta años de práctica castrista.
Quizás por eso el ministro del Azúcar, general Ulises Rosales,
se quejaba amargamente en una de las sesiones del Congreso, de que existen en el
país más de 300 empresas estatales cañeras, cuyo
rendimiento apenas rebasa las 30,000 arrobas de caña por caballería,
lo que las hace incosteables.
Con ese mismo sentido de frustración se pronunció el
vicepresidente Carlos Lage, al referirse al fallido plan de construcción
de nuevas viviendas y el deterioro sin fin de las casas que en todo el país,
se mantienen en pie gracias al precario equilibrio de los "apuntalamientos''.
La lista de calamidades, cada una de ellas con una solución pospuesta
para el futuro, sería interminable. Sin embargo, eso no fue impedimento
para el gobernante cubano Fidel Castro, quien comenzó su discurso de
clausura leyendo despachos de prensa, que informaban de reclamos de los
trabajadores en otras partes del mundo. Según Castro, la ausencia de esos
reclamos en el movimiento sindical cubano es una muestra más del "consenso''
entre el pueblo trabajador y su régimen.
Quizás la nota más novedosa e interesante del Congreso fue
precisamente ese discurso de Castro. El dictador cubano se desvió del
tema obrero, para entrar de lleno en un asunto que al parecer lo tiene
preocupado en estos días.
Castro dedicó un largo paréntesis al juez español
Salvador Garzón y la denuncia que exiliados cubanos han hecho ante este
magistrado para lograr su arresto. Por segunda vez en menos de 48 horas, amenazó
con desatar una verdadera batalla si intentan arrestarlo cuando salga de la
isla.
Ni tardo ni perezoso, Ross aprovechó la digresión de su
Comandante en Jefe para acuñar una frase que demuestra su misión
el frente del movimiento obrero cubano: "Que no se equivoquen con Fidel,
que es equivocarse con Cuba''.
E-mail: palfonso@herald.com
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