Desilusionante
sueño
Enrique García Morejón, CPIC
CAMAGÜEY, mayo - Ayer en la tarde me tiré a descansar en la cama
luego de una larga peregrinación en bicicleta, que es el medio de
transporte más accesible a los cubanos. Al instante, me sumí en un
profundo sueño.
Irrumpí en la cocina de mi casa y ¡rebosé de alegría!
Era increíble lo que veía, y que para cualquier persona de otro
país era una situación normal. La vieja trajinaba entre los
calderos de los cuales salía un olor ya olvidado por mí.
Sin embargo, la vieja no me dejó probar nada.
Desconsolado por la frustración, me dirigí hacia el baño
con la resignación de poder ingerir algo después.
Mientras esperaba, mis hermanos y yo recordamos los cuentos que nos narraba
nuestro abuelo sobre la alimentación balanceada de otras épocas.
Al fin mi madre sirvió la mesa y ordenó que nos sentáramos.
¡Qué maravilla! Ante mis desorbitados ojos había congrí,
plátanos tostones, yuca con mojo y una fuente con bisteses. Estos últimos
parecían un sueño dentro del sueño.
Cuando logré salir del letargo, agarré un bisté y
comencé a llevarlo hacia mi boca pero, en el preciso momento que lo iba a
morder, una mano me haló por el hombro y sentí una voz que me
dijo: ¡Despierta, es la hora de comer!
Me tiré de la cama todavía ilusionado con los manjares que
compartiría con mi familia pero, qué decepción, en la mesa
sólo había dos platos: plátano burro hervido y "caldo
loco", una especie de sopa confeccionada con cualquier vianda o vegetal.
Aún le reprocho a la vieja, a mi madre, el haberme despertado de
aquel sueño.
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