CUBANET .INDEPENDIENTE

1 de mayo, 2001


Vía libre para el ALCA

Oscar Espinosa Chepe

LA HABANA, mayo - La Tercera Cumbre de las Américas se desarrolló en la Ciudad de Quebec, Canadá, del 20 al 22 de abril. En la misma participaron 21 presidentes y 13 primeros ministros, representantes de todas las naciones del continente con la excepción de Cuba. Su amplia agenda tuvo como punto central la creación del Area de Libre Comercio de Las Américas (ALCA) en los próximos años.

Esta voluntad integradora no es casual. La Humanidad ha entrado en una nueva etapa de trascendentales cambios, sin precedentes en su milenaria historia. Dicho radical proceso de transformaciones, conocido como "globalización", por sus características objetivas, es inevitable y cualquier nación que intente refugiarse dentro de sus fronteras, abrazada a conceptos anticuados de soberanía, sin valorar los nuevos tiempos, será aplastada.

En este contexto, los pueblos tensan fuerzas y dirigen sus energías hacia la complementación de sus potenciales económicos, políticos, sociales y culturales, para enfrentar un fenómeno que si bien trae consigo enormes posibilidades para generalizar el progreso y los avances científico-técnicos con significativos beneficios para los países subdesarrollados, también implica serios desafíos como es el vertiginoso crecimiento de la competitividad, que si se dejan de tomar en cuenta, podrían causar incalculables daños.

Lo anterior explica la tendencia mundial hacia la integración. Europa Occidental, pionera en este quehacer, ha derribado las barreras aduaneras; homologa sus mecanismos jurídicos; ha creado una moneda y edifica estructuras políticas comunes, algo increíble en un área geográfica con tantas diferencias culturales y un pasado preñado de discordias, cuestión probatoria de la urgencia actual de la complementación entre las naciones.

En Asia, aunque con un menor progreso, los procesos integracionistas también están vigentes. Incluso en la preterida y atrasada Africa se incrementan las voces que claman por la indispensable complementación de las economías.

En ese escenario, resulta lógico que los países de Las Américas hayan acordado aunar esfuerzos para crear el ALCA, el mercado común mayor del planeta, con un potencial de 800 millones de consumidores, una generación actual del 40 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial y la pertenencia como socio del país más poderoso y desarrollado del universo, Estados Unidos.

Las negociaciones para crear el ALCA deberán concluir a más tardar en enero del 2005, según lo acordado. Para ello se estableció un Plan de Acción. Varios países como Chile, Argentina y las naciones centroamericanas han expresado sus deseos de avanzar y concretar convenios integracionistas antes de esa fecha. México, que suscribió hace algunos años el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), con Estados Unidos y Canadá, lleva ventaja.

No cabe duda de que el camino de las negociaciones conducentes al ALCA, y después su propia ejecución, estarán llenos de obstáculos. La asimetría en el nivel de desarrollo de los países constituirá el principal valladar. A ello se agrega el tradicionalismo, los viejos esquemas, la mentalidad conservadora y el temor lógico que cambios tan radicales infunden en algunos sectores.

Sin embargo, en el mundo actual no existen otras alternativas a la integración. Eso sí, la misma tendrá que realizarse sobre bases equitativas, con medidas socio-económicas que favorezcan a las masas menesterosas del continente, protejan el medio ambiente y garanticen un desarrollo sustentable.

Las diferencias de desarrollo entre los países puede reducirse con un curso lógico del proceso integracionista, la creación de fondos de solidaridad para las naciones menos avanzadas, como se ha hecho en Europa Occidental, y la ayuda masiva para la formación del capital humano requerido para esta gigantesca tarea. Pero el factor más importante para vencer las dificultades deberá ser la firme decisión política de los países menos desarrollados de avanzar hacia el progreso.

Por otra parte, deberá estar claro que una integración para el beneficio de las corporaciones no sólo sería injusta, sino inviable. Para la materialización del ALCA es esencial que los pueblos perciban gradualmente el mejoramiento de sus niveles de vida.

La integración beneficiará a las economías más pobres que recibirán un gran flujo de capitales y tecnología, permitiéndoles desarrollarse y enfrentar los retos de la globalización. No obstante, las ventajas no son exclusivamente para el sur subdesarrollado. Las ricas regiones del norte necesitan mercados para sus cada vez más sofisticados productos, únicamente adquiribles por ciudadanos con parámetros educacionales y poder adquisitivo adecuados.

Por eso también está en el interés de Estados Unidos y Canadá el avance de una América Latina democrática, fuerte y estable económica y socialmente, capaz de integrarse y así poder enfrentar los desafíos de otras zonas del mundo constituidas en bloques.

Adicionalmente, existe otro factor positivo. Según el último censo realizado en Estados Unidos, viven allí 35,3 millones de personas de origen latino, convirtiéndose en la mayor de las minorías. Esta población, en rápido crecimiento, se concentra en los estados más poderosos política y económicamente de la Unión, con lo cual su peso en la sociedad crece paulatinamente. Esto es una gran ventaja, pues representa un puente en el proceso integracionista, al permitir una mejor comprensión de los problemas que afectan a las naciones al sur del Río Grande.

De singular importancia resulta el reconocimiento en la Tercera Cumbre de que los valores y prácticas de la democracia son fundamentales para avanzar en el logro de la integración del continente. La democracia representa un factor básico para el desarrollo económico, político y social. En un mundo cada día más complejo, la confrontación respetuosa de las ideas, el diálogo constructivo y las consultas populares han demostrado ser herramientas indispensables para el progreso de las naciones. Por el contrario, el voluntarismo y el estatismo conducen al fracaso, y constituyen factores de inestabilidad y confrontación.

De ahí la decisión plasmada en la Declaración Final de la Cumbre sobre que "cualquier alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático en un estado del hemisferio constituye un obstáculo insuperable para la participación del gobierno de dicho Estado en el proceso de cumbres de Las Américas".

Antecedentes de cláusulas defensoras de la democracia aparecen en otros proyectos integracionistas como el Mercosur y la Unión Europea. Por su parte, la Cumbre instruyó a los ministros de Relaciones Exteriores preparar una Carta Democrática Interamericana en la próxima asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Cuba, con su gobierno totalitario, mediante esta cláusula queda automáticamente excluida del proceso integrador; rudo golpe para un país sumido en la crisis más profunda y prolongada de su historia. A la alta ineficiencia de su economía, que ha reducido al mínimo su capacidad exportadora, se agregará una competencia desventajosa en los mercados de Las Américas, cuyos países derribarán entre sí las barreras aduaneras abaratando considerablemente los intercambios comerciales.

Esto no será meramente un gran obstáculo al comercio, sino también desalentará la cooperación económica y científica-técnica en su sentido más amplio, incluidas las inversiones extranjeras, en la Isla, y por ende el ingreso de nuevas tecnologías. Hay que considerar que Cuba representa un pequeño mercado de 11 millones de personas con un magro poder adquisitivo y, al estar virtualmente bloqueadas sus posibilidades de exportación a su región, el atractivo económico y su poder de negociación con terceros países se reducirán considerablemente.

El presidente de México, Vicente Fox, al término de la Tercera Cumbre la calificó como la entrada de Las Américas al nuevo siglo con el pie derecho. Para el pueblo cubano, por el contrario, significa el refuerzo del aislamiento con dramáticas consecuencias para su futuro.


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