CUBANET... INTERNACIONAL

Marzo 28, 2001



El chavismo se rehabilita con la medicina cubana

Al margen de la oposición del gremio médico venezolano y de las críticas, obviamente solapadas, que se escuchan en la misma Cuba, el programa mediante el cual cientos de venezolanos son tratados en los mejores hospitales de la isla tiene ahora más vuelos, más atención y más historias que se cierran con un eterno agradecimiento hacia Hugo Chávez. El soberano que logra entrar en las listas es asistido a cuerpo de rey, dentro de las joyas de un aparato asistencial que ha mantenido su cobertura en medio del Período Especial

Rafael Osio Cabrices. El Nacional - Miércoles 28 de Marzo de 2001

La Habana - Son las 10:00 am del sábado 10 de marzo y en una amplia sala de alfombra roja del Palacio Blanco, frente a Miraflores, un centenar de personas escucha las instrucciones de un joven funcionario de la administración del presidente Chávez. "Es importante que sepan que tienen todos los gastos cubiertos, salvo los de turismo y las compras de souvenirs". Entre su público hay niños con parálisis cerebral, ancianos, muchachas que lucen sanas pero que sufren un mal secreto. Les dice que todos son embajadores de Venezuela y que no pueden estar llegando a media noche a los hospitales. Su tono es amable y paternal; al final, pide un aplauso para Marta Bolívar, responsable de la operación. Ella no tiene más de 30 años.

Poco después parte la caravana de cinco ambulancias, dos autobuses largos y varios vehículos particulares y del Gobierno. Un equipo médico va a bordo en caso de cualquier percance. Con rapidez y eficacia el grupo es dispuesto en la sala de espera de la puerta 11 del terminal nacional del aeropuerto de Maiquetía. La escena se ha repetido, salvo cambios de rampa o de avión, desde fines de noviembre, cuando empezaron los vuelos a La Habana poco después de la visita de Fidel Castro.

La Dirección de Bienestar Social del Ministerio de la Secretaría de la Presidencia es la oficina a cargo del programa mediante el cual un número creciente de venezolanos ha disfrutado del "turismo de salud" con el cual Cuba obtiene divisas y prestigio. Ya se han hecho 7 viajes. Al principio eran quincenales, ahora son cada 7 o 10 días. Tiene otros frentes abiertos, según dice el director, Richard Canán. "Sólo en enero gastamos 120 millones de bolívares en ayudas para operaciones quirúrgicas en Venezuela".

Son ellos quienes reciben los expedientes médicos de gente que hace cola frente a Miraflores o que sale al paso de Chávez en sus visitas al interior. Los estudian y clasifican, a ver cuál resuelven, cuál no, y dónde. Incluyen en la lista de Cuba aquellos que por costos o materia conviene tratarlos en la isla, generalmente enfermedades de la piel, traumas, cardiopatías, problemas neurológicos y rehabilitación (en drogas, patologías infantiles o problemas psicomotores).

Algunos casos terminales han acabado en fallecimientos, como el del profesor de la UCV que murió en Cuba antes de que le llegara un nuevo corazón. Los beneficiarios no gastan un centavo, y ni siquiera tienen que sacarse el pasaporte por su cuenta. El argumento con el cual defiende Canán su trabajo es que la dirección se ocupa de atender en lo posible a una población en emergencia, mientras el resto del Estado se encarga de corregir las estructuras que están fallando. "Los médicos venezolanos no nos sabotean, pero tampoco nos ayudan de buena gana".

En la sala de espera, un cuarentón de barba, chaleco de fotógrafo, cinta tricolor rodeando la frente y boina escarlata, ameniza la espera con su cuatro y sus canciones de Alí Primera o Carlos Puebla, entre ellas el clásico "Comandante Che Guevara". Una pálida madre y su hija buscan con las comisuras de los ojos a dónde huir, pero no son las únicas que se niegan a aplaudir. El personal de Bienestar Social ayuda, en nombre del buen ánimo de los pacientes, a levantar los aplausos. "¡Viva Venezuela! ¡Vivan los pacientes bolivarianos! ¡Viva la revolución bolivariana y el comandante Chávez!", arenga el trovador. "¡Aunque los enemigos de la humanidad no lo crean, Cuba es un paraíso, es el país de las maravillas, y nosotros somos embajadores de la revolución bolivariana!".

A 900 kph

A las 12:45 pm, ya embarcada la gente en silla de ruedas, los acompañantes, y por último el personal de apoyo más la tripulación, el ministro Elías Jaua y tres reporteros, despega el vuelo especial 8162 de Aeropostal Alas de Venezuela. Lleva grandes bultos de pañales y papel higiénico, cajas que envían los familiares de los hospitalizados, afiches de Chávez, videos y equipos para ver las cadenas y las movilizaciones, varios libros de la Imprenta Nacional sobre Bolívar y Zamora, periódicos y un volumen de cuentos para una niña del campo portugueseño. Son peticiones, dicen los funcionarios, de pacientes y acompañantes, los parientes que deben enfrentarse al ocio: los hospitales-resort cubanos les organizan tours, o los invitan a ayudar en lo que quieran.

En el 19C, un chamo oye vallenatos a todo volumen en un discman de tecnología de punta y marca desconocida. No hay bar abierto. El almuerzo es ligero y el clima de calmado optimismo. La tripulación reparte algunos ejemplares de El Nacional. Es Día del Médico. ¿Leerá alguno de los pasajeros las cifras sobre 9.000 galenos venezolanos desempleados o subempleados? Amílcar Rojas, el diligente funcionario del discurso inicial, recuerda que 150 jóvenes venezolanos se acaban de ir allá a estudiar medicina, "el doble del cupo que para esa carrera brinda la UCV". Cuenta que el programa de becas tiene ya dos años y es independiente del Convenio Integral Cuba-Venezuela, al igual que el de atención médica. "Fidel dijo que se dejara fuera, que era un regalo de Cuba".

M. tiene 23 años y ganas de conversar. Vive en Puerto Ordaz. Su padre lo introdujo en el convenio casi por su cuenta. Va a permanecer en Cuba entre 9 meses y un año, para cortar su adicción al crack. "Yo había dejado todo, el trabajo, los estudios, todo, por fumar piedra. El único que creyó que me podía recuperar fue mi papá". Tiene tres días que no consume. Apenas llegó a Caracas para esperar el vuelo, se esforzó por mantenerse siempre en movimiento para sucumbir al ansia de fumar. En Puerto Ordaz, una piedra cuesta sólo 1.000 bolívares y da para cuatro dosis.

El ministro de la Secretaría de la Presidencia, Elías Jaua, recibe con una sonrisa a la madre de otro joven adicto, que va a darle las gracias "por todo lo que están haciendo". Le recuerda que "como dice el Presidente, esto no es un regalo ni una beca, es un derecho de ustedes que antes se ignoraba". Jaua ya ha ido dos veces a Cuba. Explica que el vuelo es un charter fletado a precios solidarios, mientras el Hércules C-130 de la Presidencia, que inauguró el programa, termina de ser remodelado. "La demanda está creciendo", informa con orgullo.

Patria es humanidad

Entre tanto, el trovador sigue siendo el alma de la fiesta. Ríe, visita, toma más fotos que un japonés en el Louvre. Y eso que está enfermo del corazón. El resto del pasaje se inquieta, pregunta cuándo llegarán. Un reportero de Venpres cuenta que en Cuba se trata a los venezolanos como reyes. "Dicen que les estamos regalando petróleo". La aeronave toca tierra y se desencadenan los aplausos. El trovador grita "¡Viva Cuba solidaria!". En el terminal 1 del aeropuerto internacional José Martí domina el paisaje una frase del prócer: "Patria es humanidad".

Al pie del avión hay un grupo de funcionarios, entre ellos, con elegantes sandalias, el embajador venezolano Julio Montes. "Nuestra función ha sido más bien traer cosas como la Harina Pan, facilitar la comunicación con Venezuela. Los cubanos hacen prácticamente todo", comenta. El trovador, para deleite de la cámara de TeleRebelde, besa el suelo impregnado de gasoil del aeropuerto (luego protagonizará las notas informativas de los dos días siguientes, incluyendo su interpretación musical ante Castro y Chávez cuando éste último, en visita sorpresa, arriba a la isla esa noche para darle una vuelta a su soberano).

Un contingente de 59 pacientes espera para volver a Venezuela en el mismo avión. Como Pedro Moyetones, de Guasdualito. Una paraplejía flácida lo tiene en silla de ruedas. Le hicieron rehabilitación durante 3 meses y 15 días. Debe volver en 5 meses. "El médico me dijo que a lo mejor me podía parar de la silla", cosa que no le habían dicho nunca. Es uno de los pocos que no lleva una franela o gorra del Che. El efecto propagandístico en gente legítimamente agradecida es fácil e inmediato. En las afueras del terminal, los recién llegados esperan en autobuses Marco Polo con aire acondicionado a que alguien les haga los trámites de inmigración y los lleve al hotel de lujo La Pradera, desde donde serán distribuidos a los diversos puntos de atención. En La Habana hay brisa y sol y no huele a cerro quemado. La gente atrasa sus relojes una hora y reza.

Camillas bajo las palmeras

Todos los pacientes venezolanos del convenio llegan en primer lugar al centro La Pradera, un hotel 4 estrellas. Tiene 150 habitaciones, y aparte de los servicios turísticos convencionales (restaurantes, piscina, bar, excursiones, etcétera) brinda rehabilitación, terapia de ozono y una casa de consulta para todas las especialidades. Atiende sobre todo a huéspedes y/o pacientes latinoamericanos, a 92 dólares por persona, o 137 dólares con todas las comidas, las tarifas fijas de todos los establecimientos similares, propiedad del Estado cubano. Los servicios médicos se cotizan aparte.

De ahí, los pacientes son remitidos a otros centros cercanos como el Frank País (especializado en rehabilitación ortopédica y medicina deportiva), el Hospital Psiquiátrico de La Habana (para drogas), el Cira García o el Ciren (Centro Internacional de Restauración Neurológica), donde dos niñas venezolanas, Sharon Dacrema y Gabriela Huerta, disfrutan con sus madres de la brisa mañanera.

Sharon, de Barinas, tuvo un paro respiratorio de media hora cuando nació y le dejó un severo daño cerebral. Nunca logró hablar ni caminar, y vivió gran parte de su infancia con convulsiones, que debían controlar con medicamentos. Ha estado ya tres veces en el tranquilo y verde Ciren, en la tercera oportunidad pagada por el convenio. Recibe 7 horas de rehabilitación al día y sus progresos, dice su madre, son notables.

Sus sesiones son sistemáticas y personalizadas, al igual que las de Gabriela, de 2 años. Tiene síndrome de West. "Ojalá me permitieran estar aquí con Gabriela más tiempo", anhela su madre, de Maracaibo. "A mi hija le hicieron una mala rehabilitación en Venezuela. Yo me llevo un video, porque los fisioterapistas de Venezuela no aceptan hacer nada a la manera cubana. Aquí yo vi que llegó una muchacha en silla de ruedas y salió caminando con un bastón".

(c)Copyright 2000. CA Editora El Nacional.

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