Azúcar
de Cuba: el recurso de las lluvias
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, marzo - De seguirse a la prensa oficiosa cubana hasta el 7 de
marzo, la cosecha azucarera que tiene lugar en la Isla ha visto entorpecido el
cumplimiento de sus planes de producción debido al exceso de humedad
provocado por las lluvias, lo cual ha paralizado las labores de zafra durante el
12 por ciento del tiempo previsto, sin contar otro 16 por ciento perdido por
causas agroindustriales como falta de materia prima, roturas e interrupciones,
limpieza de los ingenios y misceláneas.
Nadie discute que la presencia de las lluvias paraliza las labores de zafra.
Si en año determinado las precipitaciones rebasan los promedios históricos,
consecuencia casi inevitable será producir menos de cuanto se esperaba.
Pero no es lo mismo aceptar el hecho consumado, registrarlo en las estadísticas
y, sobre la base de ellas, pronosticar la influencia del clima, que hacer de los
aguaceros la cabeza de turco de los atrasos y fracasos, tendencia visible en las
burocracias azucareras y en la prensa oficiosa especializada.
Este periodista sostiene la hipótesis de que las lluvias han devenido
recurso estadístico para ocultar parte de las ineficiencias azucareras
isleñas: cuando llueve, no se produce, y quedan en lo oscuro aquellos
males que emergen apenas el cañaveral se seca. Para un nivel de
eficiencia azucarera dado, puede esperarse un promedio de interrupciones del
proceso productivo, disminuirlas significa mayor eficiencia y su incremento lo
contrario. Si se acepta dicho promedio, la "presencia" de lluvias hace
ascender el tiempo perdido, pero no debe de alterar la media de interrupciones
por causas agroindustriales. Así, una zafra de escenarios pluviosos tiene
otras dos posibilidades estadísticas: si con las precipitaciones se
incrementan dichas interrupciones, es la debacle; pero si las aguas disminuyen
en las estadísticas el tiempo perdido por motivos ajenos al clima, es
evidente el papel de las lluvias como máscara de las deficiencias. Si la
prensa oficiosa afirma que los aguaceros han provocado pérdidas de 12 por
ciento en el tiempo de producción previsto, además de otro 16 por
ciento por causas agroindustriales, puede estimarse que este último
representa en realidad alrededor del 20 por ciento, lo cual significaría
un aprovechamiento de la norma potencial de sólo 68 por ciento, no de 72
como aquella dice, caso de echarse abajo el antifaz de las aguas.
La tendencia a ocultar con las lluvias las deficiencias de la agroindustria
azucarera cubana es lo suficientemente antigua como para demostrarla con estadísticas
de los 80, cuando una zafra disponía de todas las facilidades y lograba
no menos de siete millones de toneladas de azúcar. Tómese como
muestra el cuadro siguiente, referido al llamado quinquenio de oro de la era de
las subvenciones soviéticas.
Cuadro 1: Estructura del Tiempo de Zafra 1981 - 85 (%)
Indicador
|
1981
|
1982
|
1983
|
1984
|
1985
|
81-85 promedio
|
Tiempo de producción
|
85,28
|
83,15
|
71,61
|
77,36
|
78,30
|
79,14
|
Tiempo perdido
|
14,72
|
16,85
|
28,39
|
22,64
|
21,70
|
20,86
|
Por lluvia
|
3,73
|
4,10
|
18,56
|
9,11
|
5,82
|
8,26
|
Por causas
agroindustriales |
10,99
|
12,75
|
9,83
|
13,53
|
15,88
|
12,60
|
Fuente: Anuario estadístico de Cuba 1986
Lo primero a destacar: ni siquiera en aquellos favorables escenarios las
zafras cubanos lograron estabilizar un promedio de aprovechamiento de la
capacidad superior al hoy exigido 80 por ciento del potencial, lo cual hace
recordar una frase popular: "¿con qué se sienta la cucaracha?"
El Ministerio del Azúcar de Rosales del Toro demanda, o por lo menos
promueve, algo para lo que la agroindustria de hoy no está preparada, ni
en recursos ni en eficiencia. Quizás, por ese motivo, cierta vista gorda
se ha impuesto ante la imposibilidad crónica de estabilizar moliendas
nacionales a ese índice, más allá de consignas, propagandas
y hasta puñetazos sobre la mesa.
Segundo: la estadística apuntada demuestra por sí misma la hipótesis
de este periodista. La zafra de 1983 fue la más lluviosa y la de "menos"
interrupciones por deficiencias o contingencias naturales del proceso
productivo. En el resto de los años, menos precipitaciones hacen aparecer
un tiempo perdido por causas agroindustriales mayor al promedio, con la excepción
de 1981; si se hace abstracción del pluvioso 1983, las pérdidas
ajenas al clima crecieron a un ritmo anual de 20 por ciento. Por su parte, las
estadísticas del período 1986-90 ratifican las conclusiones
expuestas, lo cual prueba lo sostenido de la tendencia y añaden un
ejemplo de debacle: en 1988 se perdió 2,90 por ciento por lluvias y ¡16,65!
por causas agroindustriales, de acuerdo con el Anuario Estadístico de
Cuba de 1989.
La más elemental lógica anuncia que dicha tendencia se
presenta en los 90, y en la actualidad aún con mayor fuerza. Hasta Fidel
Castro en persona ha justificado en alguna ocasión el incumplimiento de
los planes de producción azucarera mediante "el recurso de las
lluvias", cual si no quedara más remedio que importar paraguas para
ingenios y cañaverales. Entretanto, burócratas del azúcar
palmean y cantan "que llueva, que llueva, la virgen de la cueva",
aunque sea por el aquello de invocar al aguacero para exorcizar a la destitución.
Liborio, manos al cielo, responde: "San Isidro el labrador, quita el
agua y pon el sol".
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