CUBANET... INTERNACIONAL

Marzo 19, 2001



Cuba, el paraíso

ABC. OPINIÓN, por Ángel García. D16, marzo 19, 2001.

Todo el mundo está al tanto de las prácticas de espionaje de Castro, espiados incluidos, salvo las autoridades cubanas y españolas, que se niegan a reconocerlas. Algunos empresarios llegan a admitir que las autoridades de la isla les retienen pagos millonarios que les obligan a seguir trabajando para ellos si quieren recuperar el dinero.

Cuando Estados Unidos decretó la Ley Helms Burton, es decir, impuso sanciones a las empresas que invierten en Cuba y amenazó con la retirada de visados para entrar en su territorio a quienes la eludieran, el presidente Aznar apeló al Derecho Internacional y a la libertad de comercio para defender a los hombres de negocios españoles que han invertido en la isla. Así se lo hizo saber al entonces vicepresidente Al Gore. Sin embargo, tras conocerse por este periódico y por boca de Delfín Fernández, un ex agente de la contra inteligencia cubana, que numerosos empresarios españoles, por no decir todos, han sido espiados las 24 horas del día, el Gobierno, es decir, la Oficina de Información Diplomática no ha dicho ni pío. Ni siquiera una protesta formal. Nada. No les consta. ¿Así actúa la diplomacia para defender los intereses de aquellos que se están jugando millones de dólares en Cuba?

Delfín Fernández, un hombre al que este periódico ha investigado durante semanas para saber el verdadero alcance de sus informaciones, era un agente del Ministerio del Interior que vigilaba a los empresarios del turismo, pero el contraespionaje cubano, según su propia narración, alcanza a cualquier sector y sobre todo, a españoles y norteamericanos. Fernández, cuyo sobrenombre en el argot de los servicios de inteligencia era Otto, se codeaba con generales, ministros, alcaldes de las ciudades principales de Cuba, y con algunas de las grandes fortunas españolas, que viajaban hasta allí con la intención de hacer negocios. El nivel de información de Otto era por lo tanto elevado y elocuente el silencio que están manifestando los políticos cubanos y españoles. Es más, cuando este diario entró en contacto con el ex agente, se hizo un sondeo entre empresarios españoles que comercian con Cuba (gente distinta a la que él mismo aludía), para conocer hasta qué punto eran conscientes de que se les podía estar grabando sin su conocimiento, y la sorpresa para nosotros fue mayúscula, pues off the record la mayoría admitía conocer la situación. De lo que se deduce que todo el mundo está al tanto de las prácticas de espionaje, espiados incluidos, salvo las autoridades cubanas y españolas, que se niegan a reconocerlas. ¿Es para no poner en peligro las inversiones que hay en juego, por temor a verse involucrados en una inconveniente discusión política,...? Algunos de los empresarios consultados nos han contado, también off the record, que admiten este juego macabro de saberse espiados, por negocios, y porque las autoridades cubanas les retienen pagos millonarios que les obligan a seguir trabajando para ellos si quieren recuperar el dinero. Es un círculo terrible admitido por todos.

Un ingeniero cubano, al que le aterra la idea de manifestar lo que sabe en público, pues teme por él y por su familia, confesó a algunos de nuestros periodistas que en su país hay doble hilo telefónico, es decir, que todos y cada uno de los teléfonos están pinchados. Es el modelo perfecto de Orwell, llevado a la tele con éxito en numerosos países para consumo de masas, pero que en Cuba tiene pocos espectadores, la familia Castro y pocos más. De hecho, en aquel país nadie tiene acceso a la información. Los medios de comunicación están amordazados. Sólo existen dos canales de televisión, Tele Rebelde, que emite cuatro o cinco horas diarias, y cuyos contenidos lo constituyen una sucesión de mesas redondas para alabar los supuestos éxitos del régimen; y el Canal 6, que emite seis horas, de las cuales tres son de noticias controladas por el Gobierno. Ni siquiera se tiene acceso al exterior a través de Internet, pues el acceso a la Red se le niega según parece hasta a algunos ministros.

Es curiosa, cuanto menos, la nula reacción de la diplomacia española ante las revelaciones de Otto. Fidel Castro ha conseguido que cambiemos embajadores simplemente porque tomaban en consideración a sus oponentes políticos, y ha sido el único que se negó a firmar documentos contra ETA en la última Cumbre Iberoamericana. ¿Qué ha hecho España al respecto? Nada.

Cuba es un país al que Amnistía Internacional acusa de no respetar los derechos humanos, es un país con el que la UE se niega a realizar tratos comerciales hasta que no se implante la democracia, y es un país que vive en una burbuja, aislado de todos desde la caída del telón de acero. Salvo de Chávez. Fidel Castro usa la coartada del embargo norteamericano para engañar a la población, que ante los graves problemas de suministro se ve impelida a la práctica sistemática de la corrupción para sobrevivir. Su desastre social y económico es palpable. Pero Cuba supone también una oportunidad única para España. Sabedores de que a Castro por mucha leche de búfala que beba, y mucho Vega Sicilia con el que rocíe sus comidas (ver reportaje de hoy), le quedan pocos años de vida, los políticos españoles practican el deporte de mirar hacia otro lado esperando la noticia de su fallecimiento. Ya lo dijo en su día José María Robles Fraga, portavoz del PP en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso: "El problema de Cuba no es la Ley Helms-Burton, el problema es Castro". Pero una cosa es fomentar la transición política pacífica a la democracia en aquel país, y situarse estratégicamente en el tejido empresarial mientras vive Castro, y otra participar en la corrupción de ese régimen. ¿Dónde está la frontera que no habría que traspasar bajo ningún concepto? Ese es el dilema y eso es lo que está pasando, que hace tiempo que posiblemente hayamos cruzado esa imaginaria aduana.

Hace unos meses, en casa de Leopoldo Fernández Pujals, ex propietario de Telepizza, tuve la oportunidad de estrechar la mano de los "plantados", cinco disidentes cubanos que habían pasado, entre todos, 128 años en las cárceles de Castro. ¿Motivos? Haber tratado de organizar la oposición al dictador. Eso ha ocurrido mientras aquí buena parte de los medios de comunicación, por ignorancia o por ineptitud, le reían las gracias al Comandante en Jefe. Lo peor es vivir en la ignorancia y Cuba es una gran mentira. Cuanta más gente siga los pasos de Otto, más pronto conoceremos la auténtica realidad del régimen de los hermanos Castro. Las dictaduras, sean del color que sean, se manifiestan de igual manera. Aquí dos hermanos deciden por once millones de personas. Es increíble que sigamos haciéndoles el juego.

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