Daniel Fernandez. Publicado el viernes, 16 de marzo de 2001
en El Nuevo Herald
Cuba siempre ha existido en medio de la noche. Desde el exterminio de
nuestros primitivos pobladores a manos de los conquistadores, pasando por la
quema por la inquisición de cuatro "amujerados'' en la villa de
Remedios y la invención de los campos de concentración por el
general Valeriano Weyler, durante la Guerra de Independencia, hasta estos 40 años
y más de demencia genocida: el castrato.
Cuba, país de locos --quizá por resonancia con el nombre de
Juana que le diera el Almirante, en honor a la infanta que habría de
enloquecer de amor-- es también un país de "locas''. Desde la
leyenda que implica a dos grandes patriotas, pasando por rumores más o
menos comprobados acerca de compositores, escritores, pintores, presidentes y
cardenales, la noche cubana huele a machos en celo, de la Sierra al Llano, del
Malecón al cielo: la venganza de las "locas'' quemadas en Remedios.
Una de esas grandes "locas'' cubanas es Reinaldo Arenas, cuya
autobiografía Antes que anochezca, acaba de ser llevada al cine con
belleza por Julian Schnabel.
A pesar de sus inexactitudes y deficiencias (algunas ya en el libro), el
director del filme se esmera en dar estatura poética a lo que de otra
forma sólo podría verse como un crimen de lesa humanidad. En esta
vida de Reinaldo se cierran muchas vidas no cantadas ni cantables de miles
--homosexuales o no, escritores o no-- que sin fama ni talento vivieron y
murieron en las cárceles de Castro y en la cárcel mayor de la isla
loca.
Cierto que Reinaldo tuvo sus oscuridades y resentimientos. ¿Quién
no los tiene? Se burlaba sin motivo y a veces sin piedad, de amigos y conocidos
--yo entre ellos--; pero no es esto algo ajeno a los escritores. Proust retrató
con colores no siempre afables y hasta caricaturizó a algunos grandes de
su época como Anatole France, Claude Debussy, Sarah Bernhardt y Claude
Monet, entre otros, sin contar a muchos militares, historiadores, científicos,
críticos, aristócratas y grandes y pequeños burgueses. Sin
salirnos del patio, en sus Tres tristes tigres, Cabrera Infante exhibe
deliciosas burlas literarias de Virgilio Piñera, Alejo Carpentier, José
Lezama Lima, Martí y otros.
La burla a los contemporáneos está en la estirpe literaria
desde los satíricos griegos, y uno de los mejores ejemplos es lo que
Aristófanes hiciera con Sócrates.
No es agradable verse en la pluma burlona de un escritor, pero la razón
debe sobreponerse al sentimiento, cuando se analiza una obra como la de Reinaldo
o una película como la de Schnabel, de las que Cuba y su futuro amanecer
se benefician. Sin embargo, veo con tristeza que esta película ha
suscitado en la prensa comentarios desfavorables sobre Reinaldo y sus defectos.
El que alguien que fuera tan perseguido en Cuba encuentre perseguidores después
de muerto indica que la noche de Cuba es todavía algo muy negro.
Yo creo ver en esa virulencia de Reinaldo, ese pelearse con los amigos sin
previo aviso, un encono apoyado en secretas razones. En mi caso, fueron escolios
a su mal uso del subjuntivo en El mundo alucinante, y su error sobre el Mercurio
en la Lonja del Comercio habanera, lo que lo inspiró a retratarme como
gran pedante y dilettante en su Viaje a La Habana, retrato que dicho sea de
paso, no está del todo lejos del yo que era yo cuando tuve esos cruces
con Reinaldo.
No sé qué motivó sus invectivas y burlas en otros casos
--aunque puedo atestiguar que Hiram (Delfín) Prats y Coco Salá
(Roger Salas) sí eran como él cuenta--; pero ahora que sólo
tenemos su obra y no su persona para confrontarlo, es mejor apreciar su aporte
al amanecer y no detenernos en su raíz en la noche. No se puede leer
Antes que anochezca sin sentir una dolorosa compasión por Reinaldo.
Es una autobiografía desgarrada, escrita con una honestidad de la que
él mismo sale mal parado; pero sobre todo, hay en ella la virtud más
escasa entre los cubanos: humildad.
Detengámonos en su denuncia de lo que tanto ha sufrido Cuba, en la
belleza de sus imágenes y en su fantasía apasionada. Y aunque su
gusto por la sátira es también esencia de su carácter,
aprendamos a ver más allá del gesto. Esas burlas, infantiles a
veces, eran quizá el llanto del niño reclamando más cariño
del que le dimos --se quejó siempre de no haber tenido más
caricias de su madre--, y sus chanzas literarias tal vez --como en Proust--
obedecían ante todo a un deseo consciente o inconsciente de que no nos
perdiéramos con el tiempo, de inmortalizarnos.
No creo que hubiera mucho dolo en sus intenciones, porque al menos con
respecto al episodio del Viaje a La Habana, me comentó con detalles el
proyecto: originalmente, toda la historia estaría contada a través
de un intercambio epistolar entre nosotros, en el que Reinaldo imitaría
el estilo de mis cartas (de la que me salvé).
Hay otros bemoles (y sostenidos) en mi relación con Reinaldo, que
dejo para otra ocasión, pero en este momento suscitado por "su'' película,
quiero pedir una oración por su alma torturada de Celestino antes del
alba, un alba que para él sólo llegó en imagen: "Cuba
será libre, yo ya lo soy'', dijo en una de sus cartas suicidas.
Agradezcamos a Reinaldo su labor por el amanecer, y a la Divinidad --de la
que él renegaba-- por haber escogido a este guajirito de Aguas Claras, a
este niño que canta en un pozo para ser la voz de tantas víctimas
anónimas del castrato y para pasar la cuenta de los no menos anónimos
"amujerados'' de Remedios.
Recemos por su alma en medio de la noche de Cuba y del mundo; pero hay que
hacerlo ahora, antes que amanezca.
Antes que anochezca / Reinaldo Arenas (Amazon.com)
Before
Night Falls / Página del filme |