G.Fernández/M.Á.Menéndez
D16 | Madrid. Viernes, 16 de Marzo de
2001.
«Muchos empresarios españoles ni se imaginan que están
siendo vigilados mientras permanecen en Cuba. Se les graba y se les filma su
actividad profesional y personal por instrucciones del Ministerio del Interior».
Esa era la ocupación del ex-agente Otto, quien relata cómo se grabó
al empresario Enrique Martinón, una de las grandes fortunas de Canarias,
y a Miguel Fluxá, dueño del Gupo Iberostar.
Además de grabar a famosos como Imanol Arias, Antonio Gades, Jesús
Mariñas, el régimen de Fidel Castro filmó todos los
movimientos y grabó todas las conversaciones de empresarios españoles
que pasaban por Cuba. Ese era el «doble juego» de Delfín Fernández,
un ex-agente de los servicios de contra inteligencia cubanos que utilizaba el
alias de Otto. Su trabajo consistía en ganarse la confianza de destacados
empresarios españoles que mantenían relaciones con Cuba, conseguir
trabajar para ellos y, finalmente, instalarles micrófonos y cámaras
de vídeo ocultas en las habitaciones de los hoteles donde se alojaban, en
sus oficinas y en las salas de reuniones.
Otto se ganó la confianza de Climent Guitart, un empresario catalán
dueño de la cadena Guitart Hoteles, que comenzó a operar en Cuba a
principios de la década de 1990. Por mediación de un empresario
español amigo suyo, Otto entró en el grupo Guitart como gerente de
operaciones en Cuba.
Otto recibía las órdenes directamente del Departamento 11 de
la contra inteligencia cubana, dependiente del Ministerio del Interior, bajo el
mando del teniente coronel «Raúl». Según relata Otto, en
cierta ocasión, mientras se encontraba realizando su «labor» en
una habitación de la planta cuarta del hotel Habana Libre, convertida en
despacho circunstancial del director general del grupo hotelero Guitart, se
sintió descubierto por su ocupante, Gonzalo Gurriarán, director
general del citado grupo en Cuba.
«Gurriarán se quedó de piedra, no salía de su
asombro cuando le conté lo que hacía», señala Otto, «pero,
para mi sorpresa, reaccionó muy bien. Me dijo: Le voy a dejar, pero
quiero saber cuántos micrófonos y videocámaras hay en mi
oficina y en mi casa». Gurriarán confirmó a Diario que conocía
a Delfín Fernández, pero negó que supiera algo de la
colocación de esos equipos de grabación en su despacho en La
Habana. No obstante, sí ha reconocido que la impresión
generalizada entre el empresariado español es que el régimen les
sometía a vigilancia cuando estaban en la isla.
Gurriarán no es el único español que pudo haberse visto
sorprendido por estas prácticas, según ha podido contrastar
Diario. El empresario José Fernández González publicó
en el Miami Herald un artículo titulado «Yo invertí en Cuba»,
en el que corrobora los extremos más importantes relatados por el ex
agente Otto a este diario. José Fernández, casado con una cubana y
padre de una niña, tras detallar cómo creó una zona turística
en Marina Hemingway y cómo se la arrebató «sin
contemplaciones» el Gobierno cubano, describe «el estado de terror»
al que se ven sometidos los inversores en la isla: «Primero los comprometen
como víctimas, puesto que la secretaria o el chófer que les
asignan son siempre informantes de la policía política. Y, luego,
estos empresarios acaban convirtiéndose en cómplices. Se les pide
informes sobre otros empresarios y sobre otros extranjeros y que espíen
para el Gobierno cubano. Yo mismo tuve que hacerlo en diversas ocasiones».
La mayor parte de los empresarios no son conscientes de la vigilancia a la
que han sido sometidos en Cuba. ¿Lo era Enrique Martinón? El
empresario canario llegó a la isla en 1988 y se convirtió en el
inversor español más importante de la hostelería cubana. El
pionero había sido Pedro Pueyo -socio del ex-presidente de Banesto, Mario
Conde, en el grupo Oasis-, a través de Royal Tour Internacional. A
finales de 1992, Pedro Pueyo y el grupo Oasis, debido a la falta de liquidez o,
según la versión del Washington Policy Analysis and Information
Services, debido a verse involucrado en actividades irregulares supuestamente
delictivas, abandonaron sus inversiones en Cuba.
Enrique Martinón fue el primer empresario español en fundar
una empresa mixta al 50 por ciento con Cubanacan, una de las sociedades más
importantes de Turismo de Cuba, bajo la denominación de Cubacán.
Martinón, hoy miembro del selecto club de amigos personales de Fidel
Castro, creó una empresa para dar servicios de los que carecía el
turismo cubano y con un grupo de inversores de Canarias, inauguró el
primer hotel, el Sol Palmeras, en el que participa también Gabriel
Escarrer y su grupo, Sol Meliá. Luego llegaría, con Martinón
y siempre al 50 por 100 con el Gobierno cubano, la apertura del Meliá
Varadero y el Meliá las Américas, en Varadero.
Desde entonces, Martinón se ha convertido en uno de los hombres más
ricos e influyentes de Cuba, donde es el socio de referencia de Gabriel
Escarrer, presidente del grupo Sol Meliá y un hombre al que «Forbes»
sitúa en la sexta plaza entre los más ricos del país.
Martinón, que es copropietario de algunos de los 15 hoteles que el
mencionado grupo hotelero posee en la isla caribeña, construye los
edificios y Sol Meliá el sello y la explotación
Martinón, cuya auténtica fortuna se desconoce, tiene su actual
residencia oficial fijada en Cuba, en la calle 30 entre quinta y séptima,
una vivienda que «nada tiene que envidiar al Palacio de La Moncloa».
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