El escritor cierra la tetralogía sobre el policía habanero
Mario Conde
El escritor cubano Leonardo Padura, Premio Hammett Internacional de
Novela Negra, publica en España «Vientos de Cuaresma», la
segunda aventura del atípico policía Mario Conde y su cuarta
novela en Tusquets. Padura, que vive en La Habana y está muy reconocido
en América Latina, prácticamente permanece en Cuba silenciado por
la prensa y la crítica castrista, pese a que sus «novelas de
desencanto» sí han sido publicadas.
Juan Carlos Rodríguez - Madrid .- La Razón,
jueves 15 de marzo de 2001.
Leonardo Padura (La Habana, 1955) soñaba con hacerse «pelotero»
-simple jugador de Beisbol- pero acabó como escritor. Y ha ganado la
literatura cubana. Mucho. Porque, hoy, Padura encarna el «desencanto»
hecho literatura. Y en Cuba eso no es fácil. El desencanto, la indefensión,
la encabeza un policía atípico: Mario Conde, el personaje con el
que Padura ha conseguido renombre dentro de la «novela negra» en toda
Hispanoamérica y recibido la bendición de los premios: Hammet, Café
Gijón, Islas... «Conde sufre con su vida personal y con la vida de
la sociedad cubana -explica Padura-. Se da cuenta de que se ha iniciado un
proceso de descomposición». Entre investigación, asombro y
decepción, eso sí, Conde va al beisbol. «No sólo,
Conde, a mí también me sirve para reafirmarme», añade.
Ahí se reconcilia con el mundo.
Ahora, Padura publica en España «Vientos de Cuaresma»
(Tusquets), la novela con la que cierra la tetralogía de Mario Conde -«la
coincidencia es casual, yo no sabía nada de vuestro banquero encarcelado»,
afirma el escritor habanero- y confronta a dos generaciones de habaneros -la que
nació con la Revolución y la de los decadentes 90- que, prácticamente,
no se reconocen. «Conde no es mi alter ego. No me gusta la Policía.
Pero pertenecemos a la misma generación. Y en esta novela, Conde descubre
que tiene muy poco en común con los jóvenes».
Pero la identificación entre Padura y «el Conde» va
mucho más allá del abismo generacional. Están intensamente
unidos a la crítica a un país que se ahoga en la dictadura. «En
esta novela -afirma Padura, que sigue viviendo en su casa natal de La Habana-,
Conde afila su visión de la realidad cubana, que no tiene nada que ver
con la verdad oficialista, ni tampoco con la imagen satanizadora de algunos
exiliados. Cuba no es el infierno que dice la derecha, ni el paraiso de algunos
románticos de izquierdas. Es el purgatorio, quizá algo intermedio».
Y lo dice un autor que no duda en criticar la «manipulación
que el poder hace del pueblo cubano» o en tachar de «imprensentable»
a la «propagandística prensa cubana» y que, a la vez, rechaza
por su «odio irracional» las críticas al régimen de
Guillermo Cabrera Infante. «Pero a él -añade- le reconozco
que ha sido el inventor del habanero literario, ese gran personaje del que
vivimos todos». Ese reconocimiento se lo niega, sin embargo, a Zoé
Valdés: «Hace una literatura que no es literatura. Ella siempre fue
funcionaria y se exilió con su marido, su hijo y en avión. Se ha
inventado un personaje de mártir que no es real. Miente mucho».
«Yo vivo en La Habana por razones pragmáticas y por razones
humanas Sólo me iré si me botan». De momento, apura «La
novela de mi vida», donde retrata a José María Heredia, el
escritor romántico cubano, perseguido, exiliado por conspirar contra España.
Más que historia.
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