G.F / M.A.M | Madrid. D16,
marzo 13, 2001.
Para sus operaciones de espionaje a empresarios, Otto también podía
utilizar los yates propiedad de las Fuerzas Armadas cubanas. Otra de sus
ventajas era el sueldo que percibía: unos 270 pesos cubanos al mes (3.800
pesetas) en un lugar donde el salario de un médico no sobrepasa los 400
pesos y el de un ministro los 500. «Por la actividad que realizaba, si tenía
que operar con algún tipo de divisa tenía acceso a ella; a todo
esto había que sumar la propina. Tenga en cuenta que yo trataba con gente
de alto nivel. Al mes podría ingresar entre 2.000 y 3.000 dólares
(380.000 y 570.000 pesetas) aunque hubo ocasiones en que llegué a cobrar
7.000 dólares».
Delfín Fernández teme por su seguridad física, porque
conoce perfectamente como actúan los servicios cubanos en otros países,
y asegura: «Yo sé que muchos cubanos se quedan en España
fingiendo que son traidores al régimen. Al final, a lo que se dedican es
a seguirte, a espiarte para después mandarte a Cuba, de una u otra forma,
y en su momento poder castigarte». Tras su llegada a España, solicitó
ayuda a algunos empresarios españoles para los que había
trabajado.
Delfín Fernández presume de ser uno de los pocos cubanos que
ha mantenido una relación más o menos directa con el inasequible
Comandante en Jefe. No en vano el despacho de Rodolfo Fernández, su
protector, se encuentra en la misma planta de la oficina de Fidel, en el tercer
piso del Palacio Presidencial. Pero hace un año y medio decidió
abandonar Cuba a pesar de su situación de privilegio. «La situación
se había tornado difícil. Me iban a asignar a otra persona y otra
vez la misma historia. La verdad es que perdí motivación. Hay
compañeros que han llegado a coroneles o generales, que tienen impactos y
plomo en las espaldas y al final o están de choferes o tienen que
alquilar sus casas para vivir». |