Las raíces
de la corrupción
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, marzo - La corrupción y los delitos en los centros
laborales se han hecho crónicos en la sociedad cubana. Prueba de la
gravedad y la magnitud alcanzada por estos fenómenos es la prioridad dada
en las reuniones y documentos preparatorios del XVIII Congreso de la Central de
Trabajadores de Cuba (CTC), que se realizará a fines de abril.
Aunque absolutamente nadie puede justificar la sustracción de objetos
de propiedad estatal, ni la comisión de otros delitos en el ámbito
laboral, el examen que pretende hacer la oficialista organización obrera
adolece de serias limitaciones, por no ir al fondo del problema.
En primer lugar, el salario no alcanza para vivir (al cierre del 2000, el
salario promedio mensual era de 249 pesos, equivalentes a 11.31 dólares
al cambio actual), y mucho menos para sostener una familia. Esto se empeora por
el creciente proceso de dolarización y el consiguiente aplastamiento de
la moneda nacional, con la que se remunera a la inmensa mayoría de los
trabajadores. Ello es tan evidente que, aunque de manera tibia, se reconoce en
el punto 66 del proyecto de tesis del mencionado congreso.
Los pobres ingresos de los trabajadores ocasionan múltiples
complicaciones, como son: inestabilidad laboral, poco interés productivo
y los fenómenos de corrupción. Esto en una situación de
crisis permanente como la persistente en Cuba, degrada a las personas y, hechos
delictivos aislados motivados por la necesidad de vivir, con la repetición
en el tiempo, se van convirtiendo en una especie de nueva moral que todo lo
justifica. Incluso, ha sido un factor determinante en el notable aumento de la
población penal y el subsiguiente daño que ello causa a la
sociedad y a sus valores espirituales.
A lo anterior se agrega la falta de control en la economía. La mayoría
de las empresas y organizaciones presupuestadas carecen de un sistema de
registro confiable de los datos contables, lo cual recurrentemente ha sido
admitido por las máximas autoridades del país, sin que hasta el
momento esté a la vista una solución.
Por otra parte, si en algunos momentos el discurso oficial respecto a la
existencia de una pretendida "propiedad social" tuvo alguna
credibilidad, ahora la perdió completamente después de tantos años
de esperanzas frustradas y de haberse tratado a los trabajadores como meros
engranajes productivos, sin voz ni voto en los asuntos de los centros laborales
y de toda la nación.
En este contexto de salarios insuficientes para la subsistencia de los
trabajadores y sus familias, un extendido descontrol sobre los recursos y el
total descrédito del concepto de propiedad social, no debe extrañar
las dimensiones alcanzadas por la corrupción y los delitos.
El propósito de convertir el XVIII Congreso de la oficialista CTC en
un foro para debatir la creciente ola delictiva en los centros laborales e
implicar a los sindicatos en la lucha contra ese mal, por la superficialidad de
los análisis está condenado al fracaso, como en otras tantas
ocasiones en que se abordó esta cuestión.
Si realmente se desea poner término a este malsano clima corruptor
que a muchas personas honestas ha convertido en malhechores conduciéndolas
a las cárceles por delitos que en otras condiciones nunca hubieran
cometido, váyase a las raíces del problema, arraigadas en un
sistema económico, político y social que compulsa a los hombres a
la deshonestidad.
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